Eterno Retorno

Monday, November 03, 2008

Halloween deriva del inglés All hallow´s eve y los folcloristas lo consideran una especie de carnaval anticipado. Sus raíces se remontan a los siglos VII y VI antes de Cristo cuando los celtas celebraban su Fin de Año precisamente el 31 de octubre.
Los celtas, con motivo del Shamain, creían que los muertos regresaban a la tierra y para celebrar su regreso encendían enormes hogueras y preparaban grandes cantidades de comida. Me gusta existir en un mundo donde el paganismo está vivo. Comercializado, prostituido y todo lo que ustedes quieran, pero somos y seremos siempre unos paganos incurables. Me gustan estas fechas y lo que evocan. Me gusta ver calabazas, calaveras, brujas.


Obama

Por fortuna no soy estadounidense, aunque no puedo decir que sea indiferente y me valga madre lo que pasa en la casa del vecino. No tengo ganas de emitir declaraciones de principios ni caer en politologías rancheras. La red ya está llena de sabelotodos y en este momento se están desparramando decenas de miles de pronósticos, análisis “sesudos”, teorías descabelladas con verdades absolutas sobre lo que sucederá mañana. Me ahorro la mía. Lo único que puedo decir es que de todo corazón deseo, por el bien de mis vecinos, que Obama haga buenos los pronósticos y gane de una vez por todas la presidencia para tratar de hacer olvidar estos ocho infaustos años. Quiero creer que ya nada detiene a Obama y aunque la infinita pendejez gringa todo lo puede, creo que en esta ocasión no les dará por suicidarse tres veces.


Por lo pronto, los dejo con esta reseña que escribí para La Guía. Gracias a mi amigo Hugo Fernández por este pedazo de discazo. ¿Cuál es el disco del 2008? Ufff, no lo se. Nostradamus de Judas, Formation of Damnation de Testament, el Perpetual Flame de Yngwie Malmsteen (¿les conté que fui a ver a Yngwie?) o este Black Ice de AC/DC. Motörhead, Metallica, Tiamat, Chrome Division y hasta Motley Crue me han hecho feliz en este 2008 tan atiborrado de buen Metal.

AD/DC
Black Ice
Columbia

Por Daniel Salinas Basave

Escuchar un disco de AC/DC siempre será como tomarse un vaso de Jack Daniels derechito y sin mezclas. Ojo, no es un vaso de Chivas, Buchanas o cualquier whisky “fresón”. Tampoco admite combinaciones ni rebajas de alguna especie. Es un “whiskocho” rudo, fuerte, pero eso sí, con un gran nivel de añejamiento imposible de igualar por ningún traguito mixto atiborrado de sabores artificiales. Después de ocho años ¿Qué se puede esperar de un disco de AC/DC? Se puede esperar, por fortuna, lo mismo que han hecho desde hace más de 30 años. Rock and Roll en el estado más puro, bruto y rudo. Nada de mezcolanzas ni innovaciones baratas. Aquí no hay de dos sopas y esta horda australiana nos ha dado una deliciosa y potente dosis de pan con lo mismo que nos sabe a gloria. Hay quien dice que la carrera de AC/DC es un enorme disco dividido en muchas entregas a lo largo de tres décadas y al escuchar por vez primera “Black Ice” confirmo una vez más esa teoría. AC/DC es un sello de garantía absoluta, pero no es de esas bandas que les de por experimentar o tratar de sorprender a sus seguidores. Vaya, imagínense lo absurdo que sonaría si esta reseña dijera más o menos esto: “luego de ocho años de ausencia, AC/DC regresa con un disco experimental en donde destaca la presencia de dos dj, sintetizadores, coros femeninos, pasajes atmosféricos, baladas románticas y un par de temas con un sonido a medio camino entre el hip hop y nü metal” ¿Se imaginan leyendo algún día una reseña semejante? Por fortuna, aquí sí se puede pronunciar un categórico “Nunca”, pues ha quedado claro que mientras AC/DC esté vivo, se mantendrá fiel a su papel de sumo sacerdote del rock duro y machacón y este disco es ante todo un gran homenaje al Rock and Roll como culto y estilo de vida.
A diferencia de otras bandas, de AC/DC no se puede afirmar que hayan tenido la clásica crisis de identidad “alternativa” de los 90 (como Metallica comprenderá). Los australianos, como siempre, se han mantenido en lo suyo, absolutamente ajenos al cacareo de la industria musical. De entrada, lo primero que hace “click” al tener en las manos este pedazo de “Hielo Negro” es la portada, inocultable guiño a ese clásico de clásicos llamado “Back in Black”, el álbum de luto tras la muerte de Bon Scott en 1980 luego de haber grabado esa otra obra maestra llamada “Highway to Hell”. ¿Otro regreso de negro? Basta escuchar el riff inicial con el sello de la marca Angus Young en “Rock and Roll Train” y escuchar la voz de Brian Johnson para sentirse de nuevo en territorio conocido. Sí, “Rock and Roll Train”, el primer single, es de esas canciones que nos suena a que ya la hemos escuchado mil veces y sin embargo nos prende cada vez más. Demasiado típicamente “acdciana”, harto familiar.
La segunda pieza del álbum, “Skies On Fire”, es el turno para que la bataca del Phil Rudd diga “presente” con este estilo tan a lo “Flick of the Switch”. “Big Jack” no se parece mucho que digamos a aquel clásico medio blusero llamado “The Jack”, pues esta es energía rockera desatada, con todo el sello de la casa. “Anything Goes” en cambio es un tema con olor a vieja escuela, que recuerda en mucho a la era Bon Scott, con todo y su riff juguetón y que acaso podría ser el gran tema del álbum junto con “Rock and Roll Train”. En “War Machine” el bajeo de Cliff Williams es el comandante con una cabalgata agresiva que da entrada al duelo guitarrero de los hermanos Young mientras que “Smash and Grab” es un rock and roll pegajoso. “Spoiled for a Fight” recupera la agresividad con la voz de Brian Johnson llegando a nivel de grito pelado, mientras que en “Wheels” los riffs de Malcolm y Angus alternan desquiciados. “Decibel” cumple con la cuota blusera que acarrea todo disco de AC/DC, para llegar a Stormy may Day con ese airecito de country rock. “She Likes Rock and Roll” es de esos temas tan típicos en los que Angus parece enloquecer, mientras que “Money Made” es otra de las pegadizas de coro fácil. “Rock and Roll Dream” baja bastante la intensidad con un aire más o menos tristón, si es que la palabra cabe hablando de AC/DC, aunque la energía vuelve en “Rocking all The Way”, para rematar contundente con “Black Ice”.
El resultado final de este “hielo negro” es una declaración de principios rock and rolleros, uno de los trabajos de esencia más pura, que acaso podría ser acusado de sonar absolutamente vieja escuela, aunque por fortuna en este caso no es ese “retro cool” intencional que algunos adolescentes traen tan de moda, sino el alma misma de los masters materializada en una producción endemoniada, limpiecita. ¿De verdad quieren Rock and Roll? ¿Hace falta un latigazo de energía en la vida? Black Ice es la respuesta.