Un objeto con olor a eternidad
Es muy complicado jugar a hacer predicciones, máxime cuando tienen que ver con la propia muerte, pero si tuviera que jugármela en una apuesta, diré que hasta el último día de mi vida habrá siempre un libro cerca de mí. Un libro tradicional, de papel, tinta y pastas. Podrán regalarme la última y más revolucionaria generación de e-books, podrán hablarme de las ventajas de la tecnología de vanguardia, de lo obsoleto que resulta un amasijo de papeles susceptibles de apolillarse, de ser carcomidos por los hongos, de generar polvo y robar espacio, cuando toda mi biblioteca puede caber en la palma de una mano. Sí, lo sé y lo reconozco. Llámalo aferre de viejo, terquedad de un tipo anticuado anclado en la nostalgia de otra época, pero yo me quedo con mis libros de papel. Como objeto el libro me parece un ente perfecto y nada podrá sustituirlo. No me cierro a la comodidad de un e-book, pero el hijo de Gutenberg me parece imposible de reemplazar. En ese sentido, no puedo menos que coincidir con Umberto Eco cuando afirma que “el libro, es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor. El libro ha superado la prueba del tiempo”. La obra conversacional de Umberto Eco y Jean-Claude Carriere es, desde su título, toda una declaración de principios de amor por un objeto y su significado: “Nadie acabará con los libros”. Esa verdad tan contundente titula las charlas entre Eco y Carriere compiladas por Jean-Philippe de Tonnac y editadas por Lumen. Después de todo, hace milenios la gente ya leía y hoy lo sigue haciendo, aunque el contexto, los hábitos, la forma y la superficie de la lectura se han modificado radicalmente. Eco es realista y no se cierra al cambio al señalar que “quizá evolucionen sus componentes, quizá sus páginas dejen de ser de papel, pero seguirá siendo lo que es” afirma el semiólogo italiano. Internet representa una revolución tan trascendente como lo fue la imprenta de Gutenberg. La diferencia es que en el Siglo XV la historia caminaba en cámara lenta y en el Siglo XXI parece correr en cámara rápida. Cinco años en la historia del Internet pueden ser una eternidad, de ahí lo complicado que puede llegar a resultar hacer pronósticos con alguna dosis de realismo y exactitud. DSB