Finesa Sonata
Finlandia es el país con más bandas de Metal por habitante en todo el
planeta. Hay 5 millones y medio de finlandeses y da la impresión de que cada
uno de ellos estudió en el conservatorio, toma un chingo de vodka, posee un
espíritu taciturno e introvertido y toca en una, dos o tres bandas de Metal.
Sonata Arctica es una de ellas. En la tierra de Santa Claus sobran los
borrachos silenciosos, los suicidas sin aspavientos y los músicos virtuosos.
Después de seis o siete semanas pasaditas de estresantes, mi cuerpo y mi alma
requerían su terapia metalera. Metal Health le llamaba Quiet Riot a este noble
ejercicio de purificación y yo suelo practicarlo con relativa regularidad desde
1984. No hay un día de mi vida en que no escuche Metal en cualquiera de sus
variantes, pero a veces hace falta escucharlo en vivo. Carajo, para qué
chingados tengo una mata tan larga si no es para sacudirla y barrer el aire con
ella cada cierto tiempo. Sonata Arctica siempre me han parecido los hermanitos
menores de Stratovarius. Una banda a la que le falta un escaloncito para jugar
en primerísima división. En cualquier caso, este tipo veladas no abundan en
nuestra Tijuana. Tenía dudas sobre si acudir o no a la tocada, pero la
invitación de mi carnalazo Octavio me hizo tomar la decisión y ahí me tienes en
el Black Box justo cuando la banda abridora, los cachanillas Mythril, estaban
por terminar. Con todo y violín y doble guitarra, los chicalenses se
despidieron con una muy cumplidora versión de Down of Victory de Rhapsody.
Sonata irrumpió a las puras 10:00 y fue de menos a más. Su nuevo disco, Clear
Cold Beyond, no acaba de volverme loco. Lo escuché completito varias veces
camino a Mexicali y nomás no acabo de conectar. Paradójicamente, las primeras
rolas en ponerme en órbita Sonatera fueron las más cursis: Tallulah, My Land y
Replica. Me puse a pensar entonces en todas las bandas finesas que he visto en
vivo, desde Impaled Nazarene a Nightwish pasando por Children of Bodom,
Apocalyptica o los 69 Eyes. Luego me puse a pensar a cuántas tocadas he acudido
con el Octa y mi conclusión es que es el ser humano con el que he compartido
más aquelarres metaleros a lo largo de mi vida. No es que el Black Box sea un
portento de acústica, pero Sonta Arctica trae con queso a la hora de
virtuosear. Vaya, con decirte que por momentos me hicieron evocar a X Japan y
eso es muchísimo decir. "Henkka" Klingenberg se luce con su Keytar y
la lira de Elias Viljanen es pura escuela neoclásica. La de hoy no fue una luna
llena pero casi. Igual, así menguante se las arregló para ser a su manera
hermosa y recibir a la rolita más esperada y coreada de la noche: FullMoon. En
cualquier caso, estaba resignado a que mi rola favorita de todo Sonata Arctica
no la trocarían. Se llama The Cage, es un portento de virtuosismo powermetalero
ultraveloz, pero jamás forma parte de su repertorio. Sí esperaba en cambio The
Misery y me dejaron con las ganas. También me quedaron a deber San Sebastián.
Al final de la velada, consiguieron antojarme un vodka mismo que bebo ahora
mismo mientras pienso que ya va siendo hora de visitar Finlandia.