Europa sigue cabalgando sobre su blanco toro raptor
Europa no
era europea de origen, pues habría nacido en Medio Oriente, concretamente en Líbano.
Europa fue una princesa fenicia que un mal día fue raptada por el siempre cachondo
Zeus. Para poder robarse a la bella muchacha, el mandamás del Olimpo se transformó
en toro blanco y la tomó por sorpresa en una playa de Sidón. Europa, viendo que
el toro era tan mansito y cariñoso, tuvo la terrible idea de montarlo. Una vez
que la joven estuvo sobre su lomo, la blanquísima res se internó en el Mediterráneo
y no paró hasta llegar con ella a Creta.
Europa
nombró a un continente que es a su vez una entelequia, una grandísima ficción y
un engañoso anhelo. ¿Qué carajos es Europa actualmente? ¿Qué hermana a un
portugués con un ucraniano o a un finlandés con un italiano? ¿Acaso hay algo en
común entre Malta e Islandia aparte de ser islas?
Eso me
preguntaba mientras veía a turcos y georgianos dar uno de los mejores partidos
de este Euro torneo futbolero que a menudo disfruto más que el Mundial mismo. Bajo
una torrencial lluvia germana, Turquía y
Georgia se disputaban la supremacía del Mar Negro en tanto las redes sociales
mataban a Noam Chomsky y yo me sorprendía al ver cuántos adoradores tiene este
señor entre mis contactos. Es un epitafio muy chomskiano crear una cadena de fake
news con su muy cercana muerte.
Turquía
juega de local en Alemania. Hay más de tres millones de turcos viviendo en el
país sede de la Eurocopa, así que en el estadio de Borussia estaban más que arropados,
pero los del país natal de Stalin también hicieron ruido.
Dicen que el vino más antiguo producido por la
humanidad nació hace 8 mil años en Georgia, así que algo tengo que agradecerle
a esa nación.
Podría apelar
a la siempre embustera nostalgia y decir que extraño los tiempos en que este
torneo se jugaba solo con ocho selecciones, pues cada uno de los partidos de la
primera fase era una final en potencia. Sin embargo, la Eurocopa de 24 banderas
me permite hermanarme con las ilusiones de los plebeyos del torneo, los marginales
que saben de antemano que no van a ganarla pero saltan a la cancha con todos
los sueños del mundo reverberándoles en el alma.
Por orden
de probabilidades, los mayores favoritos son Francia, Alemania y España. Medio
escaloncito abajo marchan Inglaterra y Portugal y algún caballito negro que bien
podría ser Holanda. ¿La copa será levantada por un treintañero en retiro como
Cristiano o Kroos o por un genial mozalbete como Mbappé o Bellingham? No es algo que me preocupe.
Más bien
me interesa ver a la afición de Albania y de Georgia ilusionadas con su debut o
a Ucrania lucir en su camiseta un mapa de su país con el Dombás y Crimea
incluidos para que le quede claro a Putin.
Pero más
me parte el alma Escocia y la eternidad de su cobija mil veces arrastrada.
Escocia es junto con Inglaterra la selección más antigua del mundo. Escoceses
fueron los primeros jugadores de la historia en ganar dinero por jugar futbol
allá por 1878 y sin embargo no han podido hacer nada ni medianamente memorable
en un torneo internacional de selecciones en donde irremediablemente los echan
en primera ronda. Más de 200 mil escoceses viajaron a Alemania, muchísimos más
de los que pueden entrar a un estadio de futbol. Creo que la prioridad no es acudir
a los partidos, sino beberse toda la cerveza de Bavaria. Regresarán a casa
rigurosamente derrotados y divinamente borrachos como siempre.
En
solidaridad con mi buen Predrag Jerkovic, tengo ganas de ver a Serbia dar una
campanada y también me gustaría ver a a Hungría recuperar el esplendor de
antaño
En fin. Europa
aún cabalga a lomo de su blanco toro raptor y la pelota sigue rodando, como
ruedan las cosas que no tienen mucho sentido y nos emocionan hasta la euforia.