De horcas y ahorcados es el racimo
Por la tarde me
reúno con Pablo. Nunca he tenido secretos para mi mejor amigo, pero he decidido
mejor no contarle nada de mis planes. Lo peor que podría suceder sería que lo
involucraran en el crimen tratando de fabricarle una complicidad.
Creo que Pablo
intuye la proximidad del fin. Me conoce demasiado bien para saber que pasa
algo, pero no me hace preguntas. He querido transformar a Pablo en una suerte
de albacea de mi modestísimo legado literario. Le dejo el manuscrito inacabado
de El
magnicidio como una de las bellas artes y una versión corregida de Ipanema
se muere hoy. En silencio
fumamos y bebemos te de mariguana. El demacre y la delgadez de Pablo empiezan a tomar tintes mórbidos. Su rostro es
cada vez más cercano a una calavera cubierta de pellejo.
Pese a la heroína
y a su posible contagio de sida, Pablo tiene el ánimo de dibujar cuando le pido
que imagine una portada para El magnicidio como una de las bellas artes.
Pinta una maraña o una mata de algo que no alcanzo a distinguir. Parece un
racimo de uvas, pero al observar el
dibujo me doy cuenta que las decenas de pequeños círculos en que acaban las
ramitas están huecos y tienen un nudo en el borde. No es un racimo de uvas, es
un racimo de horcas. Míralo bien: cada ramita se transforma en una soga cuyo
nudo está listo para colocarse sobre un cuello. Después me pide que sobre cada
horca dibuje un monito que represente a alguien. Pienso primero en aquellos
suicidas que optaron por colgarse y el primero que acude a mi mente es Ian
Curtis. Después pienso en Foster Wallace y su infinita broma. Luego dejo de
concentrarme en ahorcados y empiezo a dibujar a toda mi galería de suicidas y
magnicidas, a aquellos que tras mil y un noches de insomnios y patinajes de
alto riesgo en el precipicio de la razón decidieron apagar la luz antes de que
alguien la apagara por ellos. Dibujé a Sebastián y a Genaro, a mis padres, a
Pablo y por supuesto me dibujé a mí. Ya no era un racimo de horcas sino un
racimo de ahorcados que serían planchados y aplastados como uvas para hacer un
vino. El vino de los que se embriagaron de infierno y brindaron con sus
demonios.