Papá siempre acaba transformándose en literatura
Para bien, o casi siempre para mal, papá acaba
transformándose en literatura. Ya en este espacio les he hablado del exceso de
libros inspirados por la figura paterna, desde Hamlet a Pedro Páramo. Es un tema que a menudo acaba por saturarme y
lo considero sobreexplotado, aunque siempre hay agradables sorpresas. En lo que
va del 2024 me he leído cuatro obras híbridas sobre paternidad, dos sobre la
experiencia de ser padres y dos sobre la experiencia de ser hij@s. Fue una gratísima
sorpresa leer La figura del mundo de Juan Villoro y Dios fulmine a la que
escriba sobre mí de Aura García Junco. Algo hermana a estos dos libros y es que
en ambos casos, las figuras paternas retratadas son intelectuales con sui
generis caminos de vida consagrados a las letras. Por una parte un filósofo de
izquierda y zapatista otoñal surgido del exilio español y por otra un promotor
contracultural transformado en leyenda del underground literario y musical.
Ambos son retratados por sus vástagos, que siguieron también la vereda libresca,
aunque en estilo y géneros diferentes a los de sus progenitores. Aún con sus
obvios contrastes, Luis Villoro y H. Pascal se hermanan en su vocación de tercos
salmones. Villoro siguió el camino de la
academia desde donde se convirtió en interlocutor del zapatismo, mientras que
Pascal dejó el periodismo para entregarse a la calle y convertirse en el
Goliardo mayor y uno de máximos referentes del fanzine en México. Ambos fueron
padres más bien ausentes, bastante tercos e ideosos, pero al final dejaron
huella y sembraron semilla en su descendencia. Juan Villoro es simplemente un
chingón y su narrativa hace disfrutable cualquier historia. El retrato de su
padre raya en lo sublime, pero dista de ser una hagiografía o un homenaje. Lo
de Aura me parece novedoso y rompedor, porque es la primera vez que un fallido padre
punk es retratado por su hija millenial, una chica con filias neo feministas y
un credo rayano en lo woke. Lo más bello del libro, es la reconstrucción del
universo interior del padre a través de la biblioteca heredada.
De Literatura infantil de Alejandro Zambra y Un
hijo cualquiera de Eduardo Halfon ya les platiqué algo. Dos señores latinoamericanos de mi setentera generación que
al igual que yo, debutaron como papás estando ya algo mayorcitos. Yo, al
igual que ellos, también tuve la fortuna
de ver nacer a mi hijo y recordaré por siempre el instante como el más sublime
y extremo terremoto emocional que he vivido. “Contigo en brazos, por primera
vez aíslo, en la pared, la sombra que formamos juntos. Tienes veinte minutos de
vida”, escribe Alejandro Zambra en el primer párrafo de su libro. “Estuve ahí
las siete horas que duró el parto de mi hijo. Lo vi entrar al mundo. Oí su
primer grito. Sentí en mis dedos su primera respiración”, escribe Eduardo
Halfon.
Si algún día me diera por escribir sobre paternidad,
escribiría sobre la experiencia de ser padre y la forma en que mi hijo
transformó mi vida y mi manera de mirar el mundo. Sobre mi rol como hijo y la nula
influencia de mis padres (el biológico y el adoptivo) en mi vida, no tengo nada
interesante que decir, ni para bien ni para mal, así que sobre eso no escribiré
nunca. Ahí sí puedo decir con certeza que de esa agua no beberé.