La Tijuana de hoy será una ciudad invisible como las de Italo Calvino
Caminas por Tijuana y a tu alrededor solo hay grúas, andamios, cimientos. La ciudad entera en obras. Varilla, ladrillo, toneladas de concreto y varios miles de albañiles buscando alcanzar las babélicas nubes. La torre es el rostro de las grandes urbes, su vanidosa carta de presentación. Una ciudad sobre otra, estrictamente exclusiva y restringida. La ciudad de las alturas como un gran club privado. Tijuana en permanente metamorfosis, como un animal mutante aferrado a cambiar de piel, una urbe que se devora a sí misma. La nuestra es una ciudad adolescente cuya sospechosa acta fundacional se remonta al 11 de julio de 1889, aunque pese a su juventud, apenas quedan vestigios de su pasado. Tijuana es una ciudad del aquí y el ahora que suele arrasar con sus pocas reliquias. Creo que la Tijuana de 2040 apenas se parecerá a sí misma. Cierto, todas esas grúas y esas obras grises hablan de una economía en erupción. Pese a la violencia imparable, a los 2 mil homicidios por año y a la crisis pandémica en Tijuana la inversión no se detiene y el dinero está fluyendo. Cuántos arquitectos, ingenieros, electricistas, plomeros y albañiles están trabajando al mismo tiempo en este preciso momento. ¿Será real esta demanda o es acaso una burbuja que reventará? ¿De verdad habrá mercado para ocupar todos esos edificios? Pienso en los miles de trabajadores recién llegados del sur levantando esas habitaciones en donde nunca dormirán, los miles de niños que aún no nacen y que dentro de dos décadas contemplarán la ciudad desde la ventana de un piso 30 que aún no existe. Una urbe donde tal vez nosotros ya no estemos y que apenas se reconocerá en el espejo de su pasado. La Tijuana de hoy será una ciudad invisible como las de Italo Calvino, una grandísima ficción, una mentirosa nostalgia de viejos.