Eterno Retorno

Thursday, August 13, 2020

Zorba y Castillo

 

Los  dos primeros empleos formales de mi vida (antes de dedicarme de lleno a los medios impresos)  fueron en una tienda discos y en una librería. En ambos casos se trataba de cadenas que hace tres décadas eran exitosas  marcando la pauta en sus respectivos mercados y que sin embargo acabaron por extinguirse más temprano que tarde. En los años ochenta,  Discos Zorba llegó a ser un punto de referencia en la Ciudad de México por ser la cadena especializada en vinilos importados que difícilmente podían encontrarse en tiendas comunes. La sucursal de la Zona Rosa llegó a ser un santuario para miles de melómanos que ahorraban dinero para irse a comprar sus nada baratos discos. A mí me tocó partir plaza en la sucursal Interlomas cuando dicho centro comercial se inauguró en 1991 y la tienda solía estar a reventar, sobre todo los fines de semana. Recuerdo las caras de emoción de la gente cuando encontraban el disco deseado  e iban a la caja a pagarlo. Eran los tiempos en que el costo de un disco compacto de importación equivalía a mi  sueldo de una semana. También la Librería Castillo llegó a ser la más  grande y exitosa de Monterrey. En su momento tuvo seis sucursales e incluso llegó a manejar una casa editorial, Ediciones Castillo, que publicó a los mejores escritores regios de principios de los años  90,  además de  comprar los derechos de traducción de algunos best sellers internacionales.  Hoy, tanto Discos Zorba como  Librería Castillo son solo un buen recuerdo, pero en este caso no solo hablamos de dos compañías que perecieron sino de dos modelos de negocio que hoy están en peligro de extinción. Tanto la tienda de discos como la librería están amenazadas de muerte. En Estados Unidos,  las todopoderosas Tower Records o la Sam Goody pasaron a mejor vida. En México sobrevive MixUp, pero ya no se dedica exclusivamente a la venta de música. Paradójicamente, el  presente (y acaso el futuro) de la venta de discos, se enfoca ahora a lo artesanal, a tiendas de culto como la Ciruela Eléctrica en Tijuana que venden vinilos de colección. Ya no se trata de comprar sonido sino objetos de culto. Cualquier canción puedes escucharla gratis en internet, pero para muchos melómanos hay un placer indescriptible en poseer un objeto con valor artesanal. Con las librerías ocurre algo similar. La célebre  Borders cayó en bancarrota y la Barnes and Noble parece sangrar de una herida que no cicatriza. En México,  Gandhi mantiene en alto la bandera mientras El Péndulo parece mostrar  la ruta que debe tomar el negocio, pero decenas o cientos de pequeñas librerías han acabado por perecer en 2020. Después de mi experiencia en Zorba y Librería Castillo,  empecé a trabajar como reportero en medios impresos y dos décadas y media después  sigo en estrecha relación con ellos. Al igual que con los libros y con los discos, las reglas del juego cambiaron radicalmente para periódicos y revistas. Nuestro universo dio un vuelco de 180 grados. Mucho he escrito ya sobre las turbulencias que enfrenta la letra impresa. La forma en que yo trabajaba en 1997 no tiene nada que ver con la forma en que se trabaja hoy en día, pero algo me hace sospechar que la metamorfosis apenas comienza y que dentro de  20 años muchos de las costumbres que hoy forman parte de nuestra vida cotidiana serán solo un buen recuerdo. La época actual es un tren bala sin frenos.