La Vía Rápida es un torrente de mierda y lodo, un caudaloso río de pestilencia tomado por trascabos que en mangas cortas de camisa contemplo desde la Buena Vista, resignado a que no me será dado volver andando hasta Playas y he de resignarme a aparecer por la redacción con esta cara de amanecido y con la ropa salpicada de lodo, sabiente ya de lo endeble de la nota que acabo de publicar, con apenas una fuente y una versión débil y subjetiva sobre el despoblamiento de los partidos. Por ahora tengo mil dudas y alguna certidumbre sobre el merdoso torrente como autor intelectual del caos vial que desquicia a Tijuana. ¿Dónde he dormido la noche anterior? Me espera la mórbida densidad de una mañana en la redacción, la necesidad de cazar reacciones a mi notita chafa y ahora hay un moreno flaco que me aguarda en la planta baja de un edificio que no es ya el de la Rápida sino el de Washington, quien me busca por segunda vez con fines facinerosos y me aguarda del lado poco convencional del elevador, aquel al que llaman Rosarito y una supervisora me acompaña para tenderle una celada. Lo demás será la filtración de una carta de finiquito que nos entregarán por la tarde o en la noche y hay una premonitoria KJ en la firma, y alavarito filtrador y espía y acaso (aunque esto al parecer es totalmente aparte) un inocente-culpable y mórbido y espontáneo toque incestuoso que alcanzo a atajar con templanza. Tampoco vale omitir la sombra del mastodonte mirándome desde la pared y la densidad de la rica modorra que en este amanecer me sepulta.
Tuesday, March 19, 2019
<< Home