En su tesis ?Efectos colaterales de la Guerra de Ultramar?, el historiador militar A. Tabaoth, sostiene que los primeros alzamientos impulsados por las alas radicales en las playas de Muspelheim, cobraron víctimas entre los comerciantes y artesanos de las clases medias que ni siquiera eran ciudadanos del Imperio. Dado que en la zona del Puerto eran comunes las herrerías y las tiendas de artesanías, es probable que los sublevados hayan logrado hacerse d eun botín considerable de cuchillos y espadas de modelos diversos.
Aunque el Decreto de Emergencia Bélica publicado dos años antes prohíbía la comercialización de todo objeto punzocortante, advierte Tabaoth, es un hecho que el tráfico de artesanías jamás pudo ser controlado del todo. Es muy posible que por el encarecimiento que genera toda prohibición, los herreros vieran en la fabricación y tráfico de armas un negocio rentable.
Hasta los libros de texto oficiales, publicados por la Academia Imperial luego de un arduo proceso de censura, se advierte sobre la insistencia de la tradición popular de Muspelheim en hablar sobre una insurgencia que poseía armas que evidentemente estaban para entonces en desuso. Estas historias oficialistas hacen énfasis en la naturaleza supersticiosa de los cultos Zafra Burdak y sus derivados.
?Era un elemento común entre las masas supersticiosas e incultas el enaltecer la figura de sus héroes, añadiendo elementos de leyenda a sus actos. En la tradición de los seguidores del culto pagano conocido como Zafra Burdak, las armas antiguas tienen un profundo significado, pues evocan la gloria de los mercenarios de Muspelheim que dos siglos atrás participaron en las guerras del Litoral Sur?, señala textualmente uno de los libros de texto.
?En la época en que se dio el criminal asalto a la Clínica Austral, este tipo de armas existían sólo en los museos?, concluye el libro de texto.
En realidad, son cada vez menos los historiadores que se preocupan por indagar en torno al asalto y destrucción de la Clínica Austral.
Hoy en día, el pasaje apenas es recordado en el Imperio como un ejemplo de los niveles que puede alcanzar la bajeza e ingratitud de los pueblos bárbaros, incapaces de valorar el progreso que el Imperio les brindó.
Aunque el Decreto de Emergencia Bélica publicado dos años antes prohíbía la comercialización de todo objeto punzocortante, advierte Tabaoth, es un hecho que el tráfico de artesanías jamás pudo ser controlado del todo. Es muy posible que por el encarecimiento que genera toda prohibición, los herreros vieran en la fabricación y tráfico de armas un negocio rentable.
Hasta los libros de texto oficiales, publicados por la Academia Imperial luego de un arduo proceso de censura, se advierte sobre la insistencia de la tradición popular de Muspelheim en hablar sobre una insurgencia que poseía armas que evidentemente estaban para entonces en desuso. Estas historias oficialistas hacen énfasis en la naturaleza supersticiosa de los cultos Zafra Burdak y sus derivados.
?Era un elemento común entre las masas supersticiosas e incultas el enaltecer la figura de sus héroes, añadiendo elementos de leyenda a sus actos. En la tradición de los seguidores del culto pagano conocido como Zafra Burdak, las armas antiguas tienen un profundo significado, pues evocan la gloria de los mercenarios de Muspelheim que dos siglos atrás participaron en las guerras del Litoral Sur?, señala textualmente uno de los libros de texto.
?En la época en que se dio el criminal asalto a la Clínica Austral, este tipo de armas existían sólo en los museos?, concluye el libro de texto.
En realidad, son cada vez menos los historiadores que se preocupan por indagar en torno al asalto y destrucción de la Clínica Austral.
Hoy en día, el pasaje apenas es recordado en el Imperio como un ejemplo de los niveles que puede alcanzar la bajeza e ingratitud de los pueblos bárbaros, incapaces de valorar el progreso que el Imperio les brindó.