Intensamente II
Anoche fuimos al cine a ver IntensaMente II y la conclusión es
que segundas partes también pueden ser muy buenas. Para mí es y ha sido la
apuesta narrativa más profunda de Pixar. Mis respetos para Pete Docter, la
mente maestra creadora de la película original y Kelsey Mann, el encargado de
la secuela, que no desmerece y está al nivel
Recuerdo con mucho cariño el verano de 2015 cuando vimos varias
veces la primera parte. Ikercho tenía cinco años y la película le emocionó.
Hoy, nueve años después, Ikercho tiene la misma edad de Riley, la protagonista,
y de una forma u otra enfrenta su mismo tipo de dilemas. En esta segunda parte
se agregan nuevas emociones y la Ansiedad (ese concepto tan de moda) toma un
rol protagónico. Siempre he creído que esta película puede atraer por igual a
psicoanalistas o a filósofos. Después de todo, el cuarto de controles de las
emociones es en mayor o menor medida la red neuronal de cada ser humano. Vaya,
cuando veo a Alegría, Furio, Tristeza y Ansiedad disputándose las reacciones de
la mente de Riley, pienso en mi propia cabeza en un día cualquiera. Vaya, no
necesitas ser adolescente para que tu cabeza sea un sube y baja o un péndulo y
la verdad sería aburrida una mente emocionalmente estacionaria. Necesitas una
dosis de ira y rabia para echarle chingazos a la vida pero al final es
delicioso poderte reír a gusto y convertir lo solemne en un chiste. Por cierto,
aunque su papel es casi espectral y no alcanza siquiera a influir en la mente
de Riley, un par de veces se asoma tras las cortinas una terca ancianita
llamada la Nostalgia a la que de inmediato piden retirarse, pues se ve ridícula
en la mente de una adolescente, pero que sin duda tomará un rol protagónico en
la vida adulta y lo será todo en la senectud, cuando tu vida entera tiene
amplias posibilidades de transformarse en un eterno viaje al pasado. Siempre he
pensado que a Federico Campbell y a Oliver Sacks les habría gustado esa
película. El lago congelado donde Riley aprende a jugar hockey no es muy
diferente de la magdalena chopeada de Proust. El telar encantado de Bruno
Estañol transformado en animación. Y sí, las canijas neuronas son como
chinculaes rejegos, frijoles saltarines incapaces de estarse quietos.