Eterno Retorno

Tuesday, February 28, 2006

Fila de libros

Tengo una larga fila de libros aguardando ser leídos. En afán de ser democrático y no herir susceptibilidades, agarré seis libros y los puse a competir un torneo de volados con una moneda de dos pesos para definir, al cabo de varios encuentros, cuál de los seis tendría el privilegio de convertirse en mi próxima lectura.
Los libros en cuestión eran: Ella Drácula, la vida de Elizabeth Bathory de Javier García Sánchez, Tokio Blues de Haruki Murakami, Efecto Tequila de Elmer Mendoza, Los Borgia de Mario Puzo (sí, el tipo del Padrino) Trilogía de las Cruzadas III de Jan Guillou y El síndrome de Ulises de Santiago Gamboa. Un español, un japonés, un sinaloense, un gringo-italiano, un sueco y un colombiano. Parecía mundialito de futbol. ¿Y saben quién ganó? El japonés. Tokio Blues de Haruki Murakami es mi nueva lectura. No se pierda la reseña en su columna favorita Pasos de Gutenberg, por este mismo blog.

Auster

¿Qué carajos tienen los libros de Paul Auster que me gustan tanto? Y yo qué se. Deben tener algo más que no se definir. Una suerte de sustancia adictiva oculta que no alcanzo a descifrar. La noche del oráculo es de esas novelas que amenazan pronta relectura. La mera verdad casi todo lo que he leído de Auster me ha influido.
El azar debe ser la sustancia. La aleatoriedad, una de las musas que han regido mi vida. Cuando crees que el mundo entero está visto y que hasta en el último rincón del planeta el entorno es ordinariamente predecible, llega Auster a decirte que tu vida cotidiana puede tornarse deliciosamente extraña y que en la calle que recorres todos los días hay mil fantasmas ocultos y que la persona a la que crees conocer guarda muchos secretos y un universo interior impenetrable. Aún antes de leer a Auster, ya experimentaba yo crisis austerianas y como sus personajes, me daba por ponerme en manos de la aleatoriedad. De vez en cuando viene bien hacer algo sin sentido, buscar sin saber a quién, huir sin saber de qué, coronar a lo aleatorio como soberano de tu vida y dejar que el viento se transforme en piloto automático.

Chatarra futbolera

Hace unos días escribí lo mucho que aborrezco la parafernalia mediática que rodea al Super Bowl. Pues bien, para ser justos, he de confesar que el barato cacareo de Televisa ante el seudo clásico nacional casi me hace aborrecer al futbol mexicano. Todo lo que escribí sobre la NFL se lo aplico al balompíe nacional. ¿Cómo pueden lucrar tan burdamente con la ignorancia futbolística del pueblo mexicano? ¿Cómo pueden vender a precio de gourmet una bolsa de fritos rancios? Seis horas de programas previos al Guadalajara vs América, un juego que desde hace muchísimos años es un monumento a la mediocridad. El juego, como era de esperarse, fue una porquería. Lo más insoportable, es todo ese regurgitar de payasadas con los que Televisa y Tv Azteca rodean los eventos futbolísticos y sus pestilentes programas de chistes con los que aderezan los mundiales. A mí que me den 90 minutos de buen futbol. El envoltorio de chistes, vedettes y payasos soeces pueden meterlo donde les quepa.


Ni en el arcoiris

Cuánta miseria futbolística en el Tigres vs Veracruz. 90 minutos de un tedio que acabó por infiltrarse en mis arterias. Cuando pienso que hace cinco meses a ese mismo equipo le fuimos a meter un 5-0 al Luis Pirata Fuente. Es muy pedante decir se los dije, pero conste que yo advertí a tiempo que el Tuca Ferreti iba a lograr combatir mis problemas de insomnio. ¿Quieres algo más potente que un valium? Chutate un video de Tigres vs Veracruz. Que los Tiburones jugaron groseramente defensivos, cierto. Que les regalaron un penal, de acuerdo. Pero mis Tigres ni en el Arcoiris la metían. Y aún así traigo y traeré siempre mi camiseta puesta. Puro amor del bueno el que le tengo a mi pobre equipo.



Tunde teclas

Chutándome un disquito de Mercyful Fate, concretamente el Time, que ha sido capaz de inspirarme a niveles alucinantes, me dispongo a teclear un par de notas más y la columna. ¿Cuántas palabras tecleó por día? ¿Cuántos textos redacto en distintos estilos? Notas, crónicas, columnas. Yo que tanto odiaba mecanografía en la secundaria y ahora escribo más rápido que una secretaria. Verso sin esfuerzo.


Adultos

Que la edad adulta te transforme en una suerte de basura light puede llegar a ser dolorosamente inevitable. Sobre todo en aquello que concierne a esta a veces estorbosa máquina que llevamos a cuestas llamada cuerpo. Todo por servir se acaba y acaba por no servir. Ya es imposible llegar al amanecer con un Jack Daniels en la mano sin pagar las consecuencias. Ni modo, me resigno. Tal vez cuando llegue a los 35 me haya transformado en un abstemio total. Parece que esa será la evolución lógica. Por lo que al cigarro respecta, pues la verdad es que nunca he sido lo que se dice un fumador, pero hoy en día ni siquiera cuando estoy cubriendo a un muerto en una noche fría se me antoja el tabaco.
Pero hay cosas en las que seguro estoy no cambiaré nunca. Ahora sí que puedo decir de esta agua no beberé. Me dice Zónico que si beber cerveza sin alcohol será sinónimo de empezar a escuchar cosas como Coldplay. Jamás en la vida. Heavy Metal For Ever. Yo ya tengo oídos de artillero. Mis tímpanos requieren del Metal como el opiómano del opio. No creo que alguna vez me vayan a ver escuchando basura prototípica de pestilentes festivales como el Coachella (con excepción de Tool, todo el line up es una vil bazofia) Jamás seré el típico treintañero que diluye sus delirios existenciales en una rola de Radiohead o que empieza a descubrir las delicias de la música afro-cubana (que repugnancia) Si vivo 50 o 60 años, sea en un i Pod, en un viejo tocas discos o en la porquería que esté de moda para entonces, tengo la seguridad de que me verán escuchando un disco de Black Sabbath o Slayer. Lo mismo se aplica al deporte. Jamás seré el tipo que al llegar a la edad adulta, en afán de hacer buenos negocios y promover las relaciones sociales, se aficiona al golf. El asco que me genera ese juego propio de los más despreciables yuppies rebasa todo límite. Seré un hooligan futbolero hasta el último día de mi vida y si alguien algún día me ve jugando golf, lo autorizo a que me escupa en el rostro. He dicho.