Eterno Retorno

Monday, October 18, 2004

Lluvia

La lluvia por fin llegó y con ella, marchando en fila india, una cofradía de narraciones apocalípticas que se pasean por Tijuana cada que el cielo se digna a escupirnos algo de agua.

El Arca de Noe y El Luto Humano de José Revueltas son chistes de Pepito cuando uno escucha los recuerdos que la furia del agua ha dejado en la memoria de esta ciudad nuestra.

Apenas unas cuantas gotas golpean el cristal y el fantasma irrumpe siniestro: 1993. Y entonces Protección Civil se acuerda que hay zonas de riesgo y que decenas de miles de desdichados habitan en el lecho de los arroyos y en las orillas de barrancas que se desbaratarían cual polvorones llevándose consigo sus palacios de lámina y llanta, con todo y antena Sky, carro chocolate y sueños de emigración incluidos.

A mí la lluvia me agarró al medio día caminando por el Díaz Ordaz, en pleno corazón de La Mesa, frente al Mercado de Todos. Vista la situación, no hubo otra alternativa más que refugiarme bajo el techo de lámina del mercado, surcado por infinitas goteras y nada más en los dos minutos que tardé en fumarme un farito mirando el fugaz diluvio, la entrada del mercado se llenó de transeúntes remojados.


7-1

Seventh Son of a Seventh Son es el disco que está en mis audífonos al momento de escribir esto. El séptimo álbum de Iron Maiden y a juicio de muchos puristas el último álbum apoteótico de la Bestia (bueno, para mí todos y cada unos de los álbumes de la Doncella de Hierro son apoteóticos y merecen ser escuchados por toda la Eternidad)

Seven deadly sins, Seven ways to win, Seven holy paths to Hell, and your trip begins. Seven downward slopes, Seven bloodied hopes, Seven are your burning fires, Seven your desires. Y bueno a Adrián Smith y a Bruce Dickinson, autores de esta gran canción, se les olvidó decir: Seven Goles le atascó el Tigre al miserable pescadito rojo. Ahí nomás señores. Siete golecitos, tres de ellos de excelente manufactura, con los que en San Nicolás de los Garza hicimos un delicioso ceviche de tiburón sin dientes.

400 quijotescos años

Hace 400 añitos, en octubre de 1604, se publicó en España una novela satírica con la que su autor, un veterano de la batalla de Lepanto que le dejó por herencia el mote del manco, sobreviviente de un secuestro en Argel, marcado como res por sus captores turcos y atosigado por las deudas, un tal Miguel de Cervantes oriundo de Alcalá de Henares, esperaba divertir a algunos cuantos nobles señores y reunir algunos reales que le permitieran más o menos calmar la furia de sus acreedores. Este tal Cervantes sabía que su novela mayor, la que quedaría para la posteridad, la que le heredaría a la humanidad, sería La Galatea, novela romántico pastoril, rica en sonetos y canciones. La que publicó en 1604, era sólo una forma de reírse un poco de los ridículos aristócratas que pasaban la vida enfrascados en sus novelas de caballería. En 1604 Cervantes no le apostó mucho a su Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Sólo hasta que la edición se agotó y la horda de plagiadores, encabezados por el tal Avellaneda, reprodujeron falsos quijotes en todos los rincones de España, se decidió Cervantes a retomar a su personaje en 1615 y mandarlo por tercera ocasión a recorrer sobre Rocinante los áridos caminos de La Mancha, para después hacerlo rodar bajo la lanza del Caballero de la Blanca Luna en una playa de Barcelona y matarlo de tristeza, para asegurar que ningún otro ladrón fuera a resucitarlo de la tumba.

400 años después, España celebra en grande el acontecimiento con una nueva super edición del Quijote, con un prólogo de ocho capítulos, infinitos píes de página, un CD interactivo y rostros caricaturescos de Cervantes y Don Alonso en la portada. 50 euros vale el tamalito.

La edición que yo poseo del Quijote es una que me regaló mi abuelo y es sin duda el ejemplar más bello que hay en mi biblioteca. Pastas y estuche de cuero, papel estilo Biblia e ilustraciones de Gustave Doré. No suelo profesar amor al libro como objeto y ya más d euna vez he dicho que suelo subrayar compulsivamente mis libros y anotarles comentarios en los píes de páginas, pero con ese ejemplar del Quijote hago la excepción y lo mantengo inmaculado.



Y a Baja California le dieron gas

Las buenas conciencias, los hombres de bien, aquellos que velan por el progreso y el bienestar de nuestra bienamada sociedad bajacaliforniana, han decidido que nuestra Península necesita urgentemente plantas de gas licuado en sus litorales.
No hacerlo, dicen, traería consigo horrores apocalípticos, devaluaciones, cierre de empresas, enloquecimiento de los puntos porcentuales de la balanza comercial, tumores cancerígenos en el producto interno bruto y fiebres alucinógenas a la industria maquiladora.

Estos buenos señores, siempre dignos defensores de lo que ellos han decidido es lo mejor para nosotros, dicen que hay por ahí unos cochinos ecologistas inconscientes, harapientos e ignorantes que en su afán de proteger la vida de dos o tres foquitas insignificantes, son capaces de llevar a la economía del Estado a la hecatombe.

Otros simplemente no se cuestionan el asunto ambiental, por la simple y sencilla razón de que es un tópico que no pasa por su cabeza: Estamos hablando de economía señor periodista, no me venga usted con preguntas impertinentes.


Ya me anda

Vacaciones: Romperle el hocico a la vida diaria, asesinar a cuchillazos a los lugares comunes, escupirle en el rostro a todo lo que se llama cotidiano y largarme tan lejos como sea posible. Cuando has marcado una fecha para un viaje, los días comunes dejan de tener sentido. No comas ansias cabrón, todavía te faltan unos días. Por lo pronto, descubro que si hay algo de lo que deseo ser libre, es de tener frente a mí la pantalla de una pinche computadora y de ese perro compañero llamado internet que pasa la vida jurando ser mi aliado y que desde un tiempo para acá me está haciendo efecto de sobredosis. Lo único que siempre será bienvenido en la mochila de viajero, serán los libros.


Repetición

A blogger le ha dado por clonarme textos. Le da por engañarme y decirme que no me ha publicado nada y un día después caigo en la cuenta de que me publicó por triplicado. Al improbable lector de estas caóticas líneas pido una disculpa y le juro que no es una manía de repetir ni recalcar.