Europa unida (De izquierdas, derechas y otras ficciones que se aman)
Es paradójico ver como los extremos políticos suelen tomarse de la mano y llevarse bien cuando se trata de opinar sobre ciertos temas. En lo que se refiere al tan cacareado tema de la negativa de Francia a la Constitución Europea, han salido a la superficie ciertos radicalismos en teoría opuestos que increíblemente están de acuerdo. La extrema izquierda y la extrema derecha, si es que aún existen o al menos en los términos que Roberto Bobbio lo entiende, están de acuerdo en su negativa a la Europa Unida. En casi todos los países europeos, los partidos conservadores de corte más tradicionalistas y las facciones socialistas, rechazan la idea de Europa como una gran nación.
Yo era un estudiante de preparatoria en los tiempos en que se empezó a hablar con insistencia sobre la Unión Europea. Estudiaba en aquel entonces en el Albatros, (plantel La Herradura Estado de México) y muchos de mis profesores me advertían que en el Siglo XXI Europa sería una superpotencia que haría temblar al Mundo.
No voy a darme a la tarea de matar a alguien de aburrimiento disertando sobre los pro y los contra de la Europa unida. Me limitaré a señalar que en mi personalísima y muy limitada experiencia, siento que la Europa Comunitaria le ha roto el hocico y el bolsillo a una buena cantidad de gente. He tenido la fortuna de viajar en cuatro ocasiones distintas a ese bello y viejo Continente. La primera en 1996, la última en 2004. En las tres anteriores aún no regía el Euro como moneda única y Europa me pareció un lugar de precios razonables, más caro que México, pero más barato que andar paseando por San Diego o San Francisco. La última vez que fui, ya con el Euro como amo y señor, Europa me pareció insoportablemente cara. Vi muchos más pordioseros que en ocasiones anteriores, más migrantes deambulando desempleados por los parques, precios inaccesibles en restaurantes y aparadores y sobre todo, mucha gente refunfuñando contra la Unión. Y es que fuera de la comodidad del pasaporte comunitario y de las ventajas que tienen los nacionales de países pobres de trabajar en países ricos, la Unión Europea ha tenido un parto complicado. Miles de ciudadanos de Europa del Este emigran a Londres o París en busca de trabajar legalmente, pero un cruel desempleo o una existencia de limosnero o practicante de economía subterránea es lo que les aguarda.
Pero bueno, esto de las derechas e izquierdas que se tocan no ocurre únicamente en el Viejo Continente. En Estados Unidos, en el cacareado debate sobre los migrantes, la extrema derecha estadounidense y cierta facción que podríamos identificar con saborcillo a izquierda (si es que de izquierda se puede hablar en ese país) son los más radicales opositores a los trabajadores migrantes. Por una parte, los estadounidenses conservadores, republicanos, defensores ultra de los valores W.A.S.P. son enemigos tradicionales de la migración (aunque la sirvienta de su casa suele ser mexicana) Pero en contraparte, tenemos a los ?working class heroes?, los líderes sindicales, los promotores de organizaciones obreras, típicamente demócratas, que son de los principales promotores del cierre de la frontera y la negación de los derechos más básicos a los indocumentados. En abril de 2001 fui a Washington DC dentro de un viaje para periodistas organizado por la Embajada de USA en México en donde hubo oportunidad de entrevistar a todo tipo de personajes relacionados con el tema de migración. Entonces me tocó conocer personalmente a líderes de uniones obreras que echaban pestes de los trabajadores migrantes y de la flexibilidad del gobierno para con ellos. Me explicaban que las conquistas laborales han costado mucho esfuerzo al trabajador estadounidense y consideran un escupitajo a su causa que la fuerza laboral venida del Sur de la Frontera sea capaz de vender su indocumentada mano de obra por un salario miserable.
Es paradójico ver como los extremos políticos suelen tomarse de la mano y llevarse bien cuando se trata de opinar sobre ciertos temas. En lo que se refiere al tan cacareado tema de la negativa de Francia a la Constitución Europea, han salido a la superficie ciertos radicalismos en teoría opuestos que increíblemente están de acuerdo. La extrema izquierda y la extrema derecha, si es que aún existen o al menos en los términos que Roberto Bobbio lo entiende, están de acuerdo en su negativa a la Europa Unida. En casi todos los países europeos, los partidos conservadores de corte más tradicionalistas y las facciones socialistas, rechazan la idea de Europa como una gran nación.
Yo era un estudiante de preparatoria en los tiempos en que se empezó a hablar con insistencia sobre la Unión Europea. Estudiaba en aquel entonces en el Albatros, (plantel La Herradura Estado de México) y muchos de mis profesores me advertían que en el Siglo XXI Europa sería una superpotencia que haría temblar al Mundo.
No voy a darme a la tarea de matar a alguien de aburrimiento disertando sobre los pro y los contra de la Europa unida. Me limitaré a señalar que en mi personalísima y muy limitada experiencia, siento que la Europa Comunitaria le ha roto el hocico y el bolsillo a una buena cantidad de gente. He tenido la fortuna de viajar en cuatro ocasiones distintas a ese bello y viejo Continente. La primera en 1996, la última en 2004. En las tres anteriores aún no regía el Euro como moneda única y Europa me pareció un lugar de precios razonables, más caro que México, pero más barato que andar paseando por San Diego o San Francisco. La última vez que fui, ya con el Euro como amo y señor, Europa me pareció insoportablemente cara. Vi muchos más pordioseros que en ocasiones anteriores, más migrantes deambulando desempleados por los parques, precios inaccesibles en restaurantes y aparadores y sobre todo, mucha gente refunfuñando contra la Unión. Y es que fuera de la comodidad del pasaporte comunitario y de las ventajas que tienen los nacionales de países pobres de trabajar en países ricos, la Unión Europea ha tenido un parto complicado. Miles de ciudadanos de Europa del Este emigran a Londres o París en busca de trabajar legalmente, pero un cruel desempleo o una existencia de limosnero o practicante de economía subterránea es lo que les aguarda.
Pero bueno, esto de las derechas e izquierdas que se tocan no ocurre únicamente en el Viejo Continente. En Estados Unidos, en el cacareado debate sobre los migrantes, la extrema derecha estadounidense y cierta facción que podríamos identificar con saborcillo a izquierda (si es que de izquierda se puede hablar en ese país) son los más radicales opositores a los trabajadores migrantes. Por una parte, los estadounidenses conservadores, republicanos, defensores ultra de los valores W.A.S.P. son enemigos tradicionales de la migración (aunque la sirvienta de su casa suele ser mexicana) Pero en contraparte, tenemos a los ?working class heroes?, los líderes sindicales, los promotores de organizaciones obreras, típicamente demócratas, que son de los principales promotores del cierre de la frontera y la negación de los derechos más básicos a los indocumentados. En abril de 2001 fui a Washington DC dentro de un viaje para periodistas organizado por la Embajada de USA en México en donde hubo oportunidad de entrevistar a todo tipo de personajes relacionados con el tema de migración. Entonces me tocó conocer personalmente a líderes de uniones obreras que echaban pestes de los trabajadores migrantes y de la flexibilidad del gobierno para con ellos. Me explicaban que las conquistas laborales han costado mucho esfuerzo al trabajador estadounidense y consideran un escupitajo a su causa que la fuerza laboral venida del Sur de la Frontera sea capaz de vender su indocumentada mano de obra por un salario miserable.