A propósito de lo que celebramos este día, hace poco bajé este libro en el Kindle: se llama simplemente 14 de julio y su autor es el narrador y cineasta de Lyon, Éric Vuillard. El libro está muy chingón y me lo chuté en un par de días, pues no es muy largo que digamos. Aunque algunos se han ido por la fácil y lo llaman novela histórica, yo lo leo como una muy bien armada crónica callejera reporteril que recrea con precisión el minuto a minuto de lo que sucedió en París en aquel caliente e intenso 14 de julio de 1789.
Para mí la primera sorpresa está en el prefacio, pues según Vuillard, la toma de la Bastilla tiene un antecedente aún más violento ocurrido tres meses antes, cuando los trabajadores manufactureros de Réveillon desataron una sangrienta revuelta y una quemazón de talleres que terminó en una masacre, causante de bastantes más muertes que las registradas el 14 de julio. Aquel estallido violento ha quedado en el olvido, pero representó el primer gran derramamiento de sangre de la Revolución Francesa.
Lo que más me gusta de la crónica de Vuillard es su crudeza. Aquí no hay grandes nombres ni salones palaciegos, sino pura esencia de calle ardiente y barricada. Apenas se detiene en mostrar la vida de Luis XVI y María Antonieta como mero antecedente y por su ausencia brillan Robespierre, Danton, Marat y todos los revolucionarios que entrarían en escena dos o tres años después. En realidad aquí no hay políticos, pensadores ni líderes de ninguna especie. Lo que hay en esta crónica es puro pueblo llano, la sufrida plebe en pleno, carne y sangre de barriada. La gran Revolución que transformó el orden mundial, acabó con el absolutismo y marcó un umbral historiográfico, estalló sin liderazgos, banderas ni idearios. Al igual que la primera Revolución Rusa de febrero de 1917, brotó del hambre pura y dura. En Petrogrado hacía demasiado frío y en París hacía demasiado calor. Según cierta corriente historiográfica, el 14 de julio acabó la Edad Moderna para dar paso a la Edad Contemporánea, en la que según ellos, aún vivimos. Lo sucedido ese día, fue que una creciente horda lumpen procedente de las más miserables barriadas comenzó a saquear comercios y en su furor, se dirigió a la prisión de La Bastilla pensando que ahí habría suficiente carbón, mismo que escaseaba. Esta horda que crecía conforme avanzaba, no pensaba liberar presos políticos ni tenía el mínimo interés en ello. Por lo demás, en la Bastilla no había ninguno ese día.
Cierto es que en la Bastilla estuvo algún día recluido Voltaire y el enigmático Hombre de la Máscara de Hierro. También es real que hasta una semana antes, estuvo en sus celdas el mismísimo Donatien Alphonse, el Divino Marqués de Sade, pero lo cierto es que el 14 de julio, había apenas siete presos en la Bastilla, ladronzuelos, locos y violadores, pero no revolucionarios ni pensadores ilustrados.
Por lo demás, ese día no le cortaron la cabeza a ningún rey ni cayó el antiguo régimen, pues Luis XVI, al volver a Versalles luego de una cacería, apuntó una sola palabra en su diario: "Nada".