BLOGS NOT DEAD
En la blogósfera pasamos sin escalas de la embrionaria prehistoria a la senectud. Una década después, los blogs se vistieron con el traje de lo anacrónico. Cuando esto comenzaba allá por 2002-2003, muchos blogueros nos preguntábamos por el futuro de este fenómeno que intuíamos en una etapa primitiva, pero antes de alcanzar su auge los blogs entraron en periodo de caducidad. Tal vez sería romántico y pretencioso hablar de “boom”, pero queda claro que en 2003 o 2004 lo escupido en esta cuna de porquería generaba reacciones ¡y vaya forma de reaccionar! Después los blogs ingresaron al cementerio de lo políticamente correcto, cuando los editorialistas decidieron que era “cool” poseer uno. Ahora los han inmolado en al altar de sacrificios del facebook. Bajo mi criterio nunca serán lo mismo. Tal vez es psicología, idea maniaca, pero a facebook lo sigo viendo como un universo donde rige el manual de urbanidad y buenas maneras, un territorio hipócrita donde uno debe portarse bien y guardar las formas. Vaya, como que en facebook no me siento con la confianza de decir que voy a escupir sobre el cadáver de dios ni propago mensajes nihilistas u odiosos. Me siento como si estuviera en una comida de trabajo, una atmósfera donde debes poner tu mejor sonrisa y ser un perfecto hipócrita. Así soy yo en facebook y ese espacio sólo me sirve para intercambiar fotos y mandar mensajes. Facebook es tan hipócrita, falso y pendejo como la vida real. El blog, al menos este, es brutalmente honesto.
El blog es mi casa, mi habitación, mi más íntimo santuario. Aquí sí soy yo y de una u otra forma siento que si por error caes aquí y te ofende lo que escribo, es tu culpa, pues tú has venido a meterte a esta cuna porquerioza en donde me siento con entera libertad de aburrir, ofender y escupir. En cambio en facebook no me siento con la libertad de ser yo mismo. Lo siento de mal gusto, como ponerme a decir que dios no existe en la cena de Navidad. Los grandes blogs de antaño simplemente murieron. Yo jamás he dejado pasar una semana sin escribir. Lo siento: soy un tipo de amores duraderos, poco dado a la modernización, pero muy dado a la constancia. Sigo como la ola en el acantilado. ¿Alguna vez se ha cansado el mar?