La divina borrachera de los veinte
La divina borrachera de los veinte y su hedonismo ansioso. ¿De verdad fueron tan locos aquellos años? En Tijuana somos hijos de ese exabrupto, pues en la idílica década del Charleston y el Cabaret encarna nuestro mito fundacional. Nuestra Avenida Revolución, nuestra ensalada Caesars y el alma de nuestra noche eterna, son tan hijas de los veinte como la Bauhaus y el Art deco. La semilla de nuestra ciudad no se explicaría sin ese decenio. En los veinte nacieron mis abuelos (y acaso muchos de los abuelos de mi setentera generación). No deja de sorprenderme que se cumpla un siglo de la llegada al mundo de personas que fueron parte de mi camino de vida y en cierta forma me definieron. Desde el cómodo palco del historiador podemos delinear los parámetros de una época y sus contradicciones, pero no nos será dado vivir su espíritu, un Zeitgeist irrepetible y fugaz. Después de conocer el infierno de las trincheras y los gases, la humanidad intuía que el Apocalipsis podía estar a la vuelta de la esquina y la reacción natural fue dar rienda suelta al deseo y la experimentación artística. Cuatro macro imperios reducidos a ceniza y un mundo nuevo en ciernes. Europa despertaba de la pesadilla de la Gran Guerra y los mexicanos mirábamos con asombro el rastro del millón de muertos tributado por la tormenta revolucionaria. Por herencia nos quedaba la catarsis del caos, el idealismo y el exceso; Fitzgerald y su Gatsby; el orgasmo lingüístico de Joyce; Picasso, Dalí y el ojo del Perro Andaluz contemplando el acelere del primer gran reventón de la especulación capitalista. En la rabia y el desborde de los murales de Siqueiros y Rivera habita un hambre y un impulso que solo pueden surgir en un momento de fervor. De este lado del mundo teníamos ley seca y especulación bursátil de alto riesgo, mientras en el Berlín de Weimar la gente vendía sus cuerpos porque no había nada más para vender y el trauma del Tratado de Versalles se conjuraba en una dulce orgía cabaretera donde Nosferatu se hermanaba con las máquinas de Metrópolis mientras el tango porteño tomaba los salones de París y Gardel se jugaba entero por una cabeza que aflojó en la raya de Palermo pero bien pudo aflojar en el Hipódromo de Tijuana, donde también había desengaños y bocas de fuego. ¿Qué nos deparará nuestra nueva veintena? Parece ser que el “veinte” aún no nos cae en nuestro sectario y eternamente ofendido mundo donde la democracia liberal vive horas tan bajas; nuestro planetario ágora digital en donde los nuevos déspotas presidenciales desbarrancan economías en soliloquios tuiteros y surgen santos oficios listos para incinerar a los herejes que transgreden la biblia de lo políticamente correcto. La década loca murió el Martes Negro del 29 y fue inmolada poco después en la pesadilla nazi-fascista y el infierno del Gulag. ¿Y nosotros? ¿Hacia qué desbarrancadero viajarán ahora nuestros mil y un trenes del mame?