Eterno Retorno

Saturday, May 07, 2005

Leviatán
Paul Auster
Anagrama

Por Daniel Salinas Basave

Irremediablemente, cual si se tratara de un designio superior a la propia voluntad, uno regresa a ciertos autores como un venado a su abrevadero.
Paul Auster es de esos narradores de cuya pluma debo abrevar cada cierto tiempo.
Cuando uno pasa de la sorpresa y el descubrimiento a la familiarización con cierto autor, el fenómeno de la lectura comienza a adquirir nuevos códigos.
Pareciera como si escritor y lector practicaran una suerte de guiños cómplices y acabaran por gastarse esas bromas silenciosas que sólo los antiguos amantes comprenden.
Con Paul Auster me parece estar llegando a esa etapa en Leviatán. Atrás ha quedado la sorpresa del descubridor que se interna en El país de las últimas cosas y esa cosa parecida al suspenso que me produjeron las historias de Trilogía de Nueva York.
El universo Paul Auster ha dejado de ser una selva vírgen y sin darme cuenta empiezo a caminar por sus párrafos con la soltura de quien conoce un camino.
Es cierto, cuando se conoce a un autor es casi inevitable caer en el vicio de compararlo con las obras anteriormente leídas.
Esto me pasa en Leviatán, que inevitablemente me remite a la última historia de Trilogía de Nueva York, La habitación cerrada.
Casi podría afirmar que estas dos historias son hermanas gemelas y sí, desde el primer capítulo tuve la impresión de que ese libro ya lo había leído y si bien el inicio de Leviatán es más contundente, la estructura y la temática acaban por hermanarlos.
La novela comienza con un hombre que vuela en pedazos en una carretera de Wisconsin al estallar en sus manos la bomba que él mismo ha fabricado.
El hecho es narrado en primera persona desde un futuro inmediato, sólo seis días después, por un narrador en primera persona que al presentarse fija claramente las reglas del juego.
Desde un principio nos dice que el hombre que ha estallado hasta convertirse en irreconocibles cenizas es Benjamín Sachs, pero eso es algo que sólo el narrador sabe.
Una vez que ha convertido al lector en cómplice de su secreto, el narrador nos dice que comenzará a contarnos la historia de Benjamín Sachs y nos advierte que la historia de esa vida bien puede leerse como un descenso hacia los infiernos interiores.
Así las cosas, el autor ha apostado por mostrarnos todas sus armas desde el inicio de la contienda y pese a ello lector acepta el desafío.
En ese momento uno cree estar leyendo una nueva versión de La habitación cerrada. Ambos libros tratan sobre un escritor del underground estadounidense, enigmático, oscuro, visceral y por momentos inocente, cuya historia es narrada por un amigo, en teoría más cuerdo o menos loco.
Y si bien el narrador jamás abandona el futuro inmediato, la historia adquiere desde ese momento una estructura lineal.
Pero a partir de ese momento, pese a lo lineal de la estructura en apariencia predecible, la historia se transforma en un dilema entre la vocación literaria y el compromiso político y en la cruenta batalla entre realidad y ficción unidas en un matrimonio por conveniencia
No se si Leviatán sea, como dice Catherine Argand, la novela más hermosa de Paul Auster.
Lo cierto es que puedo afirmar que su autor se ha transformado en el único escritor estadounidense vivo al que puedo empezar a considerarme adicto.

Salí a pasear al Morris. Fuimos al parque. Prendí un cigarro. Respiré el frío viento del mar.Tuve demasiadas certezas y en el aire nocturno revolotearon demasiadas ideas. Traté de atrapar una, aunque fuera una sola y llevarla a la cárcel de las letras. Imposible. Ideas rebeldes, insurrectas, me mentaron la madre cuando les propuse transformarlas en palabra escrita. Me dijeron mis ideas que quién carajos me creía yo. ¿Acaso su dueño?
Ahora estoy sentado frente a la pantalla y el pozo de mis ideas está seco, como la vagina de una vieja mujer frígida.

El absurdo se ha dadoa la tarea de corretearme. Me persigue como lo hizo alguna vez con un adolescente que descubrió a Sartre y compañía y en ellos creyó descubrir, o deseó descubrir con el único afán de escupirle en la cara a un dios incómodo, que somos mentecatamente absurdos. Hoy no tengo interés en escupirle a deidad alguna. Los íconos no sirven ya ni siquiera para mancillarlos u ofender. Pero el absurdo se ha instalado en mis pensamientos como un huesped no deseado e insportablemente conchudo.- Caminaba por la colonia 20 de Noviembre al atardecer y al tomar el taxi tuve una suerte de revelación. Hasta el más sublime de los momentos, será irremediablemente absurdo. La muerte heroíca, el suicido romántico, el martirio estoico estarán en todos los casos condenados al ridículo. Hasta se me ocurrió una ecuación matemática: El nivel de ridículo y absurdo es directamente proporcional a las intenciones sublimes de un acto. Me sentí absurdo por cargar un cuerpo, que invariablemente exige mear en la madrugada, que demandará comer y después se sentirá pesado, insoportable, estorboso.

Cada cierto tiempo, me cae el veinte de lo encabronadamente fatalista que soy. De verdad, soy un fatalista incurable. Creo que desde la niñez tuve esa certeza. Y no, no estoy triste, ni deprimido ni nada que se le parezca. De hecho siento una sensación paecida a eso que llaman estar contento. Pero soy un fatalista o para llamar a las cosas por su nombre y dejarnos de metáforas mariconas, tengo la certeza de que irremediablemente, hagamos lo que hagamos, nos cargará la chingada. Somos marionetas de tragedia griega, incapaces de sublevarse ante la tiranía de su destino cruel. ¿Cruel? Ni madre. La crueldad es una aspiración sublime y lo cruel de nuestro destino radica precisamente en que su inmenso ridículo le ha expropiado cualquier posibilidad de aspirar a lo heroíco o a lo romántico.



Bebo una Bohemia. Escucho el Wildhoney de Tiamat, una versión remasterizada que ha sacado la Century Media de este histórico álbum. Me gusta la honestidad de Johan Edlund, quien 10 años después, confiesa que el Wildhoney surgió como una simple pachecada luego de pasar el verano de 1994 escuchando altas dosis de King Crimson y Pink Floyd, mientras Suecia quedaba tercer lugar del Mundial de Estados Unidos. 10 años después, este pinche album pacheco sigue pagando mis rentas, confiesa el descarado Edlund. Pues bien, mi bolsillo hará una nueva contribución a su renta, pues tan endemoniadamente chingón es este disco, que pese a que desde 1994 tengo el casete y pese a que lo he escuchado un millón de veces, no resisití la tentación de tener la versión remasterizada en cd. Incurable mi puto vicio..

Thursday, May 05, 2005

Sobre el 5 de mayo

La frase perdimos una batalla, pero no la guerra, la podrían aplicar perfectamente los franceses al 5 de mayo.
Dicho en términos futboleros, sería el equivalente a que México y Francia se enfrenten en un Mundial en la primera ronda y que por azares del destino, los verdes lograran un triunfo sorpresivo, sin que ello significara la eliminación de los galos. Más tarde, el torneo los vuelve a enfrentar en cuartos de final y ahora sí, los franceses ganan y nos eliminan
No se trata de restarle méritos al triunfo de Ignacio Zaragoza, diciendo que la mayoría de los zuavos franceses venían devastados por la fiebre amarilla y de más padecimientos tropicales que se los comieron durante su estancia en Veracruz. La verdad es que Zaragoza y Porfirio Díaz se aventaron muy buen jale, aunque la labor de los indios zacapoaxtlas fue clave en la victoria. Pero repito, se ganó una batalla, pero no la guerra, pues con ese triunfo no pudimos echar a patadas de México a los franchutes.
Ignacio Zaragoza, como los mejores rockstars, se murió en al auge de su carrera, vestido de héroe invicto.
El tifus lo mató el 8 de septiembre de 1862, apenas cuatro meses después de su gloria. Murió invicto. Tal vez de haber vivido, hubiera conocido la derrota, como la conoció Jesús González Ortega cuando Forey y Aquiles Bazán reorganizaron al ejército francés.
La historia mexicana ama hablar del 5 de mayo de 1862, pero jamás habla de 18 de mayo de 1863, cuando Puebla por fin cayó a manos de los franceses. Ese triunfo fue contundente, pues a partir de ahí, Benito Juárez y su gabinete tuvieron que pelar gallo de la capital a bordo del carruajito en donde transportaban el tesoro nacional y la constitución. Los franceses entraron en la Ciudad de México, establecieron la regencia y en 1864 trajeron a Maximiliano.
Y bueno, un patriota radical bien podría decirme, pero al final les ganamos, pues después de todo no somos una colonia francesa.
Mentira. Nunca les ganamos. Los franceses se fueron solitos en 1866 cuando Napoleón III se aburrió de su capricho colonial mexicano y empezó a sentir pasos en la azotea con el ejército prusiano de Bismarck, que acabaría por aniquilar por completo a los galos en 1870. Napoleón dejó solito a Maximiliano. Su mujer Carlota, desesperada, viajó a París a exigirle que cumpliera con su promesa de dejar las tropas en México. Napoleón la mandó al carajo y entonces fue con el Papa, que también le dio avión, así que a Mamá Carlota se le botó la canica y permaneció desquiciada hasta su muerte, en 1927. Maximiliano, solito y su alma, pensó en embarcarse de regreso a su tierra, pero su austriaca madre Sofía, le dijo que no fuera maricón y que aguantara como los hombrecitos el embate del ejército liberal. Los únicos que le entraron al quite a defender al buen Max, fueron los conservadores de Miguel Miramón, Tomás Mejía y Leonardo Márquez. El gran triunfo de Mariano Escobedo en Querétaro el 15 de mayo de 1867, no fue contra un ejército extranjero, sino contra una diezmada tropa de mexicanos mojigatos que creían en los privilegios de la iglesia católica.
La historia del Cerro de las Campanas todos la conocemos.
De cualquier manera, yo de niño solía festejar con todo el 5 de mayo.
Resulta que estudié la primaria y media secundaria en un colegio que se pretendía franchute, el Liceo Anglo Francés de Monterrey, del que fui generación fundadora en septiembre de 1981. Un colegio mal planeado que pretendió venderle a los regios burgueses la hermosa idea de que sus hijitos hablaran francés como principitos. Y para darse caché, llenaron el colegio de puros maestros franceses que ni siquiera eran pedagogos o educadores, sino viles aventureros. Cuanto francés vivía en Monterrey, fue a caer ahí. Me acuerdo de una maestra haitiana, Adeline y de Claude, un explorador de cuevas. Comos los maestros franceses eran muy estrictos y siempre me reprobaban (pregúntenme qué carajos se de francés actualmente) la rigurosa celebración escolar del 5 de mayo era mi única forma de desquitarme y restregarles el triunfo de México en la cara.

Wednesday, May 04, 2005

"Si tuviera que decidir entre si deberíamos tener un gobierno sin periódicos, o periódicos sin gobierno, no dudaría un momento en preferir lo último?. Thomas Jefferson, 1787

Ayer se celebró el Día Mundial de la Libertad de Expresión. Me parece hasta cierto punto una jugarreta de humor negro celebrarlo en este momento. Siempre hemos sabido que somos polvo en el viento, pero nunca antes como en este último año ha quedado claro que a los que desempeñamos este oficio nos hace falta muy poquito para que la desgracia nos cargue. Sólo basta que alguien se tome la molestia de rompernos la madre. Por lo que la impunidad respecta no se preocupen, esa siempre ha existido. Ya expresé en un post anterior lo que pienso de la desaparición de mi colega Alfredo Jiménez en Sonora. Pero más allá de las agresiones contra colegas, creo que lo más patético de la libertad de expresión en México, es que el 80% de los periodistas no tienen el más mínimo interés en ejercerla. A menudo me preguntan si hay libertad de expresión en México. Pues sí, les digo, por ahí dicen que sí hay. El problema es que a muy pocos les interesa ejercerla. ¿Quienes son los primeros en poner la mordaza sobre los periódicos? Pues los propios periodistas. Pregúntele usted a un Eligio Valencia si le interesa ejercer la libertad de expresión. Pregúntele a un Vázquez Raña si es feliz con la Ley de Transparencia. ¿Para qué carajos iban a quererla? La realidad es que para muchos colegas, la máxima ilusión es matrimoniarse con el poder. La prensa y el gobierno son adversarios naturales que realizan funciones diferentes y cada uno de ellos debe respetar el papel del otro. El problema es que aquí por estos rumbos, la máxima ilusión de los periodistas es convertirse en funcionarios públicos y entrar en la nómina del gobierno. ¿Hacer un gran reportaje? ¿Investigar? ¿Escarbar? ¿Romperse un poquito la madre para buscar la verdad? Para qué. Eso no es cómodo. Cuesta trabajo, esfuerzo. Lo mejor es entrar a la nómina. Miren la que se dice asociación de periodistas. Chequen nada más cuantos de los que ahí se desempeñan trabajan en dependencias gubernamentales. Para la cultura del viejo periodismo, que tan viejo es que sigue de lo más vigente y de moda en nuestra Tijuana, lo común, lo deseable, lo normal, es que haya un matrimonio de funcionarios y seudo periodistas. Ellos no ven mal que puedas trabajar en un medio y al mismo tiempo hacerle los boletines a una dependencia o candidato. O pertenecer a una asociación de periodistas cuando hace muchos, muchísimos años no te desempeñas en algún medio y trabajas para algún político. Es parte de su cultura, es socialmente aceptado. Compartir tertulias, borracheras y comilonas con los políticos, es la apoteosis del viejo periodismo. Ahí están en su elemento. Nunca faltan. Están mucho más preocupados por candidatearse o ver quién carajos será el nuevo director de Comunicación Social de Gobierno, que por ponerse a cuestionar las estupideces de nuestros funcionarios. Resulta patético que quienes agasajen a los periodistas en su día sean los políticos. En todo caso, nuestra posición de mantener distancia con los funcionarios es vista por ellos como una extravagancia petulante. Cuando les digo que nunca en mi vida he ido ni pienso ir jamás a una fiesta promovida por algún político, me tachan de pedante y antisocial.
Me dicen que soy poco solidario con el gremio, pero en honor a la verdad, siento vergüenza de ser identificado y comparado con esa farsa que llaman mi gremio, en donde sólo unos cuantos merecen mi pleno respeto.

Mártires de una cruz llamada gol de visitante

Odio decir se los dije, pero... se los dije. Cuando un equipo italiano está parado en una cancha, debes marcarlo favorito, pues ellos traen bajo el brazo un conejo de la suerte o un trébol de cuatro hojas o un pacto con no se qué demonio, pero lo cierto es que irremediablemente, se salen con la suya. Cuando los das por muertos, sacan de lo más profundo de su calcetín un as con el que resuelven el asunto. Así se en el último minuto, así hayan parido cuates todo el juego, los italianos siempre ríen al último. PSV Eindhoven y Milán jugaron las semifinales de la Champions. Los holandeses fueron superiores durante los 180 minutos de duración del encuentro en dos capítulos. Propusieron el futbol, hicieron el gasto físico, se arriesgaron a muerte y sin embargo perdieron. 3-3 fue el saldo de los 180 minutos. 2-0 Ganó Milán en San Siro, 3-1 Eindhoven en el Philips. Luego de ver el juego de hoy, no pude menos que ponerme la camiseta de PSV. Que enjundia, que ganas, que propuesta ofensiva. Se la partieron bien y bonito para conseguir su objetivo y temporalmente lo consiguieron. Se pusieron 2-0- Listos para el tiempo extra o los penales, pero los rojinegros reaccionaron como un moribundo que dispara a su oponente cuando este se acerca a dar el tiro de gracia. 1-2 en el minuto 90. Todavía en tiempo de compensación los de Eindhoven reaccionaron y pusieron el 3-1, para hacer más dramática la tragedia, para morir como los grandes mártires de esa cruz de injusticia llamada gol de visitante. No hay pierde ni vuelta de hoja. Los de Holanda fueron mucho mejores. Ni modo. Las reglas estaban escritas. Hoy no ganó el mejor. En realidad, casi nunca gana. Así de injusto, como la vida misma, es el futbol. Será por eso que amo tanto este deporte.

Viajes de bajo presupuesto

Leo a mi compa Fausto Panter y sus deseos de ahorrar dinero para viajar. Lo único que me resta decirle, es que no hay dinero mejor invertido que el que se destina a mover la carne y los huesos a otros terruños.
Antes que comprarte un carro, gastar la lana en ropa o en aparatos inservibles, lo mejor siempre será agarra la mochila y treparse al avión.
Bajo mi criterio, viajar siempre será la prioridad. A lo largo de mi vida me las he arreglado para pasear y créanme que jamás me ha detenido el factor económico. Basta un poquito, sólo unos cuantos centavos y muchas ganas de agarrar la mochila para irse. Tengo en mis memorias hazañas de viajes concretados con presupuestos miserables o inexistentes. La falta de dinero jamás me ha detenido.
Mi primer viaje largo, emprendido por mi cuenta y sin la compañía de mis padres, fue en verano de 1988. Me fui con mi amigo Jordi Ferrer hasta Chiapas. Fue una travesía. Salimos de Monterrey rumbo al DF y de ahí tomamos un camión de la línea Cristóbal Colón hasta Tuxtla Gutiérrez Chiapas. Sin embargo, como acababa de pasar la elección en la que la caída del sistema de Bartlett que permitió que Carlos Salinas de Gortari le robara el triunfo a Cuatemochas Cárdenas, había un caos político en el país. Las carreteras de Oaxaca y Guerrero estaban bloqueadas por los cardenistas y por ende, la pollera línea de Cristóbal Colón no podía tomar dicha ruta. Así las cosas, la ruta que tomamos fue por Puebla, Veracruz y Tabasco para ingresar a Chiapas por la sierra de Oriente, es decir en la frontera con Tabasco. Un tirón de 25 horas desde el DF. Pasamos más de un mes por tierras chiapanecas. Para hacer ese viaje trabajé durante varios meses y junté 350 mil viejos pesos, que en 1988 eran un dineral. Regresé 40 días después a Monterrey y aún me sobraba dinero.
Siendo un adolescente me di mis paseadas por todo México. Hay quienes dicen que abusé de pichicatero y muerto de hambre, pero lo cierto es que si no me hubiera subido al camión sin un peso en la bolsa, tal vez nunca hubiera salido de Monterrey.
En agosto de 1991 me fui a Puerto Escondido, Puerto Ángel y Zipolite con la maravillosa cantidad de 200 pesos, que me duraron para más de dos semanas. Claro, durmiendo en la arena, en hamacas y comiendo una vez al día. Lo importante era sacar para el mezcal y otras delicias. En la Primavera de 1994 me largué a Tampico con 27 pesos en la bolsa. Mi amigo Carlos Macías lo debe recordar bien. No traía ni para una caguama. Eso por no hablar de mis periódicas escapadas a Real de 14 sin un quinto partido por la mitad, de colado en el tren nocturno. Una ocasión, con mi colega Leonardo del Bosque, nos fuimos literalmente de aventón en la carretera y un trailer nos llevó hasta Matehuala.
En septiembre de 1996, estando viviendo en casa de la familia Davy en Massachussets, me fui a Canadá con 60 dólares. En Toronto pasé la noche durmiendo bajo las columnas del Palacio de Justicia. Un homeless total.
Un mes después, me fui a Europa. Mi boleto redondo ruta Boston- Reikjavik- Londres, me costó 274 dólares. En mi cartera llevaba exactamente 600 dólares, con los que recorrí siete países a lo largo de dos meses. Llevaba la mochila repleta de barras de granola que en ocasiones era mi único alimento en el día. Varias veces dormí en la calle o en parques (inolvidable esa primera noche durmiendo en las calles de Londres) Otras veces mes las arreglé para colarme sin pagar a los cuartos de los hostels o para salirme sin pagar.
Confieso que desde que estoy casado los viajes ya no son tan pordioseros como en mi adolescencia, pues a Carolina no le gusta eso de dormir en terrenos baldíos y centrales de autobuses, aunque tampoco nos hemos limitado por la falta de feria.
Claro, hay quienes son más felices viajando todos los fines de semana a los mismos antros en donde encontrarán la misma gente. Otros son felices yendo a sitios mierdozos como Las Vegas o Disney. Yo considero que ir a sitios tan prefabricados y artificiales no es viajar, pero cada quien. Si a mí me piden un consejo (nadie te lo ha pedido Daniel) siempre les digo lo mismo: Agarren la mochila y no pierdan más tiempo. Lo importante es irse. Regresar es lo de menos.

COC

Prometí no adquirir más discos, es cierto, pero la carne es débil y bueno, al menos me queda el consuelo de que adquirí un señor disco de esos que no voy a dejar de escuchar en un buen rato. Se trata del nuevo trabajo de Corrosion of Conformity titulado In the Arms Of God. Putísima madre, vaya discazo. Yo empecé a escuchar a COC allá por 1989- 90, cuando eran una banda de hard core crossover. Ahí tengo en mis cajas varios viejos casetes, como el Eye for an Eye y el Technocracy. Pero del sonido harcorero crudo y despiadado, pasaron a unos riffs sabbathianos garageros y lentos. Su álbum Wiseblood de 1996 sonó medio grungero, sin embargo, si quiero recordar 1996 y mi estadía en Massachussets, nada como las canciones de ese álbum, que se convirtió en el soundtrack de aquella bella época. Aún recuerdo esa tocada en pleno centro de Boston. Pero bueno, eso es el pasado.
El presente es In the arms of God y juro que no afirmo esto motivado por la emoción de tener en estos momentos el disco en los audífonos reventando en mis oídos, pero es el mejor disco que ha hecho COC en toda su hardcorera existencia. Pocas veces había escuchado un disco tan variado. Los clásicos riffs sabbathianos con una densidad demoledora no faltan, pero le agregan una buena dosis de psicodelia y guitarras acústicas. Hasta hay una rola que suena a los Beatles, otras a southern rock y otra que tiene una carga netamente thrasher. Stone breaker, Paranoid (no es la de Sabbath) Opioid, Crown of Thorns, Dirty hands son señores rolones. Los riffs son lo más potente. En verdad necesitaba escuchar algo así.
Lo que es un hecho, es que el Pray de Tiamat y el Arms of God de Corrosion of Conformity, se han ganado el título de los Discos del 2005 y me atrevería a decir que estos dos están entre los mejores discos que he comprado en el Siglo XXI.

Tuesday, May 03, 2005

Tú nunca caminarás solo-Liverpool 1-0 Chelsea
Revive la leyenda de Anfield Road

El último barco ha salido del puerto de Liverpool. Once caballeros vestidos de rojo lo han abordado. Su destino es Estambul. Su objetivo, traerse de regreso en ese barco una copa de orejas grandes.
El noble caballero se impuso al nuevo rico. La sangre azul que corre por la roja camiseta del histórico Puerto, ahogó las pretensiones arribistas de los millonarios de moda del Oeste de Londres. A veces para imponerse en las grandes batallas, hace falta historia y apellido en el escudo de armas, esos que le sobran al Liverpool y le faltan al Chelsea.
Al pisar el pasto sagrado de Anfiled Road, los hombres de Mourinhno debieron recordar la frase que enmarca el escudo de los rojos del Puerto: You Never Walk Alone. Y es que al escuchar miles de gargantas frenéticas ahogando un grito escarlata, al visitante le quedó más claro que nunca que en Anfiled los Reds nunca caminan solos. Imaginé una batalla europea cerrada, tensa, acaso de tiempos extras y penales, pero desde los tres minutos, los locales conjuraron el único marcador que podía forzar el alargue. Impresionante la flexibilidad de Milan Baros. El tocayo de su paisano Kundera se metió al área londinesa como cuchillo en mantequilla. Y lo primero que gritamos al verlo planchado por su otro paisano, el portero Cech, fue PENAL y apenas nos percatamos de la ley de la ventaja y de un español que contrario a la ibérica costumbre, no llegó tarde a la cita. Luis García encontró un balón mostrenco en el prohibido territorio del área chica y bombeó hacia una portería semidesnuda. Y digo semidesnuda, porque si bien el arquero Cech yacía sobre la hierba, el francés Gallas casi llegaba puntual a la cita. Estiró su larga pierna morena y enganchó la pelota bombeada por García, pero llegó una media fracción de segundo tarde, esa fracción fatal, suficiente para que la sombra de la circunferencia esférica rebasara por aire la frontera entre la Gloria y el Infierno. ¿Cruzó esa frontera la pelota? ¿O se quedó en el intento como un mojado que busca sin éxito burlar a la Patrulla Fronteriza? No lo se. Creo que la espontaneidad con que Luis García levantó los brazos y sonrío y los débiles por no decir inexistentes reclamos de Chelsea, son la mejor prueba de que esa pelota entró. Pero ¿Que sería de los grandes partidos sin la polémica inmortalizada en el recuerdo como un tatuaje incómodo? Eso fue en el minuto tres señores. Faltaba mucho, muchísimo, una eternidad. Imaginé que veríamos un concierto de Chelsea con triangulaciones, paredes centellantes, cambios de juego de 50 metros y mortíferas diagonales en área chica, pero no. Al Chelsea le chuparon la creatividad con una aspiradora, o la muralla roja que plantó Rafa Benítez fue infranqueable como un muro de Berlín. Disfruto mucho ver a un equipo defenderse con fe, con el coraje de alguien que lucha por su vida y defiende con los huevos y el alma ese gol dudoso. Esos seis minutos de agregado fueron los más eternos de la historia del gran puerto y cuando la rubia pesadilla islandesa Gudjohnsen asestó un último y casi letal latigazo, el aire y el alma abandonaron por un momento el cuerpo de los miles de aficionados. Pero llegó el silbatazo final y se consumó la hazaña. 20 años después, los Reds vuelven a disputar la orejona. El último barco ha salido del puerto de Liverpool y va directo y sin escalas hasta Estambul


Me quedó con las shakespereanas dudas expresadas en la página de Chelsea, en donde cual Hamlet del área chica, se cuestionan sobre el gol que les arrebató el sueño europeo.

Was it a goal? Was it a penalty if not a goal and maybe a sending off offence? It was too close to call even on television replays, it was certainly controversial and Chelsea?s complaints were impossible to prove justified or unjustified.


Y sí, imposible no reconocer que Liverpool comenzó a ganar el partido desde el momento en que los jugadores escucharon el retumbar de la gritería, en la grada.

Anfield was an awesome barrage of noise before kick-off with the whole ground supporting the team, but the Kop?s noise turned to boos when Terry won the toss and made Liverpool attack that end in the first-half.


Esta fue la historia y yo sólo puedo afirmar, que el próximo 25 de mayo traeré bien puesta mi roja camiseta de Liverpool. En verdad me haría feliz verlos campeones.

Monday, May 02, 2005

La ciudad es un estado de ánimo

En el blog de www.septimosentido.blogspot.com/, leo que su autora se ha ido a vivir al DF iniciar una nueva vida. Irse del Norte de Sonora a la mismísima Gran Tenochtitlán es algo más que una odisea. Leer su blog me ha hecho revivir algunos añejos recuerdos. Recuerdo el triste mes de diciembre de 1988, concretamente la noche del 16, cuando me marché de Monterrey para ir a vivir en la capital de la República. Casi cuatro años de mi vida pasé viviendo en esa ciudad. Al principio la idea me parecía simplemente insoportable. Para un adolescente de 14 años que ha pasado toda la vida en el mismo colegio, un año de cambios radicales como fue el 88 acaba por erosionarle la personalidad. Confieso que como buen regio, tenía demasiados prejuicios hacia los chilangos y su ciudad. Su acento me resultaba repugnante, propio de películas como el Milusos y los veía como una pandilla de incurables ladrones en los que por ningún motivo se podía confiar. Durante casi todo mi primer año en el DF anhelé el retorno a Monterrey más que cualquier otra cosa en la vida. Bastaba cualquier pretexto para que me fuera por largos periodos a la Sultana del Norte. Pese a que vivíamos en una preciosa casa en la colonia La Herradura, el aire de la capital me sentaba pésimo, me daba mucha tos, extrañaba el calor regio (sí, aunque usted no lo crea) y renegaba del calor y las distancias. Pero eso sólo fue el primer año. Pese a que tuve muchos y muy diversos grupos de compañeros de correrías, poco a poco fui conociendo a los que de verdad serían amigos en todo el sentido de la palabra, de esos que cuentas con los dedos de una sola mano: Rodolfo Cruz, Carlos Macías, Salvador Adame, Gabriela Menéndez, todos ellos mis hermanos. Nunca antes había tenido amigos tan entrañables. Más tarde me hice novio de Carime Jure, una mujer que en verdad me encantaba y mi vida fue feliz. Poco a poco, me fui adaptando a la vida de la capital y hasta mi acento era ya cantadito. Mi vida se volvió alegre, divertida. El DF estaba lleno de reventones, de vicios suculentos, de tocadas metaleras y las morras eran mucho más abiertas y tolerantes que en Monterrey. Admito que fui feliz y dejé de extrañar mi tierra natal. En la Primavera de 1991, casi por compromiso, hice un viaje a la Isla del Padre con mis amigos regios, los que habían sido mis compañeros desde la primaria. El desencuentro fue espantoso. Al verlos me costó trabajo creer que yo crecí a su lado en la infancia. Todos ellos me resultaron una odiosa pandilla de provincianos, mojigatos, acartonados incapaces de disfrutar la vida. Yo me había convertido en un chilango y si en se momento me hubieran dado a escoger vivir el resto de mi vida en esa ciudad, lo hubiera aceptado sin dudarlo. Yo amaba la Ciudad de México. Pero entonces sobrevino la tragedia. En agosto de 1992 regresamos a Monterrey. El retorno a la patria chica fue mucho peor, mucho más aborrecible que la emigración cuatro años antes. El calor me pareció insoportable, simplemente inhumano. ¿Cómo carajos había podido crecer yo en semejante infierno? Mis paisanos regios me parecían insoportablemente pueblerinos, pretenciosos, persignados, como viles ricos de rancho. Caí en una depresión e hice todo lo posible para volver al DF. Cada que tenía un poco de tiempo y dinero (o aún sin dinero o sin tiempo) me iba al DF, a veces por largas temporadas de meses que pasaba en casa de mis amigos. Incluso me inscribí al examen de la UNAM con la intención de estudiar Historia. Algunos amigos me ofrecieron vivir en su casa. Pero la falta de apoyo y de dinero me hicieron cancelar mi proyecto. Con todo el coraje del mundo tuve que quedarme en Monterrey y solamente por no estar desocupado, me metí a estudiar derecho. Y sucedió que me adapté. Nuevamente fui feliz en mi tierra. Cada vez iba menos de viaje al DF y cada vez extrañaba menos esa ciudad. Hasta que en 1999, concreté un nuevo éxodo.

Hoy en día no vivo ni en México ni en Monterrey, sino en Tijuana, una ciudad con vialidades de rancho atiborradas de carros prehistóricos que deben burlar un millón de baches, con un sistema de transporte de quinta categoría, en donde en un solo mes matan a 54 tipos (me quedé corto con los 51 que escribí ayer) y que por si fuera poco, no tiene equipo de futbol (bajo mis criterios, carecer de equipo de futbol en una ciudad equivale a uno de los máximos niveles de subdesarrollo) Sí, en teoría aquí carecemos de muchas de las comodidades y atracciones que se tienen en el DF y en Monterrey y sin embargo no cambiaría a Tijuana por el DF o por Monterrey. En verdad, considero que se vive mejor en Tijuana que en cualquier otra ciudad donde haya vivido antes. ¿Serán mis circunstancias personales? ¿Será que cada quien habla como le va en la feria? No lo se. Lo cierto es que desde enero de 1997 no piso el DF y no extraño en lo más mínimo a la ciudad. Añoro a mis amigos, es cierto, pero puedo morirme tranquilamente sin volver a la Gran Tenochtitlán. Tampoco añoro Monterrey. Añoro a mi familia, pero no a la ciudad. En lo absoluto.
He llegado a pensar que la ciudad donde uno vive es en realidad un estado mental. Uno no ama u odia las calles, edificios y plazas de un sitio, sino los sentimientos con los que las recorre. Uno puede ser inmensamente desdichado en París y hasta creo que se puede ser feliz en Mexicali. Más que un espacio concreto, la ciudad es un estado de ánimo.

Manjares futbolísticos

En estos tiempos hay un derroche de buen futbol en el Viejo Continente. Abril y mayo son meses de grandes partidos. Las mejores ligas del mundo entran en su fase final y empiezan a definir sus campeones, mientras ese bendito manjar llamado Champions llega a la semifinales. Puro duelo de excelsa calidad lo que nos aguarda.
Por lo que respecta a este torneo, debo decir que sentimentalmente me identifico con Liverpool y PSV, pero todos sabemos que llegarán Milán y Chelsea. Son los dos obvios favoritos.
Chelsea es en este momento el equipo que mejor futbol está jugando en Europa y por ende en el Mundo. Es un equipo de esos que están pintando para hacer historia. El sábado los ví coronarse campeones de Inglaterra contra el Bolton, el premio a un año de derroche de virtudes futbolísticas y espectacularidad sin límites. He seguido casi todos sus juegos y creo que hacía un buen rato no se veía un equipo con tal vocación de verticalidad, capaz de manejar semejantes triangulaciones y cambios de juego. Acuérdense bien de Lampard. Pronto hará olvidar a Beckham. Chelsea es uno de esos equipos de ensueño con un toque sui generis en su conformación.
Un técnico portugués que habla ocho idiomas y que nunca fue futbolista, sino traductor. Un portero de República Checa, un delantero de Islandia, otro de Costa de Marfil, tres portugueses, el mejor defensa central de Inglaterra y acaso de Europa, un crack de la media cancha destinado a ser el nuevo superestrella que eclipsará al spice boy. Eso es el Chelsea. Si la Champions la gana el equipo que está jugando mejor futbol, entonces la debe ganar Chelsea y punto.

Ahora, que si me preguntan quien creo yo que va a ganar la Champions, les diré que el Milán. ¿Por qué? Pues porque cuando está en juego la Copa de las Orejas Grandes, una camiseta fría y una sala de trofeos atiborrada suelen pesar más. Pésele a quien le pese, cuando un italiano está en la final de la Champions, hay que darle siempre un mínimo favoritismo. Y es que estos partidos los suele ganar quien se defiende mejor y es más zorro para aprovechar los errores del contrario. Para acabarla, el Milán cuenta a su favor con el elemento suerte, que las más de las veces está del lado de los italianos.

Por lo que respecta al PSV, creo que su mejor argumento es que lo dan por muerto. PSV dio un juegazo en Milán. De verdad me sorprendió su descarada agresividad y su capacidad de poner en predicamento a la defensa milanista. Pero mientras los holandeses son expertos en dar juegos maquinalmente preciosos cuyo único inconveniente es que los pierden, los italianos saben mucho de dar juegos pasados de sobrios, por no decir aburridos, cuya única ventaja es que los ganan. Un 2-0 en contra en Champions y frente a Milán, parece una barrera infranqueable, dos goles que al ver parado a Dida bajo los tres palos, parecen estar lejos, muy lejos de los sueños de Eindhoven. Por eso precisamente pueden llegar. Porque nadie cuenta con ellos y son en apariencia lo más débiles de los cuatro.

Por lo que respecta a Liverpool, ya he dicho que me parece un noble en desgracia que busca renovar las glorias del pasado. Chelsea es el nuevo rico de Londres que presume sus millones. Liverpool el príncipe que pese a 20 años de vacas flacas, tiene el pecho atiborrado de las medallas que le han colgado sus antepasados. Liverpool es el equipo inglés que puede presumir más títulos internacionales, pero hace 20 años, en el estadio de Heysel, varias decenas de muertos le colgaron una maldición. Un equipo inglés con sabor español, una oncena con mucho corazón. Confieso que me gustaría mucho ver ganar a Liverpool. Tengo su roja camiseta y es una de mis favoritas. Mañana Anfiled Road será una pesadilla para Chelsea. Acuérdense lo que dice el centenario escudo de Liverpool: You never walk alone. Será un gran partido. Eterno Retorno lo recomienda ampliamente.

Y por lo que a estos rumbos respecta

Basta no desear algo, sentir una profunda indiferencia hacia un premio, para entonces obtenerlo. Por primera vez en mis más de 20 años de aficionado Tigre, he dicho que no me interesa en lo más mínimo que el equipo califique a la liguilla. Su eliminación no me haría enojar ni me generaría frustraciones, por la simple y sencilla razón de que en este momento mi obsesión es la Copa Libertadores de América. Los partidos de liga los he seguido con un dejo de complacencia, con la modorra que genera el pronunciar no hay pedo si perdemos, hay que ser reyes de América, no de la mediocre liguilla mexicana. Pues bien, basta no desear la calificación para tenerla ahora al alcance de la mano. Por las bondades de nuestro miserable y mediocre sistema de competencia y por estar en un grupo de segundos lugares pobres, Tigres tiene a tiro de piedra la clasificación. Al menos depende de sí mismo. Basta con ganarle al descendido Puebla, mientras las mediocres Chivas, tratarán de enviar al sótano general a esa lamentable caricatura llamada Pumas, cosa que de nada le servirá si el Tigre ruge en el Cuauhtémoc. No me fío de la aparente comodidad de los equipos descendidos. Bien recuerdo que en el 2000, para calificar Tigres sólo requería ganarle al descendido Toros Neza y los hijos de su nezatelnse madre nos empataron 3-3 y por ende, nos echaron fuera de la liguilla.
Debo además confesar que siento una morbosa felicidad de ver descender a Puebla. La ciudad de por sí me es antipática por mojigata, tradicionalista pedante y por estar vinculada históricamente a la traición. Los poblanos siempre apoyando al invasor, siempre con los conservadores, con los grandes inquisidores. Además, nunca olvidaré aquella final de copa de 1990, cuando el mafioso de Emilio Maurer compró al cuerpo arbitral para ganarnos. Históricamente, el Puebla es de los equipos que más aborrezco en el futbol mexicano. Púdranse en el sótano, que bien merecido se lo tienen. Además, pese a lo ruidosos que son, me caen mejor los sinaloenses que los poblanos y en honor a la verdad, mil veces los Dorados antes que los Camoteros.

Sunday, May 01, 2005

51 muertos con aroma primaveral

Durante el primaveral mes de abril, mientras la naturaleza se dedicaba a vestirse con sus mejores galas y miles de pajaritos, conejos, ardillas y otras bestezuelas salían de sus nidos para descubrir el Universo, en nuestra bella Tijuana se despacharon a 51 seres directo y sin escalas al otro barrio. 51 homicidios nada más en un mes. Casi de a dos muertitos por día nos anda tocando. En lo que va del 2005 ya suman 158 asesinatos si no me equivoco, aunque basta con no actualizarme en un día para que la cifra se incremente. Más de una persona de fuera me ha preguntado si es posible vivir feliz en una ciudad tan violenta. Y la respuesta es SI, se puede ser feliz y vivir con una pacífica modorra dominical mientras paseamos por el parque y miramos el Sol ocultarse tras las Islas Coronado. Alguien me hacía ver que en una ciudad en la que se cometen 158 asesinatos en cuatro meses, se está a un nivel de guerra, pues no son cifras propias de una ciudad que se presume vive en tiempo de paz. 158 muertos, me decían, nos pone a un nivel de Bagdad. Pero lo más tijuanense del asunto, es que por estos rumbos somos felices. Decenas de miles de litros de cerveza se consumen cada fin de semana, la música suena, las copas se vacían, la gente ríe, baila, desea, coge, duerme, despierta, se cura la cruda con un aguachile, vuelve a beber, hace como que trabaja, habla, eructa, vuelve a beber a bailar y los muertitos se siguen amontonando, como papeles viejos y empolvados en un escritorio. Casi por rutina, por simple costumbre o nomás por no dejar, los siempre incómodos reporteros, cual buen cadillo entre las nalgas que somos, cuestionamos a los funcionarios sobre los altos niveles de violencia. Señor alcalde, como es posible, 158 muertos y usted dijo que no le temblaría la mano. Señor Procurador, hubo cuatro muertos el fin de semana, estamos en las manos del hampa, la violencia es imparable. Estas preguntas, de rigor en toda entrevista banquetera, representan una de las formas más elevadas de tedio. Son tediosas, porque de antemano todos sabemos lo que responderán los funcionarios. Si le has preguntado al alcalde, te dirá que el Ministerio Público Federal no está haciendo su trabajo, pero que la Municipal ha detenido a varios miles de mafiosos y traficantes y si le preguntas al Procurador, él te dirá que su trabajo no es prevenir, sino actuar cuando las cosas ya han sucedido, pero casi el 50% de esos homicidios han sido resueltos y el secretario de Seguridad te dirá que pongamos todos nuestra fe en que el intercambio de juguetes bélicos por útiles escolares traerá la paz a nuestro estado y el Gobrnador dirá que son ajustes de cuentas entre mafiosos, pero que la gente buena, sana y temerosa de Dios vive en santa paz. . Y todos, eso sí, coinciden en que no todo es culpa de la Policía. La sociedad vive una crisis de valores, los padres deben saber con quién se juntan sus hijos, la droga trastorna las mentes. Y mientras, los asesinatos se siguen cometiendo y las notas son cada vez más breves, más aburridas, dos párrafos refundidos en un rincón de la página policíaca. ¿Quienes son todos esos muertos, de dónde carajos vienen, por qué nadie los reclama? Como la mayoría son hombres, ni siquiera son dignos de una escandalera feminista que los eleve a la categoría de mito como las Muertas de Juárez. Los muertos de Tijuana son polvo aún desde antes que el cadáver entre en descomposición. Son polvo incluso antes de morir. Son tan anónimos como el millón de muertos de una guerra, con la diferencia que ellos no tendrán siquiera derecho al monumento al soldado desconocido. ¿Se imaginan si en Tijuana hubiera un monumento al encobijado? Un tributo a esos miles y miles de seres cubiertos de cinta adhesiva y cobija que son pan de cada día de ministerios públicos y reporteros policíacos. Esos 12. 17 de la frecuencia que irremediablemente son condenados al olvido al día siguiente.. A menos que seas una chica guapa habitante de la Colonia Hipódromo como Angie, merecerás que los burguesoides de esta ciudad marchen por las calles y sólo si tu asesino fue un adolescente desquiciado de 15 años de edad, merecerás que la nota de tu muerte no se agote en en día. Si apareciste envuelto en una cobija en un terreno baldío de La Presa, tu destino será convertirte en dos parrafitos para engrosar la estadítica y ser olímpicamente olvidado al día siguiente.Créalo usted o no, en Tijuana se puede ser feliz con 158 muertos amontonados en los archiveros de la Policía Ministerial. Al menos tengo la certeza de que vivimos más tranquilos y menos estresados que en el DF. A la mayoría de los tijuanenses nos preocupan otros asuntos. Pregúntele usted a un tijuano sobre sus preocupaciones cotidianas: Que la línea esté atiborrada el sábado, que la 5 y 10 se pone intransitable, que cada vez hay más baches sobre el libramiento, que está pronosticada una lluvia, que están rematando carros a muy buen precio en El Cajón, que el 2 x 1 en la cerveza en el Sótano Suizo se prolonga una hora y que las ofertas en Chula Vista están de no desaprovecharse. Y sí, por supuesto que preocupa la inseguridad, pero no por los muertos, sino por la cantidad de carros que se roban, por los cristalazos a las casas. Pero pare usted de contar. Los muertos son estadística lejana, como si esos bultos encobijados aparecieran a miles de kilómetros de aquí y no en la esquina de nuestra casa. Así de tijuanero es este asunto de los muertos.

Wallander

Siempre me da por pensar en lo que pasaría si Kurt Wallander viviera en Tijuana. Para quienes no lo conozcan, Kurt Wallander es un detective sueco que trabaja en la aburria población de Ystad, provincia de Escania, al sur de Suecia. Es un personaje creado por Henning Mankell. Este detective, conservador y algo anticuado, se horroriza e vivir en una sociedad que ha perdido sus valores y la resolución de un crimen, un solo crimen, es capaz de consumir más de 400 páginas y quitarle el sueño durante meses. ¿Qué haría en una ciudad donde en cuatro meses tendría sobre su mesa 158 expedientes criminales?
Por cierto que la serie Wallander tiene un nuevo ejemplar. Se denomina La piramide. Como en las mejores sagas, cuando un personaje se ha vuelto muy popular, lo más moderno y novedoso es hurgar en su pasado e indagar sobre su origen. La piramide son varios relatos cortos de un Wallander jovencito, recién ingresado a la policía. Me llama mucho la atención leerlo.Ya tendremos noticias. Lo que yo no sabía, es que Mankell ha decidido titular a toda la saga Wallander como Novelas sobre el desasosiego sueco.

Morir por una idea

Uno de los mejores libros que he leído en los últimos meses, es Reconstrucción de Antonio Orejudo. Una de las mejores frases que pronuncia el personaje Berhn Rothmann, cuando ya se ha olvidado de su lucha anticatólica y es un viejo tipógrafo que vive oculto de la Inquisición, es que nada hay más tonto y absurdo que morirse por una idea.
En la adolescencia se me hubiera hecho una frase abominable. Ahora que soy adulto, empiezo a coincidir con él.. En nuestra cristiana cultura, tan proclive al azotaje, valoramos demasiado el martirio. Después de todo, el martirio es el cimiento de nuestra estructura religiosa. ¿Qué sería el cristianismo sin sus mártires? Morir por, sacrificar el cuerpo y la terrenal vida en pos de algo. Si ese algo es un ideal serás venerado. Sacrificar un cuerpo concreto en pos de un sustantivo abstracto.es el pasaporte al cielo. Eso fue nuestro Siglo XX. Millones de cuerpos concretos inmolados en el altar de las ideas abstractas. Dar la vida por el socialismo, por la libertad de un pueblo, por la igualdad de razas, por un credo religioso, por la supremacía de una nación. Si la vida es de por sí absurda, pretender hacer de su entrega el máximo valor, es el colmo del absurdo.

Matrimonios gremiales

En el medio en el que sobrevivo, lo más común son los matrimonios entre la gente del gremio. En Monterrey era algo común, en Tijuana es también el pan de cada día y supongo que en cualquier lugar del mundo donde se practique esta calamidad llamada periodismo sucede lo mismo. Dicen que los que nos dedicamos a esto no tenemos vida propia y por ende sólo nos podemos relacionar con quienes hacen lo mismo. Por eso son inevitables los amoríos de redacción. Matrimonios de fotógrafa y reportero, de diseñador y reportera, de reportero con reportera, de fotógrafo con fotógrafa. Puedo dar una larga lista de ejemplos. Los que vivimos de esto, dicen, no tenemos tiempo para conocer a nadie más, y como eso que llaman amor se rige por ley de probabilidades y no por destinos mágicos, príncipes predestinados u oníricas dulcineas, la línea hacia el matrimonio suele ser la más corta y la línea más corta es la que conduce al escritorio de a lado, donde una compañera, a fuerza de diaria y forzada convivencia, acaba por resultar guapay como al llegar los 30, más de uno siente que el tren del matrimonio está saliendo sin boleto de regreso, acaban por subirse al cabús. No se a que pagano dios deba yo darle gracias por no haberme casado con una mujer del medio periodístico. Puta madre, eso sí que sería una pesadilla. ¿Imagínense que estuviera yo casado con una reportera? Vaya estrés insoportable. Por fortuna me casé con una psicóloga que nunca, ni por asomo, ha tenido la más mínima curiosidad por dedicarse a este karma de oficio. Carolina es una mujer inteligente. No me la imagino ni la podré imaginar nunca metida en estos pantanos, hablando sobre grillas políticas, preocupada por cierres a tiempo, por notas que se van, por entrevistas canceladas y reportajes no terminados. En honor a la verdad, las mujeres del medio periodístico jamás me han llamado la atención. Las más de las veces son poco agraciadas físicamente, suelen ser neuróticas, pretenciosas, con aires divos, intratables casi siempre. Tal vez lo único peor y más detestable, es una mujer del mundo de la literatura con delirios de poetisa o escritora. Eso sí que es la peste. Es por ello que en los más de 10 años que llevo metido en estos berenjenales periodísticos, jamás me he relacionado ni siquiera en términos amistosos con una mujer del medio. Será por esa barrera de hierro que coloco entre mis colegas y yo,. por esa manía de no tener amigos que despeñen esta chamba y por el hecho de que cuando he acabado mis tareas, siempre corro a casa, muy lejos de todo lo que huela a ejercicio periodístico. El periodismo, si te lo administras en dosis moderadas como lo hago yo, puede ser llevadero. Por eso yo nunca estoy presente en la redacción a menos de que tenga algo que hacer ahí y una vez que he concluido, lo más sano es largarse a casa. También suelo decir no a las tertulias del gremio. Ya bastante tengo con chutarme manadas de reporteros todos los días de la semana. ¿Se imaginan ahora compartir la cama con alguien del gremio? Tragame tierra. El periodismo metido hasta en culo. No gracias. Yo paso.