Tijuana ha construido algunos palacios de nubes de los que siempre se habla en foros, entrevistas y charlas de cantina y café. Palacetes de aire y buenos deseos que cada cierto tiempo estamos a punto de concretar, aunque en lo más profundo de nuestro tijuanero inconsciente sabemos que son onanismos mentales. ¿Quieren ejemplos? La tercera garita, la vuelta al régimen de zona libre, los cruces fronterizos veloces, el acuerdo migratorio, el centro de convenciones, el renacer del turismo, la modernización del transporte público, el final de los baches, la coordinación entre policías y tener un equipo de primera división. Desde que llegué a vivir a Tijuana escucho a la gente decir que esta ciudad se merece un equipo de futbol en primera, que sería un éxito, que habría una afición pasional y entregada, que tendríamos gente de Los Ángeles y zonas aledañas viniendo cada fin de semana a apoyar a sus equipos. Llevo doce años escuchándolo, pero al final de la conversación, nos quedamos con el saborcillo de boca que dejan los sueños imposibles. Llegué a pensar que el destino de Tijuana sería no tener primera división como el destino de los Tigres es no ser campeón y el destino de las ballenas es emigrar a la laguna Ojo de Liebre. Pues bien, tal vez por aquello de que cierta ridícula secta apocalíptica profetizó el fin del mundo para el 21 de mayo, sucedió lo imposible, algo que se veía más lejano que el Armagedón y la segunda venida de Jesucristo: el ascenso de un equipo de Tijuana a Primera División. Tijuana tiene primera división y el asunto me parece tan pero tan difícil de creer y asimilar, que no me extrañaría asomarme a la ventana y ver que las aguas del Pacífico se han vuelto de color rosa y que sobre las Islas Coronado vuelan rinocerontes verdes con alas de libélula.
Recuerdo muy bien la primera vez que fui a un partido de futbol en Tijuana. Fue en mayo de 1999. Jugaban Chivas Tijuana y Zacatepec por los cuartos de final en el estadio Cerro Colorado. Tijuana ganó 1-0 con penal de Califas Arteaga, aunque en la vuelta fue masacrado 5-0 por los cañeros. A la postre ese fue el último juego de Chivas Tijuana con ese uniforme y con ese nombre, pues a partir del siguiente torneo se transformó en Nacional Tijuana (hermosa camiseta verde) En aquel entonces yo realmente soñaba y deseaba que mi nueva ciudad tuviera un equipo en primera y puse toda mi fe en el ascenso de Nacional. El periódico Frontera acababa de ser fundado y yo tenía una columna futbolera llamada Tiro Libre que casi siempre dedicaba al Nacional Tijuana. Tenía mi credencial de comentarista y entraba a nivel de cancha a todos los juegos de aquel equipo que dirigía Jesús Bracamontes y después Pablo Luna. Mis sueños de Primera División se fueron topando con pared. Nacional no era un equipo diseñado para el ascenso, sino un cuadrito de media tabla pensado en servir de semillero o reserva para Guadalajara. Nacional naufragó y luego llegó Trotamundos que apenas duró seis meses. Después Tijuana se quedó sin equipo profesional cortesía de Chuy González y Alberto Uribe, que corrieron al equipo del Cerro Colorado para traer el aberrante beisbol. (beisboleros de Tijuana: verán ahora lo chiquito y desolado que se va a ver su pestilente jueguito de bats frente al Deporte Mayor, el Juego de la Humanidad y del Planeta)
Estuvimos un año sin equipo hasta que llegó Jorge Hank Rhon y sin decir agua va, se sacó un equipo de la manga y lo metió a jugar en el CREA, una cancha más amateur que la de muchas escuelas secundarias. En aquel entonces yo era el reportero de la fuente municipal y me había convertido en la sombra más molestosa para el hankismo. La llegada del nuevo equipo, llamado simplemente Club Tijuana, causó una enorme grilla, pues un grupo de absurdos talibanes, (casi tan absurdos, ridículos e intolerantes como los anti-zócalo 11 de Julio), se opusieron a la llegada del equipo al CREA. Con mucho morbo de por medio, Carolina y yo acudimos un día del verano de 2005 al primer partido de la historia la franquicia futbolera hankista: Club Tijuana vs Hermosillo. Recuerdo bien el primer gol en la historia de esa franquicia, un tiro libre anotado en la portería que da a la Vía Rápida. 2-1 ganó Tijuana aquel juego. A le fecha conservo una camiseta negra de aquel Club Tijuana (como conservo una bandera amarilla de Trotamundos y como conservo en la mente la final que perdió Inter Tijuana contra León en 1990 y que yo vi por tele) y tal vez por lo cómodo que me quedaba el CREA, cercano mi área de trabajo, acudí a muchos juegos de aquel equipo que después se llamó Gallos Caliente y Dorados Tijuana, antes de ser bautizado con el originalísimo mote de Xoloitzcuintles. Los boletos siempre eran regalados y recuerdo partidos infumables, con la grada desolada de esa cancha escolar en donde Tijuana daba pobres espectáculos. En esa cancha (donde alguna vez jugué un partido Prensa de Tijuana vs Banda el Recodo que empatamos 3-3 y perdimos en penales) anotó en juego amistoso sus primeros tres goles en el futbol mexicano el chileno Humberto Suazo, delantero de una mierda de equipo llamado rayados y yo estuve ahí para mentarle la madre. En esa canchita vi perder contra Tijuana al Puebla cuando el equipo de la franja penaba en la división de ascenso y vi uno que otro juego digno. Hasta que un día, sin decir agua va, Hank empezó a construir su nuevo estadio a lado del Hipódromo. Recuerdo que vi el enorme foso cuando fuimos cubrir el cierre de su malograda campaña a Gobernador y dije, “en la madre, esto va en serio”. El estadio Caliente se inauguró en un juego Xolos vs Pumas Morelos que ganó Tijuana por 2-1. Yo no acudí a ese encuentro. Mi primera vez en el nuevo estadio fue en un partido de la malograda selección olímpica de Hugo Sánchez contra Paraguay que quedó 0-0. La maldición del cerapio me ha perseguido en el estadio hankista. Creo que en ninguna otra cancha de las que he visitado regularmente a lo largo de mi vida he visto tantos juegos de 0-0 como en el Caliente. Mi segundo juego en el estadio rojo fue un Xolos 0-0 Dorados. Creo que el marcador más abultado que he visto en el Caliente ha sido un 3-0 que Tijuana le metió al Saprissa costarricense en juego amistoso. Fuera de eso, el 0-0, el 1-0 o el 1-1 suelen ser la regla cada que acudo a al reino de Hank. En 2009, cuando Iker ya estaba en la panza de Mamá, Xolos fueron superlíderes y yo los seguí de cerca. Fui a ver la semifinal contra Salamanca que ganaron 2-0 y fui a ver la final del torneo clausura 2009 contra Mérida. Derrota 1-0 en Yucatán y 0-0 en la vuelta. Triste subcampeonato. Al final los yucatecos perdieron el juego del ascenso contra Querétaro. Después me fui separando de los Xolos como me he separado de tantas cosas en la vida tales como los conciertos y los bares. Desde la sana distancia de mi nueva vida estoica, he seguido su carrera ascendente. En otra época de mi vida sin duda hubiera estado en la punta del grito siguiendo la final en el estadio. Vaya, el día de la ansiada apoteosis hubiera sido imperdible. Antes me daba por estar presente en los grandes eventos. Sin embargo el histórico día del ascenso tan largamente esperado, simplemente trabajé y no hice nada por buscar un boleto. A medias seguí la final a través de un viejo radio prendido en algún lugar de la colonia Camino Verde, en el corazón de la Tijuana profunda, la Tijuana de escaleras de llanta.
(Nacida en 1989 como consecuencia de una invasión de predios, Camino Verde es una zona en donde de acuerdo a los datos de Inegi viven poco más de 40 mil personas en un entorno topográfico de escarpadas laderas en donde las escaleras de llantas y los techos de lámina forman parte del paisaje. Las estadísticas reflejan que 254 convictos que actualmente purgan una pena en las cárceles de la entidad, salieron de Camino Verde, de la misma forma que el mapa de la Secretaría de Seguridad Pública, ubica a la zona como un foco rojo en lo que se refiere a venta de droga al menudeo).
En fin, en esa colonia escuché en un radio distorsionado la historia del ascenso tijuanense y tal vez la mejor forma de celebrarlo fue jugando futbol. Carlos y yo cascareamos con algunos niños del barrio en una canchita, luego de la jornada de trabajo. Cuando ya nos retirábamos, mi colega Sevilla encontró ponchada la llanta de su carro. En lo que se lanzaba a la vulca, me entretuve chutando con un niño de Camino Verde llamado Gerardo (este morrito de la foto con balón de Pumas) a quien vi correr con la pelota en los pies trepando por una escarpadísima pendiente. En una cancha con muchísimos grados de inclinación y con incontables irregularidades topográficas me puse a patear el balón cuesta arriba y pensé que justamente así son las canchas y la vida en Tijuana y pensé en lo mucho que quiero a esta ciudad y lo feliz que suele hacerme patear una pelota y concluí que la historia de esta ciudad va a cambiar mucho con un equipo en primera. Mi equipo es y seguirá siendo Tigres por toda la eternidad, pero en segundo lugar apoyaré a los Xolos. Lo político es punto y aparte.