Eterno Retorno

Wednesday, January 22, 2003


Debería tener una grabadora incrustada en el cerebro que fuera capaz de reproducir en palabras todos mis pensamientos de una mañana de caminata en alguna calle tijuanense.
Desde que tengo el blog caigo en la tentación de desear anotar cada pensamiento por estúpido que sea, pero cuando estoy frente a la máquina lo olvido todo y ya no se que carajos poner, como si toda la mañana hubiera tenido la mente en blanco.

De amigos e instituciones

Estoy por cumplir cuatro años en Frontera. Hay quien dice que ya soy parte del inventario. Parece mentira, pero en tan po-co tiempo ya no quedamos muchos integrantes de la generación fundadora que salió a repartir el ejemplar aquel 25 de julio de 1999.
Quiero a Frontera. No es lo mismo fundar un periódico que llegara a trabajar a un medio fundado hace muchos años. Des-pués del Liceo Anglo Francés, Frontera es la institución en la que he permanecido más tiempo en mi vida y a la que me he dedicado más a fondo. Debo confesar también que es la única institución, ya sea educativa o laboral, en la que nunca he hecho un amigo. Llevo la fiesta en paz con todos y tengo buenos compañeros de trabajo algunos de los cuales me caen muy bien, pero amigo, lo que se dice amigo, no tengo ninguno aquí adentro.
Esto refuerza mi teoría en el sentido de que la camaradería va asociada a la parranda, dado que loa años que llevo en Fron-tera son paralelos a los años que llevo de matrimonio. Mi tiempo libre, muy poquito por cierto, solo lo disfruto si es con Ca-rolina. En El Norte, una institución bastante más pedante que Frontera, me hice de un gran amigo, pero tan honesta amistad se forjó a base de incontables borracheras.
En la Universidad, concretamente en la Facultad de Derecho, no hice amigos perdurables, pero en su momento tuve un grupo muy unido. Los clásicos con los que estudias hasta la madrugada, te prestas libros, haces trabajos, compartes secretos de novias oficiales e infidelidades universitarias, organizas el Congreso de Derecho, hasta que un día te tomas la foto de gra-duación, te pones una macro peda, te juras proyectos futuros de vida adulta y no vuelves a verlos.
En la prepra, la chilanga etapa de mi vida en el Centro Educativo Albatros, hice grandes amigos, que pese a la distancia aún sigo frecuentando. Mis casi cuatro años de vida en la Gran Tenochtitlán me heredaron mucho tiempo perdido y tres gran-des amigos. También muchos de los vicios que aún conservo.
En fin respecto a la renuencia a la camaradería en Tijuana yo he puesto mucho de mi parte en ello, debo reconocerlo. Ayer, platicando con mi colega Jorge Cornejo, corresponsal de La Jornada, me enteré que a juicio del gremio periodístico de nues-tra ciudad, yo viene a desbancarlo en su título. Cornejo era reconocido por los colegas como el periodista más pedante de Ti-juana, hasta que llegué yo. Él mismo me lo dijo. El gremio me otorgó el título. No creí ser merecedor de tanto. Está bien, es cierto que nunca los saludo ni me despido, ni les pregunto por sus familias, ni les paso tips ni mucho menos acudo a sus fies-tas. También he hecho alarde de mi calamariana honestidad brutal en más de una ocasión, pero hasta ahí. Nada del otro mun-do.
Por cierto. He pertenecido a la generación fundadora de dos instituciones. En 1981, al ingresar a segundo de primaria, for-mé parte del primer grupo de alumnos que integró el Liceo Anglo Francés de Monterrey, la primera institución de educación trilingüe en la ciudad. En mi grupo éramos siete alumnos, casi todos becados o con alguna facilidad. Supongo que en sus primeros años el colegio no fue negocio, aunque hoy en día, al igual que todas las instituciones de educación privada, se lim-pian el culo con billete verde. Para estas fechas he olvidado casi todo el francés que aprendí en mi infancia. No me valió de nada ser de los niños fundadores del Liceo Anglo Francés. Siete años después, en segundo de secundaria, a mis trece años de edad fui expulsado por mala conducta. También en eso fui pionero. Fui el primer expulsado en la historia de mi grupo y como el tercero en la historia de todo el colegio. La cerda directora que me echó fuera ya no está ahí. También ella fue corrida a pa-tadas por corrupta. En realidad la expulsión fue una forma de vengarse de mi abuelo, que en ese año acababa de entregar su cargo como rector de la Universidad Regiomontana. El Liceo era algo así como un satélite de la Universidad. Siendo rector, mi abuelo corrió de la Universidad al esposo de la puerca directora, (del cual ya se divorció por cierto). La puta de mierda es-peró su turno y apenas dejó mi abuelo la Rectoría, fui echado tras un proceso sumario en el que se me adjudicó mala conduc-ta y rebeldía, nada fuera de lo normal para un treceañero. La vida me cambió en cierta manera. En fin, no utilizo el blog para enviar mensajes, a la gente, pero dado que es un espacio público, ahí van mis mejores deseos: Magdalena Gojon o Romani-llos, o como sea que te llames hoy en día hija de la gran puta. Si algún día entras a esta cuna de porquería quiero que sepas que deseo ardas en el infierno y te ensarten un palo de fuego en el culo. Yo mismo lo haría con gusto, aunque con bastante asco.