Los amantes de Sunset Park y el postergado Réquiem por Gutenberg
Un espontáneo correo de mi
colega Diego Arrellanes me hizo recordar un texto escrito en 2010 que forma
parte de Réquiem por Gutenberg y hace alusión al 2025 como una suerte de lejanísimo
futuro. Confieso que había olvidado por
completo que anoté esa fecha. Entonces me parecía taaaan distante el 25. Me
aterra de sobremanera pensar que hoy estamos a la misma distancia de 2040, pero
esa es ooootra historia.
El capítulo en cuestión,
titulado Los amantes de Sunset Park, toma como ejemplo el ficticio encuentro
entre dos jóvenes personajes de Paul Auster – Pilar y Miles- quienes se conocen
e inician un romance en un parque de Brooklyn donde ambos están leyendo El gran
Gatsby de Fitzgerald. En el texto pregunto si la posibilidad de que dos jóvenes
se conozcan leyendo libros en un parque sería considerada una extravagancia
absoluta o una escena deliberadamente
retro en 2025.
Pues bien, 15 años después el
libro y los lectores seguimos vivitos y coleando. Somos y seremos la misma fiel y aferrada
cofradía. Seguimos siendo una terca minoría, pero estamos lejos de extinguirnos.
Incluso, puedo afirmar que en 2025 hay
muchos más clubes de lectura que en 2010. Esos clubes virtuales fueron la mejor
herencia de la pandemia.
En el mismo texto me pregunto
si acaso los romances en las novelas del Siglo XXI iniciarán cuando los
personajes aparten la vista de sus Blackberry. ¡Blackberry! Es entonces cuando reparo en que el chiste se
contó solo. En su forma y técnica de interacción, el libro como objeto sigue
siendo igualito al del 2010 e igualito al del Siglo XVIII. ¿Y la Blackberry? Por
favor, es un puto cadáver, una antigualla obsoleta. ¿Qué es una Blackberry en
2025? ¿De qué carajos te puede servir? Ni para matar moscas como el periódico. Recuerdo cuando una Blackberry era el último
grito de la moda geek. Recuerdo cuando los odiosos radios Nextel formaban parte
de la vida cotidiana (nunca tuve uno y siempre los detesté). Recuerdo los
celulares Nokia, las tablets Palm. ¿Cuál fue su miserable periodo de vida? El equivalente
al de un insecto en verano. Sé que mi iPad actual será obsoleto dentro muy poco
tiempo (ya lo es en realidad). Los
juguetitos digitales deberían traer fecha de caducidad como el yogur.
¿Y los libros? Pues miren
colegas, aquí junto a mí tengo un ejemplar de Los Lusiadas de Luis de Camões impreso en 1914 y nada me
impide leerlo cómodamente en su forma en que fue diseñado hace 111 años. El
libro sigue siendo un objeto con olor a eternidad. Cierto, existe Kindle (yo
tengo uno y me encanta) pero no sustituye ni desbanca la navegación en barco de
papel.
Los objetos que forman parte
de nuestra vida cotidiana están condenados a ser efímeros y desechables. Mi
celular es casi mi oficina, una herramienta indispensable de mi vida diaria y
sin embargo sé que su fecha de caducidad es inmediata y que dentro de muy poco
será un objeto inútil.
Cierto, no pocos capítulos de
Réquiem por Gutenberg envejecieron y caducaron. En aquel entonces Obama era lo
más vanguardista del mundo en materia de manejo político de las redes sociales
y todavía era una gran novedad que un pronunciamiento presidencial oficial se hiciera
vía Twitter. Sin embargo hay pronósticos y teorías que no envejecen y por las
que meto las manos al fuego.
¿El libro impreso seguirá vivo
en 2040? Mi respuesta es un descomunal y contundente SÍ. Nuestros celulares
serán harto distintos y tal vez tendremos implantados en la cabeza nano chips con
inteligencia artificial, pero el libro seguirá siendo el mismo y los lectores
también.
La última frase de Réquiem por
Gutenberg dice sobre el libro: Algo me hace sospechar que ese objeto
inseparable, compañero fiel por el que la vida ha valido la pena ser vivida, ha
firmado un pacto con la eternidad.