Mi amigo Hugo Fernández me ha hecho llegar el ejemplar original de Death Magnetic, cosa que agradezco inmensamente. La reseña aparecerá en La Guía posiblemente este jueves. Chutaos un adelanto.
Metallica
Death Magnetic
Warner Bros
Por Daniel Salinas Basave
Lo que un día fue no será, dijo José José. Que quede claro de una vez por todas: “Death Magnetic”, el nuevo disco de Metallica, no es ni aspirará nunca a ser la reencarnación de “Master of Puppets” o “Ride the Lightning”. La buena noticia para todos, es que por menos intentó emularlos. Para andarnos sin rodeos y comenzar esta reseña con sentencias definitivas, se puede afirmar que “Death Magnetic” es por mucho el mejor álbum de Metallica en los últimos 17 años. Nadie duda que el álbum de la portada vanguardista con su vaginal ataúd, barre de un batacazo a los sosos e infumables Load y Reload, equivalentes perfectos a una cerveza tibia sin alcohol. Es obvio también que supera en intenciones y profundidad a su antecesor “St Anger”. Ahora es cuestión de valorar si hay algún mérito en superar una etapa tan descaradamente mercantilista y prostituta para la banda como fueron los 90 y el arranque del Siglo 21. A Metallica le costó 17 años enderezar el rumbo y volver al camino correcto del Metal con mayúsculas. ¿Es sincero el retorno del hijo pródigo? Habrá que darles el beneficio de la duda. Dice Bert Hellinger, padre de las constelaciones, que es preciso honrar siempre al origen. La banda sin duda busca honrarlo en “Death Magnetic”, tal vez para olvidar cuando en indigno amasiato con Mtv se empeñó en negar su origen y su espíritu, cegados por la fiebre “alternativa” de los 90. Se regodearon en la televisión con estrellas del pop, se fueron de gira con ridículas bandas de nü metal, despotricaron contra el espíritu del Metal y de pronto, se dieron cuenta que se estaban quedando solos. Con muchos millones de dólares menos en la cuenta bancaria, pero con una digna frente en alto, bandas como Testament, Megadeth o Exodus cruzaban el oscuro pantano sin ensuciarse y en pleno 2008 volvían a poner bien alto la bandera del Metal. En los últimos doce meses han visto la luz tres obras monumentales del Thrash-Speed Metal que han hecho sacudir la cabeza a la vieja y nueva guardia: “United Abominations” de Megadeth, “Atrocity Exhibition” de Exodus y “Formation of Damnation” de Testament. La Muerte es magnética y acaso el verdadero Metal también, por ello atrajo como imán a sus desbalagados hijos millonarios. Ya desde la elección del productor Metallica dejaba ver una declaración de intenciones pesadas. Rick Rubin es un tipo que no se anda con coqueteos mercantilistas con el top 40 a la hora de producir. En el aspecto compositivo la banda tampoco se anduvo con remilgos poperos. Vaya, justo es notar que siete de las diez rolas duran más de siete minutos, algo que está peleado con el afán vendedor de las estaciones de radio “alternativas”. Arquitecto sónico de la máxima obra del Metal extremo como es el “Reign in Blood” de Slayer en 1986, Rick sabe cómo hacer sonar una bataca a su máxima potencia y cómo sacar todo el néctar rudo de un riff guitarrero. Tal vez fue él quien le recordó a Kirk Hammett que se vale hacer solos de guitarra de vez en cuando y el que logró darle a la batería de Lars Ulrich ese punch que desde el “...And Justice for All” no oíamos. De hecho, comenta mi colega Juan Carlos Ortiz que hay una innegable similitud entre el sonido del “Death Magnetic” y el “...And Justice”, aunque según James Hetfield el espíritu que los invadió al crear este último disco fue el del “Master of Puppets”. Una entrada en calma que estalla en riff- bataqueo típicamente speed nos da la bienvenida en “That was just your life”. Siguen con “End of the Line” donde la batería de Lars me quiere recordar en algo a “Harvester of Sorrow”, lo mismo que en “Broken Beat and Scarred”, donde la condición de primo hermano del “...And Justice for All” se evidencia a niveles de deja vü, si bien en esta tercera rola el bajeo de Trujillo cabalga feroz. “The day that Never Comes” es el primer tema baladoso del álbum y la primera que me queda a deber. “All Nightmare Long” suena por momentos muy a lo “St Anger” lo mismo que “Cyanide”, una probadita de ese nuevo Metallica de no tan gratos recuerdos. “The Unforgiven III” en cambio demuestra que terceras partes a veces sí son buenas, una semibalada mentirosa sumamente llegadora. “The Judas Kiss” llega a ser por momentos una de mis favoritas con un bajeo penetrante de Trujillo y crecientes embestidas de Hammett. “Suicide and Redemption” rinde homenaje a esa añeja tradición de Metallica de hacer de la penúltima rola una instrumental larga, dura y penetrante. Al igual que “Call of Ktulu”, “Orion” o “To live is to Die”. “Suicide...” alterna mareas altas y bajas en sus más de diez minutos de duración. El remate con “My Apocalypse” es sencillamente demoledor. Una de las mejores rolas, sino es que la mejor de todo el álbum, un thrash-speed sin complejos, un remate a lo “Dyers Eve” o “Damage Inc”. Sí, este último Apocalipsis lo confirma: los cuatro jinetes están de regreso y tras 17 años, vuelven a cabalgar en corceles de Metal.
Metallica
Death Magnetic
Warner Bros
Por Daniel Salinas Basave
Lo que un día fue no será, dijo José José. Que quede claro de una vez por todas: “Death Magnetic”, el nuevo disco de Metallica, no es ni aspirará nunca a ser la reencarnación de “Master of Puppets” o “Ride the Lightning”. La buena noticia para todos, es que por menos intentó emularlos. Para andarnos sin rodeos y comenzar esta reseña con sentencias definitivas, se puede afirmar que “Death Magnetic” es por mucho el mejor álbum de Metallica en los últimos 17 años. Nadie duda que el álbum de la portada vanguardista con su vaginal ataúd, barre de un batacazo a los sosos e infumables Load y Reload, equivalentes perfectos a una cerveza tibia sin alcohol. Es obvio también que supera en intenciones y profundidad a su antecesor “St Anger”. Ahora es cuestión de valorar si hay algún mérito en superar una etapa tan descaradamente mercantilista y prostituta para la banda como fueron los 90 y el arranque del Siglo 21. A Metallica le costó 17 años enderezar el rumbo y volver al camino correcto del Metal con mayúsculas. ¿Es sincero el retorno del hijo pródigo? Habrá que darles el beneficio de la duda. Dice Bert Hellinger, padre de las constelaciones, que es preciso honrar siempre al origen. La banda sin duda busca honrarlo en “Death Magnetic”, tal vez para olvidar cuando en indigno amasiato con Mtv se empeñó en negar su origen y su espíritu, cegados por la fiebre “alternativa” de los 90. Se regodearon en la televisión con estrellas del pop, se fueron de gira con ridículas bandas de nü metal, despotricaron contra el espíritu del Metal y de pronto, se dieron cuenta que se estaban quedando solos. Con muchos millones de dólares menos en la cuenta bancaria, pero con una digna frente en alto, bandas como Testament, Megadeth o Exodus cruzaban el oscuro pantano sin ensuciarse y en pleno 2008 volvían a poner bien alto la bandera del Metal. En los últimos doce meses han visto la luz tres obras monumentales del Thrash-Speed Metal que han hecho sacudir la cabeza a la vieja y nueva guardia: “United Abominations” de Megadeth, “Atrocity Exhibition” de Exodus y “Formation of Damnation” de Testament. La Muerte es magnética y acaso el verdadero Metal también, por ello atrajo como imán a sus desbalagados hijos millonarios. Ya desde la elección del productor Metallica dejaba ver una declaración de intenciones pesadas. Rick Rubin es un tipo que no se anda con coqueteos mercantilistas con el top 40 a la hora de producir. En el aspecto compositivo la banda tampoco se anduvo con remilgos poperos. Vaya, justo es notar que siete de las diez rolas duran más de siete minutos, algo que está peleado con el afán vendedor de las estaciones de radio “alternativas”. Arquitecto sónico de la máxima obra del Metal extremo como es el “Reign in Blood” de Slayer en 1986, Rick sabe cómo hacer sonar una bataca a su máxima potencia y cómo sacar todo el néctar rudo de un riff guitarrero. Tal vez fue él quien le recordó a Kirk Hammett que se vale hacer solos de guitarra de vez en cuando y el que logró darle a la batería de Lars Ulrich ese punch que desde el “...And Justice for All” no oíamos. De hecho, comenta mi colega Juan Carlos Ortiz que hay una innegable similitud entre el sonido del “Death Magnetic” y el “...And Justice”, aunque según James Hetfield el espíritu que los invadió al crear este último disco fue el del “Master of Puppets”. Una entrada en calma que estalla en riff- bataqueo típicamente speed nos da la bienvenida en “That was just your life”. Siguen con “End of the Line” donde la batería de Lars me quiere recordar en algo a “Harvester of Sorrow”, lo mismo que en “Broken Beat and Scarred”, donde la condición de primo hermano del “...And Justice for All” se evidencia a niveles de deja vü, si bien en esta tercera rola el bajeo de Trujillo cabalga feroz. “The day that Never Comes” es el primer tema baladoso del álbum y la primera que me queda a deber. “All Nightmare Long” suena por momentos muy a lo “St Anger” lo mismo que “Cyanide”, una probadita de ese nuevo Metallica de no tan gratos recuerdos. “The Unforgiven III” en cambio demuestra que terceras partes a veces sí son buenas, una semibalada mentirosa sumamente llegadora. “The Judas Kiss” llega a ser por momentos una de mis favoritas con un bajeo penetrante de Trujillo y crecientes embestidas de Hammett. “Suicide and Redemption” rinde homenaje a esa añeja tradición de Metallica de hacer de la penúltima rola una instrumental larga, dura y penetrante. Al igual que “Call of Ktulu”, “Orion” o “To live is to Die”. “Suicide...” alterna mareas altas y bajas en sus más de diez minutos de duración. El remate con “My Apocalypse” es sencillamente demoledor. Una de las mejores rolas, sino es que la mejor de todo el álbum, un thrash-speed sin complejos, un remate a lo “Dyers Eve” o “Damage Inc”. Sí, este último Apocalipsis lo confirma: los cuatro jinetes están de regreso y tras 17 años, vuelven a cabalgar en corceles de Metal.