Eterno Retorno

Friday, December 12, 2025

Ni tan íntimos los pinches diarios

 


A veces la obra mayor de un escritor es su diario íntimo. Yo padezco una confesa debilidad por este tipo de escritura, quizá porque la he practicado compulsiva e ininterrumpidamente desde que era niño. En esta última semana me he pepenado un par de diarios a los que desde hacía muchísimo quería hincarles el diente: La tentación del fracaso de Julio Ramón Ribeyro, sin duda uno de los mayores clásicos del género, y Diarios de Stefan Zweig, un fascinante retrato de la historia europea de la primera mitad del Siglo XX. En su genial Prosas apátridas, Ribeyro advierte el riesgo de que su diario íntimo acabe por eclipsar o suplantar su obra de ficción. Nada errado andaba el peruano, pues su Tentación del fracaso acabó opacando a su obra cuentística contenida en La palabra del mudo. En el caso de Zweig, sus Diarios habían permanecido inéditos en castellano hasta hace muy poco. Creo que será inevitable compararlos con su célebre autobiografía, El mundo de ayer, lo cual es un extraordinario parámetro para trazar las diferencias entre un diario íntimo y un libro de memorias. Lo fascinante del diario es que refleja el aquí y el ahora, con toda su carga de ilusión e incertidumbre. El diario plasma dudas, miedos, falsas esperanzas e incluso afirmaciones o sentencias de las que después podemos arrepentirnos. En cambio, un libro de memorias se escribe generalmente en la edad madura, en donde la visión retrospectiva de nuestra propia vida es narrada desde el punto de vista que queremos validar o justificar. Dado que a la memoria y al ego casi siempre les da por la fábula, los libros de memorias suelen ser chapuceras ficciones. El diario, en cambio, refleja el sentir de un instante, con toda su carga de subjetividad y condicionamiento, pero absolutamente real en ese momento irrepetible.  

Acaso los mayores diarios íntimos de la historia de la literatura sean El libro del desasosiego de Fernando Pessoa (o Bernardo Soares, si queremos respetar la autonomía del heterónimo) y El oficio de vivir de Cesare Pavese. Agregaría los diarios de Tolstói y la trilogía Los diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia, acaso el que mejor funciona como cocina o laboratorio de escritura y que permite dimensionar la complejidad de las costuras de una carrera literaria. Una grata sorpresa han sido los diarios del valenciano Rafael Chirb


es, así como El tiempo en los brazos, cuaderno de notas de poeta Tomás Segovia. Me cuesta en cambio creer en la autenticidad de los diarios del antioqueño Héctor Abad Faciolince,  contenidos en Lo que fue presente y aunque no tengo pruebas, tampoco tengo dudas de que fueron editados y alterados desde el presente. En fin, creo que Zweig y Ribeyro se apoderarán de mis noches decembristas.

Por lo que mí a mí respecta, comencé a escribir un diario desde el orwelliano y heavymetalero año de 1984.  Con algunas variaciones, los diarios se mantienen hasta la fecha. Antes narraba hechos y pensamientos, pero de unos diez años para acá me da por narrar sueños. Lo único que no ha variado un ápice es lo catastrófico de la caligrafía. Por más que lo intenten, nunca podrán descifrarla.


Wednesday, December 10, 2025

Mil rostros tijuanenses

 


Había escuchado hablar de este mural, lo había visto en algunas fotos, pero hasta hoy pude verlo en vivo y a todo color. Don José Aguirre Lomelí tuvo el detalle de invitarme a su casa, que es en sí misma una galería interminable, sin duda uno de los espacios artísticos más ricos y diversos que existen en la ciudad. Es la casa de un verdadero cultor de las artes, lo cual se palpa y respira desde el exterior. El mural La vida de Tijuana, obra de artista José Joel González Navarro, comenzó a ser pintado en 2013. Doce años después, la obra incluye los retratos de más de mil personajes de nuestra ciudad a lo largo de un siglo de historia, los rostros de mujeres y hombres que desde muy diversas trincheras le han aportado o le aportan algo a esta noble esquina noroeste. Pienso que el mural bien pudo llamarse Tijuanenses, como la obra de Federico Campbell y por supuesto, la condición más encarnizadamente tijuanense es ser nacido en un lugar diferente a Tijuana. Claro, se sobrentiende que no están todos los que son y siempre faltarán muchísimos, pero creo que la selección brilla por su pluralidad y eclecticismo. Como declaración de intenciones, es como si multiplicaras por diez el Sueño de una tarde dominical en la Alameda de Diego Rivera. Es como La región más transparente de Fuentes o La comedia humana de Balzac. Aquí están los rostros del lugar donde empieza o termina la patria; la puerta de entrada o salida de Latinoamérica; la orilla, el umbral, el filo de la navaja; el borde y el bordo, habitado por mujeres y hombres a quienes hermana el aferre, la terquedad, el espíritu combativo, la creatividad o la pura y llana cabronería. Seres procedentes de muy diversos rincones del país y del planeta creando un mosaico multicultural siempre abierto al mundo, una suma de voluntades, de historias de vida, de proyectos personales y colectivos, de emociones y de sentimientos, de naufragios, trampas y catarsis. Acaso un termómetro para medir mi cada vez radical tijuanidad, es que a casi todos mis contemporáneos los conozco y con casi todos he hablado por lo menos una vez. A muchos los he entrevistado, con algunos he emprendido proyectos o compartimos alguna anécdota y a unos cuantos que cuento con una mano los considero mis amigos. También me sorprende que no son pocos los que conocí y ya no están. Los Trillizos nayaritas, Leonel, Lorenzo y Luis Torres Pacheco, heredaron la obra de González Navarro y le han dado continuidad. Obvia decir que este mural no se acaba de pintar nunca y que la parte más fascinante de esta historia, es la que aún está por escribirse y que los mejores personajes serán los niños tijuanenses que hoy son pequeños o que aún no nacen. A veces me da por ser optimista.

PD- Por alguna inexplicable chiripa y sin tener mérito alguno, mi cara fue a colarse a ese mural. González Navarro se basó en una foto mía de cuando era un recién llegado a la ciudad, hace muchísimos años y bastantes kilos. Eso sí, qué gran honor aparecer a un lado de don Alfonso López, patriarca de la Librería El Día. No pudieron elegirme mejor compañía. Lo verdaderamente atípico e inverosímil es que aparezco con saco y corbata. Uno de los deseos que le he pedido al genio de la lámpara es no tener que volver a ponerme una corbata en el resto de mi vida y poder seguir siendo a placer un incurable fachoso eternamente mal vestido. Es muy poco probable que vaya a cortarme el pelo o la barba, pero les juro que hoy estoy haciendo mi mejor esfuerzo para volver a pesar lo que pesaba cuando esta noble ciudad me dio la bienvenida.

 

 

Sunday, December 07, 2025

Plaza Río is Dead


 

Los tiempos cambian, la juventud cambia, las drogas cambian…y los hábitos de consumo vaya que cambian. En la segunda estrofa de su desafiante e irónica pieza Anarchy in the UK, los Sex Pistols arrojan un vaticinio: “Tu futuro soñado es un centro comercial”. En los tiempos en que Johnny Rotten, Sid Vicious y su pandilla hacían de las suyas a finales de los setenta, el mall se erigía como el centro neurálgico de la urbe capitalista, el gran cofre de los tesoros de la clase media, pero me parece que ese modelo ha entrado en un proceso de acelerada extinción. Ayer se me ocurrió ir a Plaza Río a buscar un regalo y lo que encontré fueron tiendas y pasillos semivacíos. Fuerte era el silencio. Lo entendería si fuera un lunes o martes de febrero, pero resulta que era el primer sábado de diciembre, la época en que en teoría la gente más compra y más gasta y sin embargo ayer en el centro comercial reinaba una preocupante calma. En Sears pregunté por un videojuego. Tardaron más de 20 minutos en atenderme, el empleado no tenía puta idea y al final ni siquiera lo tuvieron. Fiasco. Lo mismo me sucedió en Mix Up. Una duda ¿Cuál es hoy exactamente la esencia de MixUp? Venden unos poquitos vinilos, unos poquititos cds, unos cuantos saldos del pingüino random y no mucho más. Y pensar que en los 90 era nuestra Tower Récords, el Disneylandia de los melómanos.

Los dos primeros empleos de mi vida, a principios de los noventa, fueron en una tienda de discos y en una librería y la coincidencia es que ambas se ubicaban en el interior de descomunales centros comerciales recién construidos en zonas urbanas de alto poder adquisitivo: el centro comercial Interlomas, ubicado en Huixquilucan, Estado de México y la Plaza Fiesta San Agustín, en San Pedro Garza García. Recuerdo las hordas que nos invadían los fines de semana y la infestación humana en las temporadas navideñas. Tanto Discos Zorba como Librería Castillo acabaron por morir y consumirse después de dormir oxidados.
El auge de Amazon y el comercio en línea, la modificación de los hábitos de consumo de las nuevas generaciones y lo obsoleto de la oferta están acabando de sepultar un modelo comercial que había sido omnipotente en el Siglo XX. Me pregunto cuál será el futuro de todos esos mastodontes urbanos de cemento y cristal dedicados a concentrar tiendas que ya no venden. Para qué pagar renta, servicios y empleados cuando se puede vender por internet. Ayer reparé en que yo utilizo la Plaza Río solo como estacionamiento y creo que no soy el único. Tiene el parking más grande de la zona y cuando tengo algo que hacer por ahí (eventos en el Cecut incluidos) opto por estacionarme en la plaza, aunque hacía muchísimo que no hacía una compra.
La gente, me queda claro, tiene una enorme necesidad de salir y de reunirse y ante la falta de espacios públicos dignos o áreas verdes, el centro comercial suele ser la única alternativa para congregarse. El problema es que el modelo de negocio del mall está empezando a dejar de ser rentable. En Estados Unidos nació y es ahí donde ha empezado a extinguirse en forma acelerada. La muerte de Horton Plaza en la vecina San Diego puede ser algo más que un símbolo y una profecía de lo que está por suceder. ¿Sobrevivirá la Plaza Río? Yo no estoy tan seguro. Si ves las barbas de tu vecino cortar…