Eterno Retorno

Thursday, January 19, 2017

Nuestra vida entera es una delgada capa de hielo bajo la cual yace un abismo cuya profundidad ni siquiera alcanzamos a dimensionar. Nuestro entorno está sembrado por millones de infiernos individuales disfrazados con el rostro de la ordinaria ligereza. El horror es nuestro siempre oculto compañero de viaje, pero hay temporadas como este enero en que le da por irrumpir a la superficie y manifestarse en plenitud. Cuando conocí la desgracia del Colegio Americano en Monterrey imaginé a un adolescente atormentado por sus complejos, miedos e inseguridades. En mi mente dibujé una enfermedad mental o una depresión al límite, un auténtico punto de quiebre. Por un momento traté de dimensionar los últimos minutos de Federico Guevara habitado por sus demonios internos. Traté de imaginar su noche anterior, su posible insomnio y el momento en que guardó la pistola en la mochila. Hace falta cruzar un umbral para materializar los deseos oscuros. Hasta ayer por la tarde ese fue mi dibujo mental, pero mi perspectiva ha ido cambiando. Ahora sólo tengo preguntas, muchas más dudas que certezas. ¿Y si los disparos en el salón de clases fueron el resultado de un juego macabro? ¿Será verdad que Federico tenía al menos un par de cómplices en el colegio? ¿Qué tanta gente conocía sus planes? ¿La policía estará dando un mínimo de seriedad a la Legión Holk? ¿Están echando a saco roto los avisos y amenazas de que esto volverá a ocurrir en otras escuelas? Yo no me lo tomaría tan a la ligera. Acaso estamos ante una forma de crimen que los adultos no alcanzamos a descifrar. El proceso epistemológico primario de esta generación nacida en el Siglo XXI nada tiene que ver con el nuestro. Me pregunto si los maestros y psicólogos alcanzan siquiera a aproximarse o si avanzan dando tumbos a ciegas. Ya ni siquiera hablamos de narcocultura o pandillerismo barrial, sino del crimen lúdico, el asesinato como extensión del videojuego, la pistola 22 como un sustituto del control de XBOX. Hasta ahora la cobertura periodística me parece bastante pobre y limitada, muy lejos del centro neurálgico de esta tragedia y su posible réplica. Carajo, un Emmanuel Carrère que agarre el toro por los cuernos y escriba esta historia.