Como reportero he cubierto mil y un protestas ciudadanas de todos los colores y tamaños, pero creo que esta es la primera vez en mi vida adulta en que salgo a la calle y me sumo a una marcha para gritar como un ciudadano agraviado. Hoy no fui a cubrir; hoy fui a marchar. Acaso mi antecedente más remoto fue una manifestación contra el fraude electoral de 1985 en Nuevo León cuando yo era un niño y mi familia me llevó a la Macro. Créanme, soy viejo zorro en estas lides y puedo decirles que lo visto esta tarde en Rosarito fue auténtico. La temperatura social no miente. La gente que salió a la calle lo hizo porque le nació, porque tenía necesidad de tomar la vía pública y expresarse y en ese río humano, se los juro, había de dulce, chile y de manteca. No fueron multitudes como en Tijuana, pero creo que fue una manifestación honesta. Hasta las consignas y los abucheos fueron democráticos. Hubo muchos “fuera Peña”, pero hubo igual número de “fuera Kiko” y “fuera Mirna”. Los tres órdenes de gobierno dignamente representados en la tabla del repudio. Tan corrupto el presidente como el gobernador y la alcaldesa. La protesta fue contra el gasolinazo, pero también contra la nueva Ley de Aguas y contra el incremento al sueldo de los altos funcionarios rosaritenses. Con el antecedente de la brutalidad desmedida y los abusos cometidos la semana pasada aquí en Rosarito, las cosas estaban tensas y se temía que la sangre pudiera llegar al río, pero todo se mantuvo en paz. Los federales se habían atrincherado en el Pabellón y estaban listos para repeler la manifestación, pues temían que volvieran a bloquear la salida de pipas de la termoeléctrica de Pemex, pero la marcha siguió por el puente rumbo a la casa municipal y todo transcurrió en calma. Salvo por la repentina y disruptiva irrupción de un grupúsculo autodenominado “jóvenes por Rosarito” que me dio muy mala espina y cuyo tono rompió con el espíritu pacífico y de unidad, creo que el ambiente fue de una civilidad loable.
El que quiera entender que entienda. Algo está pasando y eso es innegable. El viento que sopla no se puede ocultar. Hay rabia, hay hartazgo, ganas de cambiar de raíz las cosas. Por supuesto, en semejante río revuelto hay mucha gente que quiere llevar agua a su molino y más de una versión fantasiosa y alucinada, pero lo que hasta este momento he visto es auténtico. Ojalá que la furia ciega, la ambigüedad y la carencia de objetivos concretos no hagan naufragar este espontáneo despertar. Hay muchísimas cosas que se pueden hacer utilizando herramientas legales. La clave está en la constancia, en no quitar el dedo del renglón, en ir sobre objetivos concretos. Pongamos a los políticos contra las cuerdas, vamos a acorralarlos en un callejón sin salida, a transformarnos cada uno en un afilado y tenaz cuchillito de palo que no les deje tranquilos, en una lupa con aumento, en una machacona voz lacerando sus dormidas conciencias. Nosotros somos el viento de cambio y apenas estamos empezando a soplar.
Sunday, January 15, 2017
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