Exodos absurdos del Bajo Drudolph
En la contraportada del libro que Milena Herzingova robó de la biblioteca pública de Manheimm Alemania, se lee que Galaor Zuazua Cota nació en el Municipio de Tecate un 6 de octubre de 1943.
Estudiante de la preparatoria Lázaro Cárdenas, realizó estudios de derecho en la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde se tituló en 1966, para luego partir a la Universidad Belgrano en Argentina donde se inscribió a una maestría en Historia de las Culturas.
Su tesis, titulada Mitos y falacias en torno a la aparición del hombre americano, estuvo envuelta en la polémica, pues rechazaba ferozmente la hipótesis del cruce de tribus por el Estrecho de Behering en Alaska.
Sin un mínimo de rigor científico en sus investigaciones, una pandilla de teorreícos se ha dedicado a darnos atole con el dedo durante años, postuló Galaor en uno de sus artículos más incendiarios.
De acuerdo con la hipótesis de Galaor, las culturas del Pacífico Oriental habían desarrollado avanzadas técnicas de navegación y eran capaces de recorrer cientos de kilómetros en mar abierto.
El punto más discutido de toda la obra de Galaor, y sin duda el que motivó a la estudiante checa Milena Herzingova a viajar hasta Baja California, es el referente al contacto entre las culturas isleñas del Pacífico Oriental con las hordas exiliadas del Bajo Drudolph y Zacrozzdahal. Según el historiador tecatense, los prófugos de Daxdalia, todos practicantes del culto Zaffra Burdakk, habrían enseñado a los isleños las técnicas de fabricación de grandes navios con madera de cedro, capaces de resistir las agresivas corrientes del Pacífico. Es obvio, sostiene Galaor, que siendo practicantes de un culto eminentemente lunar como el Zaffra Burdakk, los de Daxdalia enseñaron a los isleños a elegir sus días de navegación guiados por las fases de la luna.
Ayudados por las fuertes corrientes que se registran en otoño y por vientos inusualmente benignos y favorables, los exiliados de Daxdalia, acompañados por al menos 40 isleños, habrían llegado a las cuatro islas que el historiador sueco Dronjack bautizó como Nueva Daxdalia.
Amber y yo pasamos las primeras cuatro noches que siguieron a nuestro encuentro platicando sobre las teorías de Galaor. Ella penaba que Galaor en efecto existía o había existido y su única duda era si se trataba de un genial visionario o un demente empeñado en materializar sus alucinaciones. Yo en cambio pensaba que Galaor mismo era una ficción, un personaje inventado por algún investigador excéntrico que al no querer hacerse responsable de una hipotesis alocada, decidió atribuirla primero a un personaje inexistente para medir las reacciones que suscitaba en los círculos académicos. Pensaba esto porque como periodista me di a la tarea de investigar en la Sociedad de Historia de Tijuana el paradero de Galaor Zuazua. Mis intentos fueron infructuosos. Lorenzo Carvajal, presidente de la Sociedad de Historia de Tijuana y Argemiro Montaño, decano de los cronistas de la ciudad, negaron que hubiera existido algún historiador llamado Galaor Zuazua en toda la historia de la Sociedad. Lo que más les preocupaba, aunque yo fingí demencia y argumenté no estar seguro, era que alguien hubiera podido violar los sellos de la Sociedad de Historia de Tijuana para producir obras apócrifas. Aunque jamás tuve la oportunidad e ver el libro amarillo que Milena robó de la Biblioteca de Manheimm, en las copias que Amber me enseñó podía verse claramente el sello de la Sociedad de Historia de Tijuana.
En la contraportada del libro que Milena Herzingova robó de la biblioteca pública de Manheimm Alemania, se lee que Galaor Zuazua Cota nació en el Municipio de Tecate un 6 de octubre de 1943.
Estudiante de la preparatoria Lázaro Cárdenas, realizó estudios de derecho en la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde se tituló en 1966, para luego partir a la Universidad Belgrano en Argentina donde se inscribió a una maestría en Historia de las Culturas.
Su tesis, titulada Mitos y falacias en torno a la aparición del hombre americano, estuvo envuelta en la polémica, pues rechazaba ferozmente la hipótesis del cruce de tribus por el Estrecho de Behering en Alaska.
Sin un mínimo de rigor científico en sus investigaciones, una pandilla de teorreícos se ha dedicado a darnos atole con el dedo durante años, postuló Galaor en uno de sus artículos más incendiarios.
De acuerdo con la hipótesis de Galaor, las culturas del Pacífico Oriental habían desarrollado avanzadas técnicas de navegación y eran capaces de recorrer cientos de kilómetros en mar abierto.
El punto más discutido de toda la obra de Galaor, y sin duda el que motivó a la estudiante checa Milena Herzingova a viajar hasta Baja California, es el referente al contacto entre las culturas isleñas del Pacífico Oriental con las hordas exiliadas del Bajo Drudolph y Zacrozzdahal. Según el historiador tecatense, los prófugos de Daxdalia, todos practicantes del culto Zaffra Burdakk, habrían enseñado a los isleños las técnicas de fabricación de grandes navios con madera de cedro, capaces de resistir las agresivas corrientes del Pacífico. Es obvio, sostiene Galaor, que siendo practicantes de un culto eminentemente lunar como el Zaffra Burdakk, los de Daxdalia enseñaron a los isleños a elegir sus días de navegación guiados por las fases de la luna.
Ayudados por las fuertes corrientes que se registran en otoño y por vientos inusualmente benignos y favorables, los exiliados de Daxdalia, acompañados por al menos 40 isleños, habrían llegado a las cuatro islas que el historiador sueco Dronjack bautizó como Nueva Daxdalia.
Amber y yo pasamos las primeras cuatro noches que siguieron a nuestro encuentro platicando sobre las teorías de Galaor. Ella penaba que Galaor en efecto existía o había existido y su única duda era si se trataba de un genial visionario o un demente empeñado en materializar sus alucinaciones. Yo en cambio pensaba que Galaor mismo era una ficción, un personaje inventado por algún investigador excéntrico que al no querer hacerse responsable de una hipotesis alocada, decidió atribuirla primero a un personaje inexistente para medir las reacciones que suscitaba en los círculos académicos. Pensaba esto porque como periodista me di a la tarea de investigar en la Sociedad de Historia de Tijuana el paradero de Galaor Zuazua. Mis intentos fueron infructuosos. Lorenzo Carvajal, presidente de la Sociedad de Historia de Tijuana y Argemiro Montaño, decano de los cronistas de la ciudad, negaron que hubiera existido algún historiador llamado Galaor Zuazua en toda la historia de la Sociedad. Lo que más les preocupaba, aunque yo fingí demencia y argumenté no estar seguro, era que alguien hubiera podido violar los sellos de la Sociedad de Historia de Tijuana para producir obras apócrifas. Aunque jamás tuve la oportunidad e ver el libro amarillo que Milena robó de la Biblioteca de Manheimm, en las copias que Amber me enseñó podía verse claramente el sello de la Sociedad de Historia de Tijuana.