Nuestra regresiva América y sus caudillos
Más allá de anacrónicos y difusos conceptos de derecha e izquierda, la triste coincidencia de nuestra regresiva América es que en Brasil, en Estados Unidos y en México los grandes perdedores hemos sido los liberales. Ya sé que me van a decir que Bolsonaro y Trump son de derecha y López de izquierda. La verdad yo no estoy tan seguro. Entre los tres encuentro muchas más coincidencias que contrastes. Lo que yo veo es a tres caudillos autoritarios, paranoicos e intolerantes, enemigos de la pluralidad y la horizontalidad en el ejercicio del poder, con delirantes afanes mesiánicos, creyéndose los tres abanderados de una ridícula misión histórica y divina. Los tres son conservadores, nostálgicos de un pasado idílico que nunca existió y al que prometen regresar. La clave de sus triunfos, basados los tres en un voto de rabia y odio, es que supieron definir muy bien cuál es el enemigo. Más que posicionar sus ideales, pusieron el blanco en el adversario a destruir. Bolsonaro canalizó la rabia contra las descaradas corruptelas del PT; Trump emprendió contra la élite política de Washington representada por Obama y los Clinton y López basó su larga campaña de década y media en culpar a la mafia del poder de todos los males del país. En los tres casos el mensaje se puede simplificar en “si tú estás jodido y te sientes inseguro, solo es por culpa de esos criminales que nos gobiernan y yo, solo yo, soy la única alternativa posible para extirparlos y castigarlos”.
Los tres, por cierto, están hermanados en su profundo odio a la prensa crítica. Si por ellos fuera, gobernarían con un solo medio de propaganda oficial que exalte su figura hasta la glorificación y de buena gana cancelarían la libertad de expresión como garantía. Odian a los periodistas que se atreven a confrontarlos y a poner en duda su evangelio. En lo que se refiere a libertades individuales, equidad de género e inclusión, Bolsonaro es sin duda el más asqueroso y repulsivo (aún más que Trump, si es que eso es posible, mientras que nuestro tabasqueño no parece cojear de esa pata), pero tal vez el brasileño tomará decisiones financieras más responsables que las de López. En cualquier caso, los creyentes en la prensa libre y la organización ciudadana como pilares fundamentales de la democracia hemos salido perdiendo. Yo soñaba para México una suerte de socialdemocracia parlamentaria, con un sólido empoderamiento ciudadano, un debilitamiento de la figura presidencial y un esquema de “más sociedad- menos gobierno”, pero aquí sucederá todo lo contrario. Tendremos un dictadorzuelo tropical propio de Costaguana, con consultas ciudadanas ideales para una novela de Ibargüengoitia. Son tiempos tristes para América.
Otra pequeña coincidencia: los tres fueron apoyados incondicionalmente por el cristianismo evangélico y los tres tienen una retórica de predicadores, complejo de pastor, tele-evangelistas con poder absoluto que exigen fe ciega por encima de la razón, la inteligencia y la lógica elemental. Así las cosas en nuestra pobre América.