
Los tiempos cambian, la juventud cambia, las drogas cambian…y los hábitos de consumo vaya que cambian. En la segunda estrofa de su desafiante e irónica pieza Anarchy in the UK, los Sex Pistols arrojan un vaticinio: “Tu futuro soñado es un centro comercial”. En los tiempos en que Johnny Rotten, Sid Vicious y su pandilla hacían de las suyas a finales de los setenta, el mall se erigía como el centro neurálgico de la urbe capitalista, el gran cofre de los tesoros de la clase media, pero me parece que ese modelo ha entrado en un proceso de acelerada extinción. Ayer se me ocurrió ir a Plaza Río a buscar un regalo y lo que encontré fueron tiendas y pasillos semivacíos. Fuerte era el silencio. Lo entendería si fuera un lunes o martes de febrero, pero resulta que era el primer sábado de diciembre, la época en que en teoría la gente más compra y más gasta y sin embargo ayer en el centro comercial reinaba una preocupante calma. En Sears pregunté por un videojuego. Tardaron más de 20 minutos en atenderme, el empleado no tenía puta idea y al final ni siquiera lo tuvieron. Fiasco. Lo mismo me sucedió en Mix Up. Una duda ¿Cuál es hoy exactamente la esencia de MixUp? Venden unos poquitos vinilos, unos poquititos cds, unos cuantos saldos del pingüino random y no mucho más. Y pensar que en los 90 era nuestra Tower Récords, el Disneylandia de los melómanos.
Los dos primeros empleos de mi vida, a principios de los noventa, fueron en una tienda de discos y en una librería y la coincidencia es que ambas se ubicaban en el interior de descomunales centros comerciales recién construidos en zonas urbanas de alto poder adquisitivo: el centro comercial Interlomas, ubicado en Huixquilucan, Estado de México y la Plaza Fiesta San Agustín, en San Pedro Garza García. Recuerdo las hordas que nos invadían los fines de semana y la infestación humana en las temporadas navideñas. Tanto Discos Zorba como Librería Castillo acabaron por morir y consumirse después de dormir oxidados.
El auge de Amazon y el comercio en línea, la modificación de los hábitos de consumo de las nuevas generaciones y lo obsoleto de la oferta están acabando de sepultar un modelo comercial que había sido omnipotente en el Siglo XX. Me pregunto cuál será el futuro de todos esos mastodontes urbanos de cemento y cristal dedicados a concentrar tiendas que ya no venden. Para qué pagar renta, servicios y empleados cuando se puede vender por internet. Ayer reparé en que yo utilizo la Plaza Río solo como estacionamiento y creo que no soy el único. Tiene el parking más grande de la zona y cuando tengo algo que hacer por ahí (eventos en el Cecut incluidos) opto por estacionarme en la plaza, aunque hacía muchísimo que no hacía una compra.
La gente, me queda claro, tiene una enorme necesidad de salir y de reunirse y ante la falta de espacios públicos dignos o áreas verdes, el centro comercial suele ser la única alternativa para congregarse. El problema es que el modelo de negocio del mall está empezando a dejar de ser rentable. En Estados Unidos nació y es ahí donde ha empezado a extinguirse en forma acelerada. La muerte de Horton Plaza en la vecina San Diego puede ser algo más que un símbolo y una profecía de lo que está por suceder. ¿Sobrevivirá la Plaza Río? Yo no estoy tan seguro. Si ves las barbas de tu vecino cortar…