El insomnio del Nobel
Cuando
este texto esté publicado, el nombre de la persona ganadora del Premio Nobel de
Literatura 2025 ya será conocido en el
mundo entero, pero al momento en que yo escribo estas palabras restan todavía unas
cuantas horas para que se haga el anuncio en Estocolmo. Desde un tiempo para
acá, a las casas de apuestas les da por entrarle al tema y manejar sus
quinielas que nunca o casi nunca resultan acertadas. Hoy por primera vez en la
historia, una escritora mexicana, Cristina Rivera Garza, es mencionada entre
las máximas favoritas, lo cual ya es noticia. Rivera Garza fue la primera
mexicana en ganar el Premio Pullitzer por una obra literaria, El invencible
verano de Liliana, lo cual la convirtió casi en automático en una de las cartas
fuertes para el Nobel. Desde que Mario Vargas Llosa lo ganó, en 2010, el Nobel
no ha vuelto a Latinoamérica. Ojalá lo ganara Cristina, pero mi corazonada dice
que lo ganará alguien que ni fu ni fa, un nombre que me resultará vagamente
conocido y de quien tal vez ni siquiera haya leído nada. Así pasa casi siempre.
Entre los escritores que sí leo y sí me gustan, suenan la estadounidense Joyce
Carol Oates y el japonés Haruki Murakami, eternos candidatos, además de los
argentinos César Aira y Samantha Schweblin y el catalán Enrique Vila-Matas.
Vuelven a sonar también el portugués Lobo Antunes o el rumano Mircea Cartarescu (a
quien leo con devoción desde hace unos tres años años ), pero más me hubiera
gustado que se lo dieran a Cormac McCarthy, a Milan Kundera, a Roberto Calasso, a Ricardo Piglia, a Julio Ramón Ribeyro o al eterno candidato,
Philip Roth. Mis escritores favoritos de todos tiempos, empezando por Jorge
Luis Borges o Stefan Zweig, nunca ganaron el premio, pero eso tampoco significa
que todos los Nobel me sean indiferentes. Los galardonados que más a fondo he
leído a lo largo de mi vida son Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, José
Saramago, Hermann Hesse y Octavio Paz. Entre los Nobel de los que he leído tres o más
libros destaco a Kawabata, Pamuk, Coetzee, Camus, Hemingway, Faulkner. ¿Cuál
fue el primer Premio Nobel que leí en mi vida? Mi memoria me dice que fue
Hemingway. Mi madre me leyó El viejo y el mar cuando era niño, pues como me emocionaban
las historias de tiburones, intuyó que la aventura de Santiago con el pez vela
y los escualos me resultaría interesante. Sin embargo, el primer libro de un
Premio Nobel que yo leí por mi cuenta y que influyó de manera significativa en
mi vida fue Demian de Herman Hesse que leí en el verano de 1986 durante un
viaje a la Isla del Padre. Mi adolescencia no habría sido la misma sin Herman
Hesse como compañero de viaje. En fin, la única certidumbre es que esta noche
más de un colega tendrá insomnio. ¿Conciliará el sueño Cristina Rivera Garza?