La luna llena asoma desde el Este al atardecer. Antes del alba, estará sobre el Pacífico. ¿Será el hechizo lunar lo que acabe por hacer a Iker tomar la decisión de venir a saludarnos de una vez por todas? La luna mueve mareas y motiva a los niños. Desde un tiempo para acá, todo mundo me pregunta por él y la respuesta es la misma: aún nada, dice que lo esperen otro ratito, que por ahora no le corre ninguna prisa. Y sin embargo, pase lo que pase, falta tan, pero tan poco tiempo. En cualquier caso, no puede pasar de una semana, una semana y media cuando mucho. Parecía tan lejano llegar a estas fechas y mira, hoy es 30 de noviembre, el día marcado y nada. Iker decidió no compartir cumpleaños con mi primo Héctor Diego, como decidió hace un par de semanas no ser escorpión. Será un niño decembrino, sagitario, cercano a la Navidad. Pensamos que tendríamos un bebé prematuro y ahora resulta que ha llegado a término, que cumplió su temporada a cabalidad y lo que venga es puro tiempo extra. Él está listo.
El sábado tuvimos nuestro primer día realmente invernal en Tijuana. Día de lluvia y viento helado. Los heraldos de las catástrofes siempre vaticinan que el siguiente será el peor invierno en la historia de la ciudad. Fríos congelantes y lluvias más duras que las del 93, nuestra pesadilla omnipresente, nuestro monstruo favorito, el 93. De pronto, sin decir agua va, el ánimo invernal se apoderó de la ciudad y la parafernalia navideña fue invadiendo cada calle. En casa ya hay arbolito desde ayer. La primera Navidad de Iker empieza a dibujarse. Algún día recordaremos estos días de nervio y espera, de dulce tensión, de contar los minutos y hacer apuestas. ¿Diurno o nocturno? ¿Natural o cesárea? ¿Cómo será su carita? ¿Tendrá pelo? No me gusta el papel de espectador sin dolor que juego en esta aventura. Para Carolina e Iker será todo un ritual de esfuerzo y dolor. Nacer duele. Él tendrá que hacer su máximo esfuerzo. Adiós a la quietud uterina. Frío, luz, manos de médicos impertinentes, voces, ruidos, bienvenido al mundo. Nacer es la primera gran batalla e Iker está por pelearla. La naturaleza decidió que yo sea simple espectador y eso me parece injusto, además de insoportable. A veces quisiera que todo ocurriera ya, que Iker se apure y venga de una vez por todas. Luego pienso que allá adentro está tan cómodo, tan a gusto, que esa paz no volverá a vivirla. Nuestros días como pareja profesionista sin hijos se acaban. Casi once años. Lo único que se es que a partir de ahora la existencia tiene otra dimensión y sobre todo, tiene sentido.