Eterno Retorno

Friday, January 24, 2003

Un par de escritores que se pelean por un premio literario otorgado por un organismo oficial y se descalifican uno a otro alegando fraude, ofrecen un espectáculo mucho más repugnante que ver a un par de de trasvestis jalándose las greñas en franca disputa por la verga de su padrote.


Joder, hombres del saber, ios a cagar---La Polla Records, Balada inculta

Pese a que soy un fiel aficionado a la literatura, soy partidario de la total eliminación de todo tipo de apoyo gubernamental a la cultura. Al carajo, el gobierno está para tapar baches o ampliar avenidas, no para mantener parásitos.
Cuando mi camioneta cae en un bache o estoy sumergido en el caos vial de una avenida, pienso en el destino del dinero destinado a un mierdozo premio literario o la beca otorgada a una rémora profesional de la cultura o a un puetastro jotolón que se embriaga en los narcisisísticos jugos de su propia pendejez y que ni siquiera es capaz de pagar sus propias caguamas, pues está acostumbrado al vino barato de exposición o al coctelito miserable de presentación de libro.
Vayan a la mierda con su apoyo a la cultura. Apóyenla ustedes o que la apoyen sus putas madres y pónganse a jalar.


Comunismo literario

Hoy, dando un paseo por la librería del Cecut tuve a bien pensar ¿Cómo sería la literatura si se aboliera la personalidad del escritor y las editoriales? Sería fantástico, vivir en un mundo de libros anónimos que fueran leídos por puro placer. Imaginen un mundo donde existieran todos los libros que existen y han existido en la historia de la humanidad, pero sin firmas y sin sello editorial que los distinga. Todos tendrían la misma fisonomía, negros, blancos, rojos, como ustedes quieran, pero sin autor y sin sello editorial. Un mundo de total comunismo literario en donde uno no sabría si una obra es publicada por Tusquets o Alfaguara o por las ediciones de la Universidad de Hualahuises o si la edición fue pagada por el mismo escritor. Físicamente los libros tendrían absolutamente misma calidad. El papel sería el mismo, las pastas serían idénticas y no tendrían prólogos ni mucho menos frasecitas rimbombantes en la contraportada. Y nunca nadie podría saber si el libro lo escribió Joyce, Shakespeare, Saramago, el preparatoriano que ganó el concurso de su escuela, el profesor amargado de una universidad de pueblo, o la favorecida ramera de una institución cultural. Al carajo, todos tendían la misma firma: Anónimo. Ese sería un buen pacto entre literatos. Renunciar al nombre. Pero los escritores son peor que unas putitas concursando en un certamen barato de belleza. ¿Renunciarían a su nombre? ¿Lo harían? Creo que el pacto es la mayor utopía. Tendría que haber un régimen estalinista que prohibiera a los autores firmar sus obras.
Así se acabaría el conoces a tal o las leído la obra de tal o yo soy tal. Al carajo. El escritor como figura desaparecería de la faz de la tierra. Solo habría obras. Al carajo. El placer de la lectura radicaría en la obra misma. Se podría leer sin prejuicios y acabaríamos de una vez con esa despreciable especie de ser humano que se cree superior por haber publicado un conjunto de palabras escritas.
Yo mismo acabaría con mis prejuicios sobre ciertos escritores. Desde hace algún tiempo he tenido curiosidad de leer a Alberto Ruy Sánchez. Los labios del agua y Los nombres del aire se me hacen títulos sugerentes. Ayer ví al tipo en la tele y me causó repulsión. El típico chilanguito culto que habla como puto y tiene actitud de parásito de institución cultural
Miras las fotos de gente como Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Pablo Soler Frost y te das cuenta que tienen el rostro del nerd más repugnante de tu salón, al que con gusto le habrías rajado una patada en el culo, le habrías dado un zape o le pondrías un letrero de pégame en la espalda (con excepción de Soler Frost, que me agrada, el resto me da hueva). O escuchas a Mario González Suárez criticar el gusto de los mexicanos por el futbol y el pisto barato ¿quien se cree el pendejo? Diciéndote que la neta de la literatura mexicana son Salvador Elizondo, Guadalupe Dueñas. A tomar por culo. Paisajes del Limbo me aburrió horrorosamente. Ven como soy de prejucioso. Tal vez si los libros no tuvieran firma ni foto ni vestigio alguno de su autor, leería muchos libros que hoy en día no leo por prejuicio. En fin, ya lo he dicho antes. Suelo amar los,libros, pero odio a los escritores.



Hace unos días, escribí en este mismo espacio bloggeriano acerca de mi incomprensión por el culto que se le rinde a Sergio Pitol. ¿Y qué hice hoy? Comprarme Los cuentos de una vida, antología del cuento universal compilada por el veracruzano- poblano. Pitol no me choca. Simplemente no entiendo el culto que algunos le rinden aunque poco a poco me voy sumergiendo en su obra. De cualquier manera este libro es una antología compilada por él de sus autores favoritos y no una selección de sus propios cuentos como alguien me había dicho.
Bueno, por lo menos sus gustos son muy buenos, aunque predecibles. En la antología están Monterroso, Chejov, Faulkner, mi paisano Alfonso Reyes, Onetti, Cortázar (a huevo) Henry James, Borges (a huevísimo), Gombrowicz, Arreola, Gogol y otros más.



Wednesday, January 22, 2003


El spleen electrónico
(o las razones por las que todo lo que huele a rave me genera un ahuvamiento insoportable)

Baudelaire fue un poeta que tuvo la habilidad de cantar con maestría al tedio. Le llamó el spleen y sus versos tienen el sabor de la invernal humedad impregnada en viejas paredes, las podridas prostitutas del Barrio Latino, el dolor de la sífilis en una noche de insomnio. Dentro del universo de mi spleen particular la música electrónica y su ambiente ocupan un lugar preponderante. Spleen. La verdad, no encontré una mejor expresión para describir lo que me produce este fenómeno musical. Ya explicaré la historia.
Por ahora, creo que despertaría más polémica si me pusiera a disertar sobre los motivos por los que detesto la música electrónica. ¿Que les parecería? Una disertación intolerante a más no poder. ¿Cual sería un buen título? “Disertación sobre los motivos por los que la música electrónica me da una hueva impresionante.” “Disertación que explica los motivos por los que la música electrónica mutó en mi esfera de gustos de la huevona indiferencia a la total repulsión”. O un simple título muy ala mexicana “La música electrónica es de putos”
Disculpen, lo que sucede es que estoy enojado. Me enteré que Dark Tranquility tocó en Monterrey el pasado 10 de enero, concretamente en el Escena. ¿Saben lo que es eso? Los padres del sonido Gothenbörg, en la Sultana, en un antro de primera. Yo quiero a Tijuana, deseo vivir aquí toda mi vida, adoro su clima, pero hay solo dos cosas que me hacen pensar en volver a mi tierra. Los partidos de futbol y los conciertos de metal. Mis dos grandes aficiones no se ven satisfechas en esta ciudad. No hay mucho futbol y casi no hay tocadas de metal. Nacional de Tijuana juega en horarios cada vez más complicados y su nivel de juego ha bajado considerablemente. Los deportes gringos me generan tedio. No se como se juega el beisbol ni me interesa saberlo.
Aquí el metal europeo es casi desconocido. En la Ciruela Eléctrica raramente encuentro un título de la Nuclear Blast o la Century Media. A veces pega pero es raro. Sergio está contaminado por la epidemia electrónica. Recuerdo que hace muchos años, cuando vivía en Monterrey y Tijuana era solo una lejana frontera para mí, yo me enteraba que en esta ciudad tocaban grandes bandas: Mercyful Fate, Slayer, Carcass y yo decía, “en esa ciudad debe valer la pena vivir solo por sus tocadas” Nunca imaginé que vendría a vivir en sus calles: Tras cuatro años de vivir en Tijuana, la única tocada a la que he asistido en territorio tijuanense es Ángeles del Infierno Párenle de contar. En cuatro años solo he visto flyers de raves y estúpida parafernalia por el estilo. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Nortec hasta por la orejas y por el culo. ¿No se saben otra cosa? No escucho música norteña ni música electrónica. Mucho menos me va a gustar su combinación. Mi ex compañera de Frontera Karina Paredes me dio a escuchar el disco del colectivo y me dio una hueva enorme. En fin, hablar de hueva con música electrónica suena a pleonasmo. Para empezar no pude notar dónde mierdas estaba la aportación norteña. Para terminar, me sonaron como todos los discos de música de punchis punchis. Idénticos. Con una rola ya las oíste todas. No se porque presumen tanto cuando viene el DJ metetelaporelculo de Londres o el DJ quesepudratumadre traído directamente de Ibiza, si todo suena igualito. Si me repitieran la misma rola mil veces daría lo mismo y ni cuenta me daría. No me vengan con mierda. Un Dj no es un músico, es un simple ponedor y quitador de discos. La música electrónica es música de fondo, el equivalente a la música que ponen en el super, en la sala de espera del hospital o el teléfono de oficina. Ruidito de fondo, tedioso, ahuevante. Un mero pretexto para desafiar el silencio. Y yo me pregunto ¿Que carajos le ha pasado a Tijuana? ¿De que mierda atiborraron la cabeza de su escena musical? ¿Tanto mal hacen las tachas?




LA ÚNICA RAZÓN VALIDA POR LA QUE UN APARATO TELEVISIVO MERECE SER PRENDIDO ES CONTEMPLAR ATENTAMENTE UN PARTIDO DE FUTBOL.
SI NO HUBIERA FUTBOL, YO PODRÍA PRESCINDIR DE LA TELEVISIÓN.
EL FUTBOL ES UNA DE LAS POCAS COSAS POR LAS QUE VALE LA PENA ESTAR VIVO. (EL METAL ES OTRA) Frase atribuida a Daniel Salinas Basave cuando le preguntan si le gusta tal o cual serie televisiva.


Debería tener una grabadora incrustada en el cerebro que fuera capaz de reproducir en palabras todos mis pensamientos de una mañana de caminata en alguna calle tijuanense.
Desde que tengo el blog caigo en la tentación de desear anotar cada pensamiento por estúpido que sea, pero cuando estoy frente a la máquina lo olvido todo y ya no se que carajos poner, como si toda la mañana hubiera tenido la mente en blanco.

De amigos e instituciones

Estoy por cumplir cuatro años en Frontera. Hay quien dice que ya soy parte del inventario. Parece mentira, pero en tan po-co tiempo ya no quedamos muchos integrantes de la generación fundadora que salió a repartir el ejemplar aquel 25 de julio de 1999.
Quiero a Frontera. No es lo mismo fundar un periódico que llegara a trabajar a un medio fundado hace muchos años. Des-pués del Liceo Anglo Francés, Frontera es la institución en la que he permanecido más tiempo en mi vida y a la que me he dedicado más a fondo. Debo confesar también que es la única institución, ya sea educativa o laboral, en la que nunca he hecho un amigo. Llevo la fiesta en paz con todos y tengo buenos compañeros de trabajo algunos de los cuales me caen muy bien, pero amigo, lo que se dice amigo, no tengo ninguno aquí adentro.
Esto refuerza mi teoría en el sentido de que la camaradería va asociada a la parranda, dado que loa años que llevo en Fron-tera son paralelos a los años que llevo de matrimonio. Mi tiempo libre, muy poquito por cierto, solo lo disfruto si es con Ca-rolina. En El Norte, una institución bastante más pedante que Frontera, me hice de un gran amigo, pero tan honesta amistad se forjó a base de incontables borracheras.
En la Universidad, concretamente en la Facultad de Derecho, no hice amigos perdurables, pero en su momento tuve un grupo muy unido. Los clásicos con los que estudias hasta la madrugada, te prestas libros, haces trabajos, compartes secretos de novias oficiales e infidelidades universitarias, organizas el Congreso de Derecho, hasta que un día te tomas la foto de gra-duación, te pones una macro peda, te juras proyectos futuros de vida adulta y no vuelves a verlos.
En la prepra, la chilanga etapa de mi vida en el Centro Educativo Albatros, hice grandes amigos, que pese a la distancia aún sigo frecuentando. Mis casi cuatro años de vida en la Gran Tenochtitlán me heredaron mucho tiempo perdido y tres gran-des amigos. También muchos de los vicios que aún conservo.
En fin respecto a la renuencia a la camaradería en Tijuana yo he puesto mucho de mi parte en ello, debo reconocerlo. Ayer, platicando con mi colega Jorge Cornejo, corresponsal de La Jornada, me enteré que a juicio del gremio periodístico de nues-tra ciudad, yo viene a desbancarlo en su título. Cornejo era reconocido por los colegas como el periodista más pedante de Ti-juana, hasta que llegué yo. Él mismo me lo dijo. El gremio me otorgó el título. No creí ser merecedor de tanto. Está bien, es cierto que nunca los saludo ni me despido, ni les pregunto por sus familias, ni les paso tips ni mucho menos acudo a sus fies-tas. También he hecho alarde de mi calamariana honestidad brutal en más de una ocasión, pero hasta ahí. Nada del otro mun-do.
Por cierto. He pertenecido a la generación fundadora de dos instituciones. En 1981, al ingresar a segundo de primaria, for-mé parte del primer grupo de alumnos que integró el Liceo Anglo Francés de Monterrey, la primera institución de educación trilingüe en la ciudad. En mi grupo éramos siete alumnos, casi todos becados o con alguna facilidad. Supongo que en sus primeros años el colegio no fue negocio, aunque hoy en día, al igual que todas las instituciones de educación privada, se lim-pian el culo con billete verde. Para estas fechas he olvidado casi todo el francés que aprendí en mi infancia. No me valió de nada ser de los niños fundadores del Liceo Anglo Francés. Siete años después, en segundo de secundaria, a mis trece años de edad fui expulsado por mala conducta. También en eso fui pionero. Fui el primer expulsado en la historia de mi grupo y como el tercero en la historia de todo el colegio. La cerda directora que me echó fuera ya no está ahí. También ella fue corrida a pa-tadas por corrupta. En realidad la expulsión fue una forma de vengarse de mi abuelo, que en ese año acababa de entregar su cargo como rector de la Universidad Regiomontana. El Liceo era algo así como un satélite de la Universidad. Siendo rector, mi abuelo corrió de la Universidad al esposo de la puerca directora, (del cual ya se divorció por cierto). La puta de mierda es-peró su turno y apenas dejó mi abuelo la Rectoría, fui echado tras un proceso sumario en el que se me adjudicó mala conduc-ta y rebeldía, nada fuera de lo normal para un treceañero. La vida me cambió en cierta manera. En fin, no utilizo el blog para enviar mensajes, a la gente, pero dado que es un espacio público, ahí van mis mejores deseos: Magdalena Gojon o Romani-llos, o como sea que te llames hoy en día hija de la gran puta. Si algún día entras a esta cuna de porquería quiero que sepas que deseo ardas en el infierno y te ensarten un palo de fuego en el culo. Yo mismo lo haría con gusto, aunque con bastante asco.

Monday, January 20, 2003


Cuentos no nacidos

Es lo bueno de hacer reportajes especiales. Uno no está con el cronómetro del cierre en la mano y me he puesto a escribir las primeras líneas de La princesa rusa, un texto que se había negado a nacer y que concebí desde el momento en que acudí al desayuno en el que anunciaron la campaña de canje de armas de fuego por vales de despensa. El texto es un monólogo y es-pero que no resulte demasiado cansado. Por lo demás ojalá que lo termine pronto. Es mejor terminar pronto y después acuchi-llar que no terminar nunca por pasarme la vida acuchillando. Después nacerá otro cuentucho para incluirse en la inagotable serie de Odiando a Dios en Tijuana. El cuento en cuestión se llama La cobija y aúno no me decido entre la primera persona o el narrador todo poderoso y balzaquiano que tanto odia Vallejo. DSB


Busco casa
Disertación sobre las hijoeputeces de la clase media mexicana

Dentro de su teoría de la lucha de clases, al marxismo se le pasó elaborar una hipótesis sobre aquellas actitudes, compor-tamientos o actividades que encasillan (por no decir aprisionan) irremediablemente a un ser humano dentro de una clase so-cial.
El pasado fin de semana realicé una actividad prototípicamente clasemediera, un hecho que por si solo tatúa en mi frente la palabra clase media: Mi esposa y yo buscamos casa y por lo tanto, nada más sensato que usar el domingo para ir hasta donde están esas protuberancias de cemento manufacturadas en serie para que los clasemedieros forjemos nuestro futuro.
En el índice de probabilidades humanas o para efectos de una imbécil estadística, lo más lógico y predecible es que una pa-reja integrada por una mujer de 25 y un hombre de 28, con empleo estable y finanzas medianamente sanas, busque hacerse de una casa. Carol y yo somos clientes potenciales para los asesores inmobiliarios, una presas suculentas a quienes va dirigida toda su mierdoza publicidad de futuros promisorios en casitas rodeadas de áreas verdes, con carros nuevos y regordetos te-pescuincles simpaticoides. Porque en este esquema feudal eso es lo que nos corresponde. Los veintiochoañeros de la alta su-ciedad no tienen de que preocuparse. No irán a ver fraccionamientos para comprar inmuebles a crédito porque sus padres o sus suegros ya les habrán regalado un canturrial desde antes de la católica boda. Los discípulos del salario mínimo, el sub-empleo o la migración forzada tampoco irán a ver esos fraccionamientos. Para cuando cumplen sus 28 años ya habrán inva-dido un cerro o viven en el cuartito de atrás de casa de sus suegros o deambulan de un lado a otro sin que los fantasmas de las hipotecas les quiten el sueño. En el mejor de los casos, si son líderes de cuadra, acudirán a un Sabatón o un Miércoles Ciuda-dano y exigirán al Gobierno que les regale una casita.
Una casa. Un pedacito de planeta para que uno pueda aplastar las nalgas cada noche. Y he ahí un tipo que pregunta por nuestros ingresos, nuestro historial crediticio y laboral, que nos habla maravillas de esos cucuruchos llamados casas muestra deliciosamente decorados, ordenados, limpios., listos para que un clan clasemediero llegue a habitarlas luego de empeñar su vida en papiros incomprensibles atiborrados de Udis, tasas bancarias, hipotecas y diversa cagada.
Pero cumplir cuatro años pagando 400 dólares de renta sólo por contemplar cada mañana un Pacífico cada vez más escon-dido e inoloro no es un buen negocio y es otra forma de clase mediera esclavitud.
Ni modo. Uno es esclavo de su pinche clase social. De esa suerte de hijoeputeces consuetudinarias que el sistema nos depa-ra. Tarjetita bancaria en mano, celular a la cintura, gastos medidos, pequeños lujos, grandes sacrificios, sueños realistas y guajiros. Aumentos de sueldo, amenazas de desempleo, aparatos electrodomésticos al contado, carros de subasta, seguro co-ntra catástrofes apolcalípticas y por supuesto sistema de alarma.


Pensamientos lodosos

Tal vez a Yepez le interese este pensamiento del insigne filósofo Benito Torrentera: “Al ensayo le sucede lo que al sexo en estos tiempos: le resulta imposible quedarse quieto en su cama. Resbaladizos ambos, ensayo y sexo, son inmunes al género. Ya no vemos lesbianas ni maricones, ni machos ni hembras, sino todo a la vez, el sexo se cae de la cama todas las noches, cambia con el clima, la velocidad de la licuadora o la intensidad de la noche. El ensayo es por antonomasia un transgresor de género”.
Este Don Benito es un antihéroe de aquellos. Sería el superlativo de lo que la cultura gringa considera un loser. Una prototípica aberración de surgida y enquistada en las abruptas profundidades de la burocracia universitaria. Uno de los personajes más logrados de Fandanelli. Por lo menos más crudo, realista, simpático y menos pretencioso que los personajes de Clarisa ya tiene un muerto. Apenas llevo una cuarta parte de Lodo y ya me atrevo a recomendar el libro. Fandanelli nunca me decepciona, aunque su nivel es muy oscilante.
La semana pasada me fleté un librito llamado Habana Club del tapatío Eugenio Partida. Un relato de viaje que fue de más a menos. Un librito de prototípicos y a medias autobiográficos viajes a cinco lugares distintos del mundo. Las historias sobre Cuba y sobre todo la de Tijuana, son pésimas, pero con Alaska se recuperó un poco, con Lisboa empató el marcador y con Marruecos, sin duda la mejor historia, acabó con saldo a favor, sin llegar a ser tampoco un librazo de cepa.
Por cierto que el texto sobre Tijuana ya lo había leído en una Tierra Adentro bajo el título de Sinaloa Cowboys, con ciertas modificaciones de estructura que lo hacían un poco menos malo que el publicado en el libro. Por lo demás, me parece el típico puetastro con ambiciones de maldito para quien Tijuana es solo Coahuila y la Revolución y muy mal observador por cierto, pues el pobre ubica la Calle Ocho en la Zona Norte. De cualquier manera, no es mal libro.
Definitivo. Los fines de semana no son para escribir bloggs. Los fines de semana son para un titipuchal de cosas, pero to-das aquellas que tienen que ver con esta suerte de confesionario voyerista se van a la mierda. Ya habrá tiempo.