Eterno Retorno

Thursday, April 18, 2024

Clorofílela compa

 


 

Hay personas a las que el ratón neuronal les trabaja horas extra y en cámara rápida. Tal es el caso de Jorge Verdín, quien no solo fusionó una atmósfera sónica y visual única, sino que derrochó la pura chispa con el humor más ácido e irónico que podías encontrar en la red. Su fuego cruzado de pura carrilla norteña pesada con Pedro Beas es patrimonio cultural de la humanidad y la verdad lo voy a extrañar un chingo. En un universo tan infestado de cursilería y grandilocuencia, un humor tan filoso e inteligente es diamante en carbón. Aunque era puro néctar fronterizo, a Verdín lo fuimos a conocer algo lejecitos de aquí. Pedro Beas nos lo presentó en Buenos Aires, concretamente en el restaurante la Brigada de Santelmo, en la piazollana primavera porteña de 2006. Carol y yo andábamos rolando por allá y Nortec acababa de tocar en Montevideo. Desde entonces le seguimos la huella. Esta mañana me puse a escuchar los Corridos Urbanos de Clorofila, del Baby Rock a Nicole ya no baila aquí pasando por el megaclásico Olvídela Compa. Con Nortec en los audífonos me fui a echar mi caminata matutina por veredas baldías que pronto serán congestionadas calles y reparé entonces en que esa música capturó la esencia de un momento único e irrepetible, la comunión de una Tijuana efervescente y con las endorfinas a tope.

“Yo me imagino que se tiene que batallar para dejarla y si usted la quiere bastante, pues no es muy fácil para dejarla…hay que sufrirle para dejarla”. De repente, pensé en que el parroquiano que en una cantina pronunció esa máxima de sabiduría popular hace más de 20 años probablemente ya ha muerto (como sin duda murió ya el que en un camión pronunció “Porque parece mentira la verdad nunca se sabe” e inspiró al tocayo Sada la creación de una Megatherion narrativo) pero hay verdades que no caducan. Murió ese don como murió el Terrazas Vallarta, la Lonchería el Vigía, las guayinas lanchonas de asiento trasero y tantos narcojuniors que se dieron su primer pase en las noches locas del Baby Rock noventero; como tantas teiboleras de las que no se supo más nada después de romper unos cuantos corazones desde el tubo; como un Loop con complejo de eternidad que se desvanece con el derretir de las sombras de la madrugada ante la primera luz. Así son las canijas canciones, así es el canijo corazón. “El corazón muchas veces me domina. Quisiera que fuera al revés, pero no puedo” Dentro de un mes morirán las flores amarillas que me rodean esta mañana y las retroexcavadoras destruirán las madrigueras de los conejos y las serpientes que pueblan este baldío y la parrandera Muerte seguirá sacando sus cartas y respirándonos en el cuello, pero acaso un día, dentro de muchos años en una Tijuana apocalíptica, alguien escuchará que las canciones traen recuerdos…ganas de llorar a veces…y acaso ese alguien llorará o bailará y la pinche vida volverá a tener sentido solo por eso.

Tuesday, April 16, 2024

Universos paralelos

 


Nuestra vida cotidiana es un caleidoscopio de universos paralelos, un desfilar de pequeños milagros que a menudo ignoramos. Por años la ventana de nuestro baño ha estado cubierta por una enredadera que esta primavera sirve como nido a unos gorriones. Después de mucho empollar, hace unos días han nacido los polluelos. Ahora, mientras nos bañamos, vemos a la pajarita alimentando a sus retoños justo del otro lado de la ventana. Tan solo nos separa el cristal. ¿Cómo nos ven ellos a nosotros? Compartimos un espacio, estamos a centímetros en la intimidad, pero lo que miramos es tan distinto. Dentro de pocas semanas, los polluelos elevarán el vuelo y tendrán una perspectiva de nuestro entorno que a nosotros jamás nos será dado ver:  recovecos que nunca conoceremos, sonidos que jamás escucharemos, cofradías y jerarquías de aves amistosas u hostiles, conspiraciones gatunas y vuelos de rapaces de las que hay que cuidarse. Y su vida destellará en un verano que les parecerá tan largo o tan corto, tan predecible o fascinante, absurdo y pletórico como nuestras propias vidas.

Saturday, April 13, 2024

Trío jarcorero XIXnónico

 


¿Quiénes son los mayores novelistas del Siglo XIX? Para Stefan Zweig no hay duda: Balzac, Dickens y Dostoievski. Sin duda Vargas Llosa pegaría el grito en el cielo alegando que el mejor es Flaubert y Nabokov encabronado diría que Tolstói es deidad y Dostoievski un pobre pirado. El debate se pondría feroz. Zweig aclara que no se trata de hacer menos a Flaubert, Tolstói, Víctor Hugo o Stendhal, pero bajo su opinión,  este trío de personalidades tan contrastantes son meridianos para entender a la humanidad, al grado de inducir a poner su nombre a hechos o personas. Hay, por ejemplo, entornos balzacianos, personajes dickensianos o psicología dostoievskiana. Balzac retrata el engranaje social, Dickens la esfera familiar y Dostoievski el conflicto interno como nadie había hecho. Zweig, que es mi faro a la hora de escribir biografías,  publicó este ensayo en 1919 en Salzburgo y yo lo leo en una fría tarde primaveral rosaritense.

Monday, April 08, 2024

CLIS DE SOL

 


Como no queriendo mucho la cosa, esta mañana recordé que desde 1993 tengo tatuado un eclipse y ni siquiera tengo clara la razón por la que elegí ese dibujo y qué significado tenía para mí. Suelo olvidar que lo tengo.

También recordé que mi primera irrupción en una publicación colectiva, fue una antología del taller literario de la Universidad Regiomontana a la que titularon Y después del eclipse, pero con brutal franqueza he olvidado a quién y por qué se le ocurrió ese nombre y si acaso los eclipses significaban algo para nosotros en aquel demencial 94.

Recordé que diez años antes, siendo niño, me llevaron a ver el gran eclipse del 84 al parque Tangamanga de San Luis, pero la lluvia frustró nuestros planes. Esa tarde Manuel Buendía fue asesinado por la esquina de la información.

Recordé que en julio del 91 vimos el eclipse en una barranca al fondo de nuestra calle en Lomas del Olivo y hoy pienso que si acaso hay futuro lejano, no recordaré demasiados detalles de este sol cubierto del 24, que en Baja California transcurrió sin pena ni gloria y que será posiblemente el último gran eclipse solar de mi vida.



Friday, April 05, 2024

Tres lecturas semanasantaneras frente al Caribe

 


 

 

 

Tres libros leí durante esta caribeña Semana Santa: Baumgartner de Paul Auster; En agosto nos vemos de Gabriel García Márquez y Dios fulmine a la que escriba sobre mí de Aura García- Junco.

De Baumgartner solo puedo decir que es Auster siendo demasiado Auster, un gran remix o un caldo campechano de sus perpetuas obsesiones: familias migrantes judías en el viejo Newark, padres fallidos, abuelas misteriosas, intelectuales inmersos en la crisis de la edad madura, máquinas de escribir, pequeñas historias alternas como muñecas rusas. Me queda la sensación de “esto ya lo he leído antes”. No es una obra desafiante o arriesgada, sino pasada de sencilla y honesta. La historia escrita por un autor de 76 años de edad que con el cáncer a cuestas tiene plena conciencia del final y te dice que después de todo, la vida valió la pena ser vivida por la vocación de amar. Por herencia nos quedan tan solo la gratitud y la siempre ficticia memoria.



Más sencillo aún me parece el libro de Gabo- En agosto nos vemos es su novela más simple y también la más gozosamente cachonda. Un divertimento de viejo, la gran nostalgia de evocar el alto verano cuando estás en pleno invierno. No todo lo que uno escribe tiene la intención de publicarse y creo que Gabo simplemente quiso fantasear y entretenerse a sí mismo con las aventuras galantes de Ana Magdalena Bach. La prosa tiene todo el ritmo y la cadencia garcíamarqueana aderezados por esa salsita adjetival tan suya con sus entornos y atmósferas tan típicamente caribeñas. Se lee en media tarde y hasta se disfruta, pero hasta ahí. No spoilers please, pero el final es abrupto, forzado, sobrepuesto, sacadísimo de la manga. Ello explica el que los hijos de Gabo y su editor hayan dedicado más de una cuarta parte del libro a justificarse y explicarle al mundo las ra$ones por las que publicaron una novela que evidentemente el autor no pensaba publicar.



Sobre el libro de Aura García-Junco solo puedo decir que fue una grata e inesperada sorpresa que superó mis expectativas. Yo había leído tan solo un cuento de la autora en la antología Sin mayoría de edad que compiló mi amigo Joel Flores en la editorial de la UNAM. También conocía el proyecto Goliardos, cuyas compilaciones solían circular en los ambientes metaleros chilangos. De lo que hasta ahora me voy enterando, es que Aura es hija de H.Pascal, el Goliardo Mayor, quien inspiró Dios fulmine a la que escriba sobre mí. De los tres libros que leí esta semana fue el que me hizo reflexionar más, pues me confronta con algunos de los temas que más me pueden: la crueldad del espíritu de la época, la literatura marginal versus la “alta” literatura, el doble papel de tesoro y monserga que juega una biblioteca, el abismo epistemológico que parece separarnos de las nuevas generaciones, la senda del perdedor como irrenunciable destino existencial, la pura y dura tentación del fracaso (Ribeyro dixit). Además, el libro de Aura dialoga con dos novelas que me dejaron huella: La invención de la soledad de Auster e Historia universal de la literatura portátil de Vila-Matas. Esperen pronto una reseña a fondo.

Friday, March 29, 2024

ios de la mente

 


Bajo palmeras borrachísimas de Sol me da por pensar que Siqueiros, Rivera u Orozco debieron crear un mural llamado “Viernes Santo en playa mexicana” y mientras bebo una cerveza que se calienta demasiado pronto, mi mente va pelando la cebolla de la nostalgia y de pronto reparo en que todos los viernes santos que he pasado a la orilla del mar, son el mismo viernes eternizado en un trago o un acorde.

Playa del Carmen, Viernes Santo, 29 de marzo de 2024. Estoy por cumplir 50 años de edad, es la octava vez en nuestras vidas que visitamos este balneario y este hotel y tengo en el inventario de mis mentirosos recuerdos una ristra de viernes santos desparramados en la arena de inciertos litorales. El Caribe es una caldera de anatomías. Retumba la banda en la playa: “Compa, qué le parece esa morra, la que anda bailando sola…” Peso Pluma es el Zeitgeist encarnado, el omnipresente espíritu de nuestra época. Desfilan vendedores de tostilocos, collares, charales, chapulines  y chucherías diversas. También los jaladores, dealers y raterillos de ocasión.  Truena la tuba, la tarola, el tololoche. “Por Dios que borracho vengo…” Suenan tres o cuatro bandas al mismo tiempo. Una toca la Boda del Huitlacoche y otras las infaltables Mañanitas. Nuestros vecinos de camastro están borrachísimos y su jolgorio y su presupuesto parecen ser ilimitados. Hay bandas armadísimas de cinco o seis miembros, tríos norteños de bota y cinto piteado y humildes trovadores solitarios de guitarra acústica y bocina. En cualquier caso, la alegre cacofonía es una sonora mentada de madre al mojigato empresario sinaloense que pidió prohibir las bandas en las playas mazatlecas.

Los ferris embarcan hordas rumbo a Cozumel. El Caribe cumple con regalarte su cálida caricia.

Alguien en el camastro vecino pide El Cachanilla. “Nací en los algodonales bajo un sol abrasador” y yo, adoptiva y hormonalmente bajacaliforniano, canto a grito pelado. El sol cumple con seguir emborrachando a las palmeras. No todo es norteñidad en tierra maya. Alguien honra la patria chica haciendo sonar la marimba y un anciano de blanquísima guayabera hace prodigios con su arpa. Todos los cuerpos son posibles en una playa pública: gordos, flacos, jóvenes, viejos, mayas, europeos. Los pelícanos vuelan cada vez más bajo. La máquina del tiempo y las patrañas de la nostalgia me llevan a santísimos viernes del siglo pasado: la Isla del Padre en el 91, Puerto Marqués en el 92, Victoria en el 93, Tampico en el 94, Zacatecas en el 95, Mesa del Nayar en el 96, Real de Catorce 97, Soto la Marina 98. En nuestra catoliquísima cultura nos da por agarrar monte cuando recordamos el martirio chantajista de un supuesto redentor y nuestras lindas playas siempre están listas para recibirnos. Recuerdo los silenciosos santos viernes de mi infancia, cuando la Semana Mayor aún era sinónimo de recogimiento y oración y Monterrey era un paraje de negocios cerrados y calles desiertas. Viernes Santo y la herencia del Gólgota son las ganas de beber, fundirse y estallar. Hoy el carnaval le gana por goleada a la cuaresma.  ¿Un viernes eterno e idéntico a sí mismo? Tampoco estoy tan seguro. ¿Qué ha cambiado? Muchas cosas. Más allá de la obviedad de vivir en un país menos mojigato, hay cuestiones de forma y Zeitgesist que modifican el cuadro. Si el mural costumbrista reflejara aquel Viernes Santo del 92 en Acapulco habría diferencias obvias: no verías mil miradas absortas en los celulares ni tantísimos cuerpos tatuados ni elementos de la Guardia Nacional patrullando la playa armados para la guerra. Me sofoca ver la pesadísima parafernalia militar y sus armatostes. Me hiere los pies mirar las botas vaqueras de cáscara de piña de los conjuntos norteños hundiéndose en arena mojada. Me aterra y martiriza la hazaña de conseguir hielo en Quintana Roo. Contra todos pronósticos también hay furtivos lectores. Alguien lee Padre rico, padre pobre y alguien se deleita con un thriller anglosajón cuyo título no alcanzo a distinguir. Alguien recoge toneladas de basura y nadie parece agradecerlo.

En algún lugar de la playa suena el Pávido Návido y no pocas parejas improvisan el Taconazo. Cae la tarde, hace hambre y los atardeceres del Caribe pierden por goleada contra los del Pacífico. En la peda y en la necia alguien pide El Rey. Pasarán los siglos, se inventarán mil celulares marcianos y en cualquier bacanal habrá siempre un mexicano lo suficientemente borracho y sentimental para pedir José Alfredo. El mar se pica, las gaviotas se tornan salvajes, queremos comer, pero conseguir que un mesero te atienda en la Tarraya es algo más que una proeza. Padre ¿Por qué me has abandonado? Santísimo viernes caribeño: me aterra el día en que serás nostalgia. Cae la noche y me pregunto si a las palmeras les será dado emborracharse de luna.

Thursday, March 28, 2024

TERCO BUSCADOR DE PRIMERAS LUCES

 


¿Ocupación? Cazador de amaneceres, terco buscador de primeras luces, aunque el alba de este Jueves Santo se ha pasado de tímida e irrumpió discreta y sin mucho afán sobre un Caribe adormilado. Tal como en Sargazo Zen, inicio mi caminata a las 5:30 a.m. en total oscuridad. En la desolación de la playa conviven los últimos borrachos y los corredores mañaneros, los furtivos amantes enarenados y los recolectores de basura. En las primeras páginas de la última novela de Paul Auster, Baumgartner cae de una escalera y se abre la rodilla. En mi última noche en Tijuana, yo resbalé en la calle paseando a Pappo y me abrí la rodilla. Así las cosas, en el avión leo el pasaje de la caída con la rodilla recién abierta e irremediablemente me hermano con el personaje. Pequeñas coincidencias entre la última novela de Gabo y la última novela de Auster: Ana Magdalena Bach viaja a la isla cada 16 de agosto a dejar flores en la tumba de su madre y es el 16 de agosto cuando muere Anna, la mujer de Baumgartner, despedazada por una ola en Cape Cod, de la misma forma que murió Aura Estrada en Mazunte. Más coincidencias? Gabo escribió En agosto nos vemos cuando su memoria se iba transformando en blanca nubosidad y Auster escribe Baumgartner invadido por el cáncer, sabiendo que su vida se acaba. Dos novelas muy sencillas escritas por hombres en el ocaso que rinden tributo al amor. Al final del camino, parecen decirnos, la vida valió la pena ser vivida por el amor.

Bueno, ya ha amanecido y acaso ha llegado el momento de zambullirme en el Caribe. Mi Moleskine color gato de Alicia permanece virgen e inmaculada.