Vamos a suponer que se legalizan las drogas. La primera pregunta que nos debemos hacer es: ¿qué van hacer ese día las mafias que se enriquecen con ellas gracias a su condición de productos ilegales? ¿Cuál va a ser su paso a seguir cuando su fuente de ingresos sea cancelada de un día para otro? ¿Van a ir resignados a hacer fila a la feria del empleo? ¿Encontrarán chamba en la maquila ganando 700 pesos por semana? ¿Se quedarán tan tranquilitos y cruzados de brazos viendo como alguien más vende legalmente el producto que los enriqueció? No hace falta ni una dosis de materia gris para intuir que ese escenario no es muy probable que digamos. A ver: tienen las armas, tienen la infraestructura, tienen el personal, tienen las redes de contactos, tienen las complicidades, pero alguien le ha quitado la rentabilidad a su producto. ¿Qué van a hacer? Pues utilizar toda su infraestructura en otros negocios redituables como el secuestro, la extorsión, el tráfico de indocumentados, la explotación sexual. Elemental mi querido Watson. Hace falta ser realmente iluso para creer que con la legalización se acabaría el problema del crimen organizado. El problema de México no es ya el narcotráfico como tal. El problema es el poder que ha alcanzado la mafia y su capacidad de infiltración, control y desafío. La venta de droga es sólo una rama de sus negocios, pero no la única y pueden prescindir de ella. La experiencia dice que cuando el comercio de droga se restringe en época de vacas flacas, entonces la mafia secuestra. Fue lo que empezó a suceder en Tijuana a partir de 2006. En la época de oro del CAF en los años noventa, la mafia no secuestraba porque con sus toneladas vendidas a Estados Unidos les bastaba y sobraba. El problema principal de México no es ya que se vendan o no se vendan drogas. El problema es que hay grupos delictivos más poderosos que el Estado que han sido capaces de corroer todo el sistema. Esos grupos existen y van a seguir existiendo con o sin drogas legales y la única forma de combatirlos es con las armas. Yo sé que es muy romántico, muy popular, muy cool y muy contestatario odiar a los militares y decir que la guerra de Calderón ha causado 50 mil muertos, que el ejército es el culpable de todo y bla, bla, bla. Ya conozco de memoria la perorata. También sé que esto se combate con prevención, con educación, con empleo. Lo sé y parte de mi trabajo (o de uno de mis trabajos) tiene que ver con intervenciones integrales en colonias de elevada marginación y violencia, sembrando semillas para que los niños de hoy no sean sicarios en tres o cuatro años. Sé muy bien la importancia de la prevención y estamos trabajando en ello. El problema es que el cáncer ya lo estamos padeciendo ahorita, en este instante. El enfermo de cáncer, que es el país, está en terapia intensiva, con terribles dolores. Es como si a un enfermo terminal le vienes a decir “come frutas y verduras, ejercicio en las mañanas, no fumes”. Bien, eso está bien para los hijos del enfermo, pero el moribundo requiere intervenciones radicales, quimioterapia extrema. La quimioterapia, amigos, es el Ejército. La quimioterapia duele, claro, te deja calvo, te hace vomitar, no es cómoda, pero la quimioterapia no es lo que te mata; lo que te mata es el cáncer y los ilusos detractores de los militares creen lo contrario. Hay muchas, muchísimas cosas que no me gustan del gobierno de Calderón: su política fiscal, sus medidas tan erróneas para la frontera, pero si algo le reconozco son los huevos con los que ha enfrentado al crimen. Aquí no hay opciones ni alternativas.
No me asusta la legalización de las drogas en el sentido puritano de la palabra, aunque ojo con la generalización. De la mota a ese veneno que llaman cristal hay un abismo. He estado un par de veces en Amsterdam y se bien que no hay nada de malo en fumar marihuana o hash en un café. Estoy consciente que el cristal o la heroína la puedo comprar aquí en la esquina y también se que aquí en la esquina me venden legalmente y con nota alcoholes adulterados. A ver, si diario me fumo un churro de mota cuya compra me puede costar la cárcel y si diario me tomo una botella de Tonaya o de Viva Villa de Presidente o de Bacardí, que puedo comprar legalmente ¿Qué me mata primero? El alcohol obviamente. No, la droga no me asusta. Tampoco estoy de acuerdo en que castiguen al adicto o al consumidor. Pero desgraciadamente amigos, la legalización no es la solución al problema de la inseguridad. Eso es lo que yo pienso de todo esto. Gracias. DSB