Eterno Retorno

Wednesday, October 20, 2004

Objetividad periodística

A la gente le cuesta trabajo entender la diferencia entre las convicciones personales y el trabajo periodístico. A mí jamás me ha generado conflicto alguno.
Cito un ejemplo: Durante más de dos años, trabajé junto con mi primo Héctor como reportero y conductor de un programa radiofónico de futbol llamado Tiro Libre en Stereo Siete FM, en el que abordábamos la siempre pasional temática del futbol regiomontano. Como sabrá el lector de Eterno Retorno, mi afición por los Tigres de la UANL es algo más que un credo religioso que traspasa las fronteras de lo racional.
Sin embargo, durante los años que trabajé en la estación de radio, jamás tuve el más mínimo problema para mostrar una absoluta y objetiva imparcialidad cuando comentaba los partidos de Tigres y Rayados. Con decirles que cuando pude conocer personalmente a algunos radioescuchas, muchos de ellos se sorprendían al saber de mi fervor Tigre, pues en los programas jamás se notaba. Si Tigres jugaba mal yo lo criticaba de la misma forma que era capaz de elogiar a los Rayados en el improbable caso de que hubieran jugado bien. Jamás tuve un conflicto de intereses. Sabía bien que estaba trabajando, no tomándome unas cheves con la porra.

Lo mismo me sucede con mi trabajo periodístico actual. Pese a que en Tijuana estamos inundados de viejos periodistas que escriben notas informativas cual si fueran incendiarias editoriales, pese a que en nuestro país vecino los diarios hacen declaraciones de principios a favor de candidatos (NYT recomienda votar por Kerry y el siempre derechista San Diego Union Tribune confiesa su amor por Bush) y los líderes de opinión se pronuncian descaradamente a favor de tal o cual causa, la gente no concibe que yo como ciudadano manifieste lo que pienso sobre asuntos que atañen directamente en mi vida.

Me refiero concretamente al debate sobre la instalación de plantas de gas licuado en la costa bajacaliforniana. El martes participé en un taller sobre gas natural dirigido a periodistas. Representantes de diversos medios de comunicación acudimos al llamado, en el que nos darían una exposición del fenómeno desde el punto de vista económico, ambientalista, jurídico y periodístico. Al final de cada exposición, nos preguntaban nuestra opinión. En todos los casos yo cuestioné a los expositores y al final manifesté mi inconformidad por lo que consideré una falta de pluralidad en el foro, pues acudimos a escuchar a cuatro apologistas radicales de la instalación de las plantas gaseras, que básicamente nos pintaron escenarios paradisíacos del GNL y películas apocalípticas para la economía en caso de que no se aprueben. Lo mismo sucede en los foros convocados por Green Peace. Ellos hablan de un Apocalipsis Now Total con la llegada de Chevron y pintan un escenario que el propio San Juan hubiera envidiado en su libro. Su posición es las más de las veces radical e intolerante. Seamos honestos, los ambientalistas radicales no son tampoco un modelo de objetividad y bastante mal se ven trayendo a personajes caducos y obsoletos como un Manuel Bartlett a defender las islas. Con un discurso trasnochado de nacionalismo tan dinosáurico, no creo que vayan a salvar a las Coronado.

Si algo ha caracterizado a este debate, cuyo desarrollo llevo más de un año cubriendo, es la polarización de los discursos. Cada una de las partes convoca a sus respectivos foros para decirte que te darán la información científica, objetiva, razonada y al final te encuentras con apologías o condenas radicales, amparadas en nombre de la ciencia, la economía o el medio ambiente. No he acudido a un solo foro con un mínimo de pluralidad y mira que he acudido a muchos.

Como periodista puedo garantizar mi absoluta objetividad en el tratamiento del tema. Ahora sí que a las hemerotecas mi remito y si alguien encuentra publicada en papel una sola nota que carezca de eso que llaman objetividad, pues que tire la primera piedra.

Sin embargo, como ciudadano tengo un criterio y una posición definida y esa es que estoy en contra de la instalación de las gaseras. Así lo manifesté públicamente cuando preguntaron mi opinión personal y más de uno se mostró sorprendido y me tachó de poco objetivo.

Ya me se de memoria el discurso de los líderes de opinión y comunicadores que se han transformado en apologistas de las gaseras. Agradezco la información técnica que me han dado, que me ha permitido conocer cada vez más a fondo este tema. Después de todo están haciendo su chamba. Para eso les pagan. Una estrategia muy típica de todo gran consorcio estadounidense es el lobbing, es decir el cabildeo, el vender una idea. Para ello contratan o compran a los que ellos consideran son líderes de opinión, gente con credibilidad. Es su chamba y la están haciendo. Para Chevron Texaco es una inversión de cientos de millones de dólares. No es un favor que nos están haciendo ni un capricho. Es un negocio y con los negocios ellos no juegan. Pagar a un comunicador colaboracionista como Sergio Sarmiento para que los defienda, es para ellos como quitarle un pelo a un gato.

No creo como se dice por ahí que haya intereses detrás de los ambientalistas. Hay sí, mucho fanatismo e intolerancia, pero no intereses. En cambio, por el lado de los que defienden a las gaseras hay muchos miles de dólares atrás. Su defensa no es por sana y quijotesca convicción.

La gente no concibe que defiendas algo si no tienes intereses y por ello me preguntan que interés tengo yo al estar en contra de que se instalen esas compañías.

Bueno, si lo quieres ver desde el punto de vista más materialista y personal, les diré que mi casa se encuentra justamente en el litoral tijuanense y creo que no necesito ser un perito en bienes raíces para saber que el valor de mi propiedad se incrementará en la medida que esté rodeado por complejos residenciales y turísticos, no por plantas de gas. Creo que cualquier ciudadano de bien tiene el derecho de velar por su patrimonio ¿o no es así, señores capitalistas?

Si lo quieren ver desde un punto de vista romántico o bucólico, les diré que me gusta mucho sentarme a contemplar los atardeceres y ver como el Sol se pone en las Islas y nada me alegra más la tarde que ver saltar un grupo de delfines o focas mientras estoy comiendo en el Terrazas Vallarta.

Ahora, si lo quieren ver desde un punto de vista más al estilo de La Resistencia de Ernesto Sabato, les diré entiendo muy bien la crisis que se viene por la demanda de gas natural y el beneficio que nos traerán estas inversiones (bueno, digamos me creo a medias su versión, pues no creo que en USA haya buenos samaritanos que velen por nuestros intereses). Ustedes dicen que el desarrollo y la economía de una región no pueden frenarse por salvar a unas cuantas foquitas y unos cuantos pajaritos que viven en unas Islas. Perfecto. El problema es que esa ha sido la mentalidad de todo el planeta en su historia moderna. El desarrollo no se puede parar por un pajarraco o por un bosquecito y gracias a ese criterio egoísta que privilegia lo económico sobre cualquier otra cosa, ya nos llevamos de encuentro millones de hectáreas de selvas y bosques e inundamos los mares de mierda petroquímica. Sí, ya se que el mundo no va a parar de girar por las Islas Coronado. El problema es que es una pieza más de un gigantesco rompecabezas que acabará por romperle la madre al planeta y a todos sus habitantes.

Pero no señores, no se preocupen por mi objetividad. Si ustedes ganan, probablemente a mí me toque acudir a cubrir la inauguración de su planta gasera y les juro que no voy a inmolarme ni a tirar una bomba. Cubriré la noticia seriecito y objetivo, como he sido siempre, sin rencores ni lágrimas. Ni modo, así es esta vida del periodismo señores. Los rencores y las pasiones suelo dejarlas en casa. Por fortuna, aquí en Eterno Retorno el que se expresa es el ciudadano. Al periodista lo pueden leer en el periódico si ustedes quieren.