llámenme Habacuc
Como este es
un relato cuyo tema tiene que ver con ir a buscar la vida en la parte líquida
del mundo a bordo de una nave de los locos, podría comenzar diciendo que al
encontrarme sin ningún dinero en mi cartera y nada interesante para mí en tierra, se me ocurrió ir mar adentro rumbo a una isla
rodeada de tiburones blancos. Quiero creer que esa es la manera como puedo disipar la melancolía de este
noviembre lluvioso y también tengo sobradas sospechas para intuir que este
viaje será en verdad el sustituto de un revólver y seis balas. Ah, se me
olvidaba: llámenme Habacuc (sí, ese es mi nombre).
Si el
horóscopo o las galletas chinas espetaran al chile y sin tapujos la negritud
del futuro inmediato, habrían tenido a bien advertirme que una fatal alienación
de astros o una suma de aleatoriedades hostiles acabarían de derrumbar los
despojos de mi vida en tan solo una semana.