El quinto brincacharco ya es manda u obsesión. Podría crear un nuevo género duermevelero llamado simplemente “la quinta”. La brevedad del viaje es la constante. Un brinco europeo, repentino e improbable (organizado en este caso –créalo o no- por el Cecut). Una intempestiva travesía, un acumular aviones e intemperies para de pronto reparar como si tal cosa en que he vuelto a Europa doce años después. Cuatro países, una semana y todo remata en el académico depita madrileño tan funcional, separado especialmente para mí, con su minimalismo tan IKEA, su cama inteligente y su zapatera tan infestada de Doctor Martínez. Botas rojas, negras y verde olivo. Botas altas y bajas, de muchísimas cintas, en plan tan Agnostic Front, (for my family for my friends) y ahí estamos nosotros dos, probándonos un par tras otra, Martens eslameras, Martens pateaculos, pura carne de CBGB, racimo de tardía punketez. ¿Ocurrió todo eso en el quinto brincacharco? Así parece ser. Esas cosas pasan del otro lado del Atlántico.
Otra de selacios y cetáceos, primerísimos actores de mis duermevelas. Mi destino es naufragar en madrugadas infestadas de aletas. A la historia de hoy podemos llamarla Té en el Mar de Cortés, una plataforma con complejo de caminata bíblica sobre las aguas. Después el combate entre las bestias oceánicas, la ballena asesinada por el Carcharadón Carcharies, quien acabó cadáver sin quedarme claro aún quién lo mató. Ahí estaban los dos cuerpos, ensangrentados despojos de duelistas abatidos, compitiendo en altura sobre la arena. Entonces irrumpe el heraldo de la tragedia. No sólo de cetáceos vive el depredador. El jaquetón ha matado a la mujer del cineasta (¿o era acaso un escritor?) Era, en todo caso, un creador retirado, un Lowry de Los Cabos y su mujer una Yvonne que se encontró un escualo antes que desbocado equino. Lo demás es mi caminata en tiempo record al malecón de Playas, el óxido del Bordo y estas canijas bestias marinas coleteando en la profundidad de mi almohada.
Monday, December 12, 2016
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