Eterno Retorno

Saturday, December 06, 2025

To FIL or not to FIL again


 

To FIL or not to FIL. That is the cuestión. Después de una década de visitarla regularmente, la tapatía FILomena no agota mi capacidad de sorpresa. No me refiero a su oferta y a la distribución de los stands, que es casi idéntica año con año, sino a su mera existencia. No sé a ustedes, pero a mí me sigue pareciendo inverosímil que en un país como el nuestro, un evento dedicado al libro pueda convocar tumultos propios de un partido de futbol, un festival de música popular o un parque estilo Disney. Un hormiguero no tiene tanto animal, diría Chava Flores. Un millón de personas congregadas en un lugar a donde se va a comprar y a vender libros o a escuchar los desvaríos y vericuetos mentales de quienes los escriben. No sé ustedes, pero yo cada año la siento más llena, rayana en lo intransitable. A mí me sigue costando trabajo creerlo. ¿De verdad somos tantísimos lectores en México? Vaya, un evento que genera una derrama económica de más de mil 200 millones de pesos y una ocupación hotelera cercana al 100% con 27 mil cuartos-noche en promedio, haría pensar a cualquiera que México es la Arcadia de la lectura y que la industria editorial goza de extraordinaria salud, pero tú y yo sabemos que no es así. Pensarías que los asistentes solamente van a mitotear o a socializar, pero yo en todos lados veo gente comprando. Cientos de personas haciendo fila (entre ellos yo) para comprar libros que podríamos bajar en Kindle por la tercera parte de su precio, o gratis (si sabes cómo hacerlo, y la verdad es que todos sabemos).

En cualquier caso la FILomena siempre me deja por herencia, inquietudes, dudas e ideas.
No me consta, pero apuesto a que deben existir varias antologías de relatos e historias de la FIL. Ojo, no me refiero a las predecibles y ordinarias narrativas de las estrellas literarias que acuden a pavonearse y a sudar sus miasmas nacisísticos, sino a crónicas vivenciales narradas por quienes padecen el evento y se llevan la chinga. Vendedores de piso desbordados por el estrés, trabajadores que montan y desmontan los stands, guardias de seguridad privada que se encargan de mover a la gente de mala manera si alguien comete el pecado de quedarse platicando en un pasillo o firmar un libro afuera de una presentación. Me gustaría leer las confesiones de un campeón bibliocleptómano Filomeno. ¿Cuántos libros se robarán al día? ¿Quién podrá presumir el récord de libros robados? ¿A cuántos ladronzuelos detienen?
No deben ser pocos. ¿Cuántos romances espontáneos se armarán entre los adolescentes que trabajan como empleados eventuales? ¿Cuántas peleas, cuántos desencuentros? ¿Cuántos caminos de vida marcados, encauzados o desviados a partir de este evento? Cuando metes un millón de seres humanos en una licuadora, todos los giros y enredos del destino son posibles. Por supuesto, se podría escribir la triste, lastimera o contestataria historia del cruel sistema de castas de la FILomena. La historia de las seis cajas con cola permanente en el stand del voraz pingüino random y la historia de los microstands de humildes y dignas editoriales caseras que se dan de santos si venden un par de libros al día. La petulante historia de un best seller de moda que vende cientos o miles de ejemplares en un solo día y el triste relato de los muchísimos ejemplares que no fueron ni siquiera tocados u hojeados en más de una semana.
Por lo que a mí respecta, lo que más me gusta y lo que más disfruto es pasar horas viendo los libros, leer sus contraportadas, darme el tiempo de desearlos y al final comprar más de los que puedo leer y almacenar. En casa tengo más libros de los que podré leer en lo que me resta de vida y ya no me sobre un milímetro de espacio, pero yo sigo entregado al puto vicio como un teporocho irredento, siendo que tengo un Kindle en donde puedo bajar lo que quiera. A las presentaciones de libros ya casi no voy. Esta vez no fui a ninguna. La neta me aburren. Busco libros, no escritores. Cada vez me da más por comprar libros bonitos, ejemplares que me conquisten con la vista. Los libros feos bien puedo leerlos digitalmente. El tamaño de la letra cada vez influye más en mi decisión de compra. Una letra diminuta se descarta en automático. Mis ojos ya no dan. En fin: he dejado atrás no pocos vicios y manías, pero este aferre va a acompañarme hasta que muera. Siempre que el avión despega de Guadalajara me da por pensar que muy posiblemente haya sido esta la última FIL a la que acudí, pero por una u otra razón siempre regreso y recaigo, como el borracho juramentado en la cantina o el predicador tecato con la chiva.

Friday, December 05, 2025

El libro más caro de la FIL Guadalajara

 


 La FILomena tapatía ofrece cientos de miles de libros para todos los gustos y presupuestos, pero ¿te has puesto a pensar en cuál es el libro más caro de todos los que se venden en la Expo Guadalajara? Corríjanme si me equivoco, pero creo que la joya de la corona es el manuscrito Epistre Othea, creado en Francia en 1406. Su autora es Christine de Pizan, a la que hoy llaman la primera feminista de la historia. Las miniaturas, atribuidas al llamado Maestro de la Othea, representan escenas como el Juicio de París, la batalla entre Héctor y Aquiles, y la transformación de Daphne en un árbol de laurel entre otros. Lo vi expuesto en el stand de Eikon Editores en el área internacional y de inmediato llamó mi atención por su belleza. Me acerqué temeroso de mancillar la pieza con el deseo o la mirada, pero el vendedor, un madrileño impecablemente trajeado, me invitó a sentarme y mirar con calma el libro. En efecto, es un ejemplar bellísimo. Por pudor no preguntaba su precio, pero el vendedor parecía decidido a no dejarme ir. Es un libro certificado, notariado, único, me aclaró. No es solo un manuscrito ilustrado: es arte en estado puro. Después de un largo juego de seducción, el marchante espetó el costo: 6 mil 500 euros. Algo así como unos 137 mil pesos. Con total humildad le dije que en ese momento no los juntaba entre morralla de mi monedero. El español accedió a hacerme una rebaja: 5 mil 900 euros. Caray, creo que es un poquito más de lo que me cuesta un ejemplar de Vientos del Pueblo en el Fondo de Cultura. Le dije que tal vez en otra vida, cuando me sea dado reencarnar en hombre rico. Luego me puse a pensar: suponiendo que el dinero me sobrara ¿sería yo capaz de pagar más de 100 mil pesos por un único libro? No estoy tan seguro. Hay una parte de mí que sigue viendo el lujo y la ostentosidad como un crimen, pero en cualquier caso, creo que sería mucho más probable que yo invirtiera 6 mil euros en un libro antes que en un Rolex o un traje fino, cosa que jamás haría. Uff, y pensar que a veces me siento culpable por comprar un Acantilado o un Atalanta de 800 pesos. Me despedí amablemente del español. A la vuelta compa. Christine de Pizan tendrá que esperar para entrar a mi biblioteca.



Thursday, December 04, 2025

FILomena mon amour


 Retorno, eterno retorno. Hay tercos e irrenunciables peregrinajes. El venado vuelve una vez más a su abrevadero, o como dicen en el rancho: la burra al máiz. FILomena…allá voy. Parafraseando a la blanca serpiente: Here I go again.

The Year of the Tiger


 

Poco o nada les hablado de este libro, el más descaradamente autobiográfico que he escrito en mi vida, el único narrado desde el yo. Tal vez porque no estaba muy convencido de publicarlo y ahora mismo no estoy muy seguro de que publicarlo haya sido la mejor decisión, pero lo cierto es que el cachorro Tigre existe y corre libre y a su albedrío. Este libro es la descarnada confesión de un vicio y un aferre que cargo desde niño y que medio siglo después sigue marcando mis días (ayer me salí de la FIL buscando desesperadamente una tele para ver la semifinal) En fin colegas, si andan por la FILomena tapatía encuentran al cachorro en el stand B14 de LibroFutbol y virtualmente es pepenable en Amazon o en www.librofutbol.com. El canijo ya tiene vida propia.



Monday, December 01, 2025

Unos cuantos factos a un sello editorial

 


Feliz inicio de semana y feliz inicio de diciembre.

De entrada la noticia es que ya tengo en mis manos un ejemplar impreso del libro. Me lo trajo un buen amigo de Monterrey con el que fui al juego Xolos vs Tigres, que por cierto concluyó con una voltereta espectacular. En un mundo ideal lo coherente habría sido recibir en la puerta de mi casa una caja con ejemplares enviados por la editorial, pero ya me ha quedado claro que aquí el mundo ideal no existe.

Yo entiendo que la editorial no tiene presupuesto. Eso no es novedad. Algo he aprendido ya de este negocio. Yo he publicado con corporativos y con sellos caseros, con fondos públicos y privados. La falta de presupuesto suele ser la regla y no la excepción, pero precisamente aquí la clave es saber recurrir a quién SÍ tiene presupuesto y conseguir que sea la misma Feria o una institución la que te invite. 

Yo con la venta de libros nunca espero ganar ni es algo que me quite el sueño (aunque contra todo pronóstico el Samurái de la Graflex me acaba de generar regalías por sexto año consecutivo). Vaya, yo no juego pensando en ganar,  pero tampoco puedo jugar a perder. Creo que por lo menos se debe aspirar a salir tablas.  Desde que publiqué mi primer libro hace 15 años todavía no pago mi primer centavo por un vuelo o un hospedaje para ir a presentar un libro a otra ciudad y mira que he ido a lugares lejanos a presentarlos (Buenos Aires mismo, un par de veces). 

Es una suerte de regla básica en mi código personal: la literatura puede no generarme ganancias, pero bajo ninguna circunstancia puede generarme pérdidas

Claro que las editoriales no tienen presupuesto, pero yo espero que al menos tengan creatividad, se que pongan las pilas, que se muevan, que les trabaje el ratón. No se trata de invertir sino de moverse.  Gestionen entrevistas, hagan videos, generen conversación.  Yo me muevo en la medida en que ustedes se muevan.

Pero caray, si yo tengo que pagar mi boleto, tengo que pagar mi hospedaje, tengo que hacer toda la promoción por mi cuenta y ni siquiera tengo derecho a recibir un ejemplar impreso en mi casa, la brutalmente honesta pregunta me queda en el tintero es: ¿y de qué carajos me sirve entonces publicar con la editorial? Para esas me lo autopublico, como hacen tantos amigos. Yo hasta ahora nunca me he autopublicado un libro, pero vista la situación, creo que habría resultado mejor.

En fin, mi conclusión es que cometí un error y ahora me toca aprender de él para no repetirlo.

Saturday, November 22, 2025

Bibliotecas, la resistencia final


 

La mañana del pasado 18 de noviembre tuve la fortuna de reunirme con las personas que están a cargo de las bibliotecas públicas municipales de Tijuana.

A lo largo de mi vida las bibliotecas han sido mi oasis, mi refugio, mi ruta de escape. Para mí una biblioteca no es un medio sino un fin, un destino en sí mismo. Por años me he dedicado a sacarles provecho como usuario, pero jamás he vivido la experiencia de estar a cargo de una. Poco puedo yo decirles a las y los bibliotecarios, más que confesar mi admiración por la labor que realizan.
Históricamente, las bibliotecas públicas han ido a la cola de la cola del presupuesto gubernamental. Sobreviven con lo mínimo, con las migajas de las migajas. Creo que el actual ayuntamiento les ha puesto un poco de más atención y se nota. Al menos se ha acordado de que existen, lo cual ya es un paso adelante, pero las carencias siguen siendo muchísimas. Mi idealización de las bibliotecas puede sonar romántica e idealista para quienes pasan su vida enfrentando carencias durísimas que a veces resuelven echando albañilería ellos mismos o pagando reparaciones de su bolsa. Bibliotecas con goteras, con terribles problemas de hongos y humedad, algunas incluso sin energía eléctrica, con equipo de cómputo inexistente u obsoleto y un acervo editorial terriblemente limitado.
Yo creo que aquí la clave es apostar por esfuerzos mixtos. Si todo se lo dejamos al presupuesto público, nos quedaremos esperando. Creo que así como hay empresas que adoptan áreas verdes o camellones, bien podrían adoptar una biblioteca pública. Donar equipo de cómputo, mobiliario, reparaciones. ¿Cuánto puede costar?
Le agradezco muchísimo a mi colega Aida Méndez por la invitación. Creo que ella está haciendo un buen trabajo como coordinadora de Bibliotecas Municipales.
Tenemos que dimensionar el potencial de una biblioteca pública como un agente de transformación social. Vaya, la biblioteca es el único espacio público bajo techo en donde puedes entrar y permanecer el tiempo que quieras sin necesidad de gastar dinero. En ciudades cada vez más hostiles, amuralladas y privatizadas, la biblioteca es un territorio de equidad y pluralidad, un espacio democrático del que cualquier persona puede hacer uso, la última o la primera trinchera de resistencia de la justicia cultural.

Thursday, November 20, 2025

Furtivos libros tendidos, senderos que bifurcan en la unánime noche rosaritense.


 
Aunque el teléfono de casa comienza con 664 y la clave catastral nos ubica como habitantes de Tijuana, la historia de nuestra vida diaria dice que somos rosaritenses. Desde el kínder hasta la prepa nuestro hijo ha estudiado siempre en Rosarito. Lo mismo puedo decir del trabajo de Carol, que concentra su actividad en la franja costera del quinto municipio. Las compras del súper y las vueltecitas cotidianas las hacemos siempre en territorio rosaritense. A Tijuana voy cuando tengo una cita o una actividad programada, pero a veces llegan a pasar tres o cuatro semanas sin que cruce la caseta de Playas. La realidad es que disfrutamos bastante nuestra vida, pero Rosarito tiene un terrible faltante y es que en este municipio las librerías brillan por su ausencia. Hay un pequeño café llamado Monociclo que tiene libros y hay también una librería cristiana en donde los apóstatas y herejes como yo no somos bienvenidos. Hace más de una década, una señora estadounidense solía armar una pequeña vendimia libresca allá por la playa de La Misión, pero era esencialmente un evento para gabachos. El colega de Libros, Café y Jazz suele montar su mesa una vez al mes afuera del Centro de Gobierno y los gringos tienen ciertos espacios en donde donan o intercambian sus lecturas, pero fuera de eso no hay mucho más en mi pueblo. Por ello fue un momento tan especial participar anoche en la inauguración del Tendido de Libros del Fondo de Cultura Económica en la Casa Municipal de Rosarito. Yo creo sin exagerar que es el evento libresco más significativo que se ha armado en suelo rosaritense. La verdad es que había una respetable fila de compradores de libros y los precios son realmente inmejorables. Con decirles que había 30 ejemplares de mi Samurái y los 30 volaron rapidito. Increíblemente, este es el primer evento literario en que me toca participar en Rosarito en los últimos ocho años. Vaya, el último había sido aquella extraordinaria e inolvidable velada que me organizó Benito del Águila en el Café Marotto, previo a nuestro viaje a Colombia. Fue un gusto poder saludar a mi editor Paco Ignacio Taibo y saludar buenos amigos del pueblo que se dieron cita. Mi gratitud con nuestra alcaldesa, Rocío Adame, por haber acudido a la presentación y a mi colega Javier Fernández por acompañarme en la mesa. También me dio mucha emoción ver ejemplares de uno de los últimos libros de mi abuelo, ¿Qué es la poesía? El Tendido de Libros se marcha para Ensenada y les aviso que por ahí andaré el sábado a las 4:00 de la tarde en la plaza de las Tres Cabezas. Dénse una vuelta. Hay buena oferta de libros y los precios son de verdad bajos. Nos vemos en la Cenicienta.

Friday, November 14, 2025

Frankenstein o cómo Del Toro se enamoró de su moderno Prometeo

 


La tarde del pasado domingo fue consagrada a ver Frankenstein de Guillermo del Toro. En cuestiones de cine yo soy brutalmente ignorante. Las películas se dividen entre las que me aburren y las que me gusten y Frankenstein   me gustó un chingo. Es una gran película, una obra mayor. Punto. Aquí no caben medias tintas ni ambigüedades. Es una película muy chingona y si no la han visto, en verdad les recomiendo que la vean.  

Miren colegas, cuando dejo por un momento la estepa de las palabras para adentrarme en el imperio del Homo Videns, lo único que deseo es que las imágenes sean contundentes, fascinantes, seductoras y en ese sentido Guillermo gana por goleada. Qué belleza de fotografía. Una atmósfera visual capaz de sumergirte desde el primer instante. En cuanto a la trama hay unas cuantas alteraciones respecto a la obra de Mary Shelley (no spoilers, please) pero las perdono. Amante de los monstruos, creo que Del Toro se enamora de la criatura y la hace aún más linda y amable de lo que es en el relato de Mary. Guillermo es también un Víctor Frankenstein, pues ha sido siempre un creador de monstruos, pero en ese caso creo que se enamoró de su creación y se nota. La manera en que la bestia se comporta con Elizabeth es tal vez la más evidente.  Acaso la primera y más notoria alteración es cronológica. Frankenstein fue publicada en 1818, Mary murió en 1851 y Del Toro fecha su obra (innecesariamente) en 1857.

Mary Shelley concibió el Frankenstein durante su estancia en la mansión de Villa Diodati a orillas del lago de Ginebra a donde fue invitada junto con su esposo Percy por el extravagante Lord Byron durante el oscurísimo verano de 1816. Durante esa legendaria estancia habría nacido también el Vampiro, de la pluma del  pobre e incomprendido Polidori, médico personal de Byron. En cualquier caso, la realidad es que más de dos siglos después seguimos amamantando néctar literario de aquel verano que nunca llegó. Vampiros y Frankensteins nos dieron a llenar en el Siglo XX y en el XXI se renuevan con mejor imagen y vestuario. Vaya, hace poco se estrenó una nueva versión de Nosferatu, también con extraordinaria fotografía (aunque creo que la obra de Del Toro la supera). Nos guste o no, seguimos siendo hijos del Romanticismo.

Ver Frankenstein me hizo retornar a un libro que quiero muchísimo. Se llama El año del verano que nunca llegó y su autor es el colombiano William Ospina. Es un magistral ensayo sobre el mito de Villa Diodati y las claves por las que Frankenstein y el Vampiro siguen siendo omnipresentes en nuestra cultura. Una segunda lectura que ayuda a dimensionar el espíritu de la época que envolvió a Shelley, es La razón de la oscuridad de la noche del británico John Tresch. Aunque el ensayo habla de Poe y no de los ángeles caídos del Lago de Ginebra, nos permite sumergirnos en el Zeitgeist del temprano Siglo XIX, cuando la ciencia y el Romanticismo consumaron su luna de miel. Vaya, en aquellos años había no pocos doctores Frankenstein obsesionados en convertirse en dioses creadores de nuevos Adanes. Los avances en astronomía, física y ciencias naturales, convivían en amasiato con la resurrección de seres mitológicos e idealizaciones del paganismo precristiano. Además, si sentamos a Poe en la mesa de los Shelley, Byron y Polidori, nos encontraremos con otra figura que dos siglos después nos sigue dando de comer a raudales: el detective.

 En cualquier caso, Frankenstein está más que vigente en nuestra época, aunque los modernos prometeos no estarán hechos con pedacería de cadáveres, sino con nanochips. El nuevo Frankenstein serán millonarios estilo Elon Musk transformados por voluntad propia en cyborgs postapocalípticos, seres cuyo tejido neuronal será pura inteligencia artificial. El Frankenstein con el que conviviremos en nuestra vida cotidiana será el Homo Deus de Yuval Noah Harari y a diferencia de la criatura de Shelley que enamoró a Del Toro, esta insolente bestezuela robótica no albergará nobles sentimientos.