Las lecturas compañeras en un oasis vacacional son más importantes que el traje de baño. Leer y viajar son placeres simbióticos, complementarios. En mi vida la lectura y el viaje son como hermanos siameses, como tequila y limón. El cuarteto elegido para este viaje comienza con Mister Mario “Panamá Papers” Vargas Llosa y sus Cinco esquinas (preparen sus dardos, chairos, posmos, experimentales, sepultureros del género novelístico, hijos de Galeano, Fadanelli, Bellatin o fauna similar). Yo lo único que puedo decir es que Cinco esquinas es el libro ideal para este tipo de viaje. ¿Existe un subgénero llamado literatura playera? No lo sé, pero este es exactamente el tipo de novela que combina con esta atmósfera. Sí, suelo beber Jack Daniels sin acompañamientos, pero a veces lo que cae bien es una piña colada fresca, dulzona y ligerita como la que bebo ahora mismo y que hace juego con el peruano. Además es, después de todo, una historia sobre periodismo e intriga y algo sé de esas cosas. Dejemos a Thomas Bernhard y a Céline para los días de invierno. A veces es bueno leer algo tan convencional, tan poco experimental, tan deliciosamente ordinario. No es La casa verde ni Conversación en la Catedral, pero Cinco esquinas me ha divertido y me la he bebido en tres días. Al parecer uno se vuelve más cachondo a los 80 años. Sigo ahora con Oona y Salinger de Beigbeder, un franchute que al igual que Gignac no suele fallarme. Como aperitivo o entremés traigo El matrimonio de los peces rojos de Guadalupe Nettel y como una suerte de manda o brujería, para las alucinaciones de duermevela y la irreprimible vocación onírica, ha venido el omnipresente compañero de mi buró, el inmortal y eterno Georgie y sus Ficciones que no me canso de releer. En fin, estas son mis lecturas. ¿Nos les gustan? No se preocupen, tengo otras.
Saturday, April 16, 2016
<< Home