Eterno Retorno

Thursday, May 01, 2025

Volver a Jimbocho


 

Vuelvo al barrio del Jimbocho como quien retorna a un santuario. Este es el barrio con más librerías de viejo por metro cuadrado en el mundo. Algunas son pequeñas covachas o desvanes en donde con trabajo caben dos o tres personas y otras son librerías de dos o más pisos. En algunas hay textos realmente antiquísimos, verdaderas reliquias. Me emociona ver los libreros instalados en las banquetas, a disposición de quien quiera ponerse a hojear o a leer y por supuesto son muchos quienes lo hacen. Nadie fiscaliza ni vigila nada. Si quisieras podrías llevarte el libro, pero ellos saben que nadie lo hará. Es como si fuera una feria permanente del libro antiguo. Podrías pensar que es absurdo que yo me pase horas en ese barrio, pues no sé leer en kanji y estoy perdido en un bosque de símbolos para mí incomprensibles, pero yo me siento a gusto ahí, rodeado de libros que no entiendo y que sin embargo me comunican algo. Me gusta ver a los lectores curiosear y escarbar y a los ancianos libreros oficiando como guardianes de un sagrado templo laico. Me gusta imaginar las historias que arrastra consigo cada libro y esa sensación de hermandad o cofradía que experimento cuando estoy entre lectores. Me gusta el Jimbocho. Hay sitios en el mundo donde uno se siente en casa.

Tuesday, April 29, 2025

Perdido y encontrado mi cuaderno de Busan


 

Dejé olvidado mi cuaderno en un tren al llegar a Tokio Station. Me di cuenta de su falta cuando ya estábamos instalados en el hotel. Francamente lo di por perdido y hasta lo consideré un símbolo, una suerte de ofrenda o sacrificio, pero la verdad no me resignaba a perderlo. Desde 1984 a la fecha he llevado un diario escrito a mano y este es el vigente. Lo pepené en la torre de Busan en Corea y empecé a escribirlo el pasado 18 de agosto. Le faltan solo cinco o seis hojas para llenarse y de hecho acabo de comprar ya a su sucesor en Takayama. Últimamente en mis diarios narro más sueños que hechos reales. Son cuadernos oníricos, una red duermevelera que escribo apenas al despertar, cuando el recuerdo de lo soñado aún sobrevive. Nada de lo que ahí escribo tiene la intención de ser publicado. Es pura escritura hedonista que se agota en sí misma. No edito ni corrijo. Como brotó quedó. Hoy a mediodía volvimos a Tokio Station a preguntar por el cuaderno. Es una estación macrocefálica, una de las más grandes sino es que la mayor del mundo. Qué significa una pobre libretita arrumbada entre cientos de trenes bala. Tan fácil como arrojarla a la basura y olvidarse de ella, pero en Japón cuidan hasta el último detalle. Una linda señora llamada Nakayama Kotone nos ofreció su ayuda. Llenamos unas formas reportando la desaparición, recorrimos la estación entera y finalmente ahí estaba mi cuaderno con su catastrófica caligrafía, debidamente inventariado como objeto perdido aguardando a ser rescatado.

Gabo en Kanji


 

Serendipias e improbabilidades librescas ocurren en la vida. Inmerso en plena operación rescate de mi cuaderno, fui a parar a la librería Maruzen en la Tokio Station, un humilde changarrito de cuatro pisos. Estando ahí, como si tal cosa, me encontré con un viejo amigo al que leí en la adolescencia y al que suelo retornar cada cierto tiempo. Por estos rumbos le llaman Hyaku nen no kodoku y esta es la nueva edición 2024, que se vende como ramen caliente o como sushi fresco. Exitazo. Lo abro y me me topo de frente con el árbol de los Buendía y con el sello de la todo poderosa agencia de Carmen Balcells. S.A. Por supuesto no pude resistir la tentación de comprarlo. 1375 yenes, unos 188 pesos mexicanos. Aun no aprendo a leer en kanji, pero creo descifrar que ahí dice: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el Coronel Aureliano Buendía habría de recordar el día que su padre lo llevó a conocer el hielo.

Monday, April 28, 2025

STURGIS BAR


 

Disimulado y oculto en el cuarto piso de un austero edificio está el Bar Sturgis en el centro de Kanazawa. Entrar en él es como cruzar un umbral hacia otra dimensión, una especie de museo embrujado del rock atendido por un personajazo prófugo de un cuento de Murakami llamado Nitta San. En el pequeñísimo espacio hay toda una colección de guitarras, varios miles de vinilos y un ejército de monos, juguetes y chuchearías rockeras diversas. Nitta te sirve los tragos, te pone el vinilo o el DVD que le pidas, te presta sus juguetes, te recomienda bandas, bebe contigo y de pronto, sin decir agua va, agarra una de sus múltiples guitarras y te empieza a dar un concierto privado de altísimo nivel. Nos tocó Smoke on the Water de Deep Purple, Catch the Rainbow de Rainbow, Highway to Hell de AC/DC, Honkey Tong Women de los Rolling, The House of the Rising Sun y muchas otras, todo esto sin dejar él mismo de beber. Buena parte de la madrugada Carol y yo fuimos los únicos clientes. Aquello parecía un cuento o una alucinación de duermevela. Ride the Rainbow… Crack the Sky. El rock tuvo la culpa.