Un ornitorrinco puede tener pico de pato pero no por ello se convierte en ave
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Un
diente de ajo o un pequeño chile habanero pueden cambiar radicalmente el sabor
y el sentido de un guiso. De igual forma, un detalle mínimo pero sustancial
puede transformar una crónica en un cuento. Ese detalle puede ser la recreación
de la voz interior los personajes inmersos en la profundidad del diálogo
interno. Un reportero o un cronista que se respeten no pueden usurpar los
pensamientos de un personaje, pero un cuentista o un novelista tienen plena
licencia.
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Aún
sin aspirar a ser literatura y respetando los parámetros de un manual de estilo
estricto, la más simple y ordinaria de las notas periodísticas puede ser mucho
más poderosa si en ella sabemos incluir
aquello que toque los sentidos o los sentimientos. No se deja de ser un
imparcial reportero si describimos olores, ruidos, sabores, atmósfera o paisaje
o si somos capaces de describir las emociones de los actores de la nota.
Periodismo y literatura
pueden llegar a mimetizarse, a fundirse y confundirse en las formas, pero no
son ni deben aspirar a ser una misma disciplina. Un ornitorrinco puede tener
pico de pato pero no por ello se convierte en ave. Sigue siendo, pese a las apariencias,
un monotrema. Nunca debemos perder de vista que el periodista busca a priori la
verdad, o por lo menos acercarse a ella. Si nos olvidamos de eso entonces
estamos perdidos. Si hablamos de cuento o novela yo admiro al narrador capaz de
engañarme con maestría, al divino mentiroso que tiene la habilidad de
sumergirme en su mundo imaginario y hacer que un personaje nacido en la
profundidad de su cabeza pueda generarme empatía o repudio.