Ella sigue de viaje
Luis Felipe G. Lomelí
TusQuets
Por Daniel Salinas Basave
A veces esto del vicio por la lectura acarrea ciertos riesgos, sobre todo cuando se lee con cierto afán compulsivo y sin las pausas necesarias para la reflexión.
Cuando en un pequeño lapso de tiempo uno se sumerge en dos estilos, o diríase más bien vocaciones liteararias contrastantes, puede darse un corto circuito.
Dicho en términos gastronómicos, es algo así como tomar un vaso de leche al mismo tiempo que unos pepinos con chile y limón o un plato de aguachile acompañado por chocolate caliente.
El libro de relatos de Luis Felipe G. Lomelí ?Ella sigue de viaje?, cayó en mis manos al cabo de una semana en que por motivo de una presentación, estuve sumergido con particular intensidad en el último libro de Mario Bellatín.
Aún con la mente invadida por niños muertos, liebres dolientes, trasvestis filósofos y universales que se inyectan sangre infecta, me sumergí en historias de parejas que con o sin lágrimas, se dicen adios en un aeropuerto, o novios nostálgicos que añoran a su amada en un café.
Por ello tengo la sospecha de que mis comentarios sobre el libro de Lomelí adolescen en este momento de una terrible subjetividad condicionada en gran medida por el universo bellatiniano. Tal vez una segunda lectura sea distinta.
?Ella sigue de viaje? está conformado por doce relatos cortos, algunos francamente cortísimos, como es el caso del primero, ?El emigrante?, en donde Lomelí se da a la tarea de arrebatarle a Monterroso y a su dinosaurio el record del cuento más corto.
?¿Olvida usted algo?? . ? Ojalá?. No es un epígrafe, es el relato señores. Luego del aperitivo uno se sumerge en ?Dos acequias?, donde el autor juega con el ?slang? colombiano y mexicano para contarnos la primera historia de adioses y nostalgias.
?No me ignores? , una historia que aunque nos muestra otro disfraz, es cruda, angustiante y luego ?La sombra de los peces en la arena?, y la infinita soledad de los aeropuertos. ?Bastoncitos de caramelo? y la borgeana metáfora del laberinto llevada al largo viaje del metro Cuatro Caminos a Universidad en la Ciudad de México o el viaje sin retorno de un fracaso matrimonial montado en el tren del Rivotril de ?Abril está en otra parte?.
Punto fuerte del libro en el ?Cielo del Neuquén? y el infernal magnetismo de La Patagonia o el vacío ontológico de los puentes neoyorkinos en ?Nocturno de Brooklyn Bridge?.
?Ella sigue de viaje?, es un ir y venir de nostalgias desparramadas en estampas del continente americano y aderezadas por modismos idiomáticos locales con un ritmo prosísitco que por momentos toma termenda agilidad, pero que también abusa de sobrecargados afanes poéticos entre un exceso de nombres de mujer.
Narraciones que van de lo crudo a lo humorístico y que por momentos redundan en un romanticismo juvenil que coquetea con lo cursi (confieso que este último comentario está influido por una mente aún cargada por la oscuridad bellatiniana)
Pero con todo y eso, los de ?Ella sigue de viaje? me parecen buenos relatos, algunos francamente muy buenos.
Conocí a Luis Felipe Lomelí hace unos ocho años, en el taller de Don Rafael Ramírez Heredia y siempre me ha parecido un tipo astuto. La suya es una prosa inteligente, que por momentos se da el lujo de desparramar malicia literaria, aunque a veces lo traicionen párrafos inocentes. Es tal vez en ese contraste donde radica el encanto de este libro.
Luis Felipe G. Lomelí
TusQuets
Por Daniel Salinas Basave
A veces esto del vicio por la lectura acarrea ciertos riesgos, sobre todo cuando se lee con cierto afán compulsivo y sin las pausas necesarias para la reflexión.
Cuando en un pequeño lapso de tiempo uno se sumerge en dos estilos, o diríase más bien vocaciones liteararias contrastantes, puede darse un corto circuito.
Dicho en términos gastronómicos, es algo así como tomar un vaso de leche al mismo tiempo que unos pepinos con chile y limón o un plato de aguachile acompañado por chocolate caliente.
El libro de relatos de Luis Felipe G. Lomelí ?Ella sigue de viaje?, cayó en mis manos al cabo de una semana en que por motivo de una presentación, estuve sumergido con particular intensidad en el último libro de Mario Bellatín.
Aún con la mente invadida por niños muertos, liebres dolientes, trasvestis filósofos y universales que se inyectan sangre infecta, me sumergí en historias de parejas que con o sin lágrimas, se dicen adios en un aeropuerto, o novios nostálgicos que añoran a su amada en un café.
Por ello tengo la sospecha de que mis comentarios sobre el libro de Lomelí adolescen en este momento de una terrible subjetividad condicionada en gran medida por el universo bellatiniano. Tal vez una segunda lectura sea distinta.
?Ella sigue de viaje? está conformado por doce relatos cortos, algunos francamente cortísimos, como es el caso del primero, ?El emigrante?, en donde Lomelí se da a la tarea de arrebatarle a Monterroso y a su dinosaurio el record del cuento más corto.
?¿Olvida usted algo?? . ? Ojalá?. No es un epígrafe, es el relato señores. Luego del aperitivo uno se sumerge en ?Dos acequias?, donde el autor juega con el ?slang? colombiano y mexicano para contarnos la primera historia de adioses y nostalgias.
?No me ignores? , una historia que aunque nos muestra otro disfraz, es cruda, angustiante y luego ?La sombra de los peces en la arena?, y la infinita soledad de los aeropuertos. ?Bastoncitos de caramelo? y la borgeana metáfora del laberinto llevada al largo viaje del metro Cuatro Caminos a Universidad en la Ciudad de México o el viaje sin retorno de un fracaso matrimonial montado en el tren del Rivotril de ?Abril está en otra parte?.
Punto fuerte del libro en el ?Cielo del Neuquén? y el infernal magnetismo de La Patagonia o el vacío ontológico de los puentes neoyorkinos en ?Nocturno de Brooklyn Bridge?.
?Ella sigue de viaje?, es un ir y venir de nostalgias desparramadas en estampas del continente americano y aderezadas por modismos idiomáticos locales con un ritmo prosísitco que por momentos toma termenda agilidad, pero que también abusa de sobrecargados afanes poéticos entre un exceso de nombres de mujer.
Narraciones que van de lo crudo a lo humorístico y que por momentos redundan en un romanticismo juvenil que coquetea con lo cursi (confieso que este último comentario está influido por una mente aún cargada por la oscuridad bellatiniana)
Pero con todo y eso, los de ?Ella sigue de viaje? me parecen buenos relatos, algunos francamente muy buenos.
Conocí a Luis Felipe Lomelí hace unos ocho años, en el taller de Don Rafael Ramírez Heredia y siempre me ha parecido un tipo astuto. La suya es una prosa inteligente, que por momentos se da el lujo de desparramar malicia literaria, aunque a veces lo traicionen párrafos inocentes. Es tal vez en ese contraste donde radica el encanto de este libro.