Eterno Retorno

Monday, June 09, 2025

Niklas Natt Och Dag



Existen ciertas novelas que te mantienen despierto. Literatura capaz de arrancarte cualquier vestigio de modorra y sostenerte con el ojo pelón hasta el amanecer. En mi adolescencia y juventud era común para mí pasar tres o cuatro horas leyendo en la cama y en mis tiempos de vocacional insomne, no era raro ver amanecer con una novela en la mano. Tal vez con la edad me he vuelto más dormilón, pero lo cierto es que  cada vez es menos frecuente que pase demasiado tiempo leyendo en la cama. Bueno, eso era antes de descubrir a Niklas Natt Och Dag, que me ha recordado lo que se siente pasar la madrugada entera leyendo.

A este autor sueco solo lo leo de noche. No poseo ningún libro físico de él (jamás he visto un ejemplar impreso en una librería mexicana) y solo he podido conseguirlo en Kindle, artefacto que reservo para la lectura nocturna. Natt Och Dag (Estocolmo, 1979) es autor de una trilogía de noir histórico que acontece en la Suecia del Siglo XVIII. El joven no se anduvo con complicaciones a la hora de los títulos y llamó a sus libros 1793, 1794 y 1795. Pues bien, yo leí 1793 y ahora estoy por concluir 1794 y solo puedo decir que este cabrón es capaz de colarse a lo profundo de tus pesadillas. Son novelas oscurísimas. Blacker than darkness. Sin embargo, creo que su maestría está en su capacidad de combinar gore con filosofía, tinieblas ontológicas con carnicería explícita. Una suerte de híbrido entre Rousseau, Bataille y Marqués de Sade. Ideal para leerse con metal sueco de fondo, imagínate un Opeth o Katatonia que de una página a otra se transforma en Entombed o Dissection. Creo que la clave está en su capacidad de reflejar hedores, pestilencia, hacinamiento, dolor y la brutalidad propia de una época.  Su descripción de una decapitación ejecutada por un verdugo torpe y alcoholizado es de lo más crudo que he leído en años. También el retrato de los barcos de esclavos que llegaban a la colonia sueca de San Bartolomé.

Su pareja de detectives, Cardell y Winge, es icónica y sin duda tiene mucho de Astérix y Obélix. El chaparro flacucho inteligente, deductivo y filosófico unido al mastodonte brutal, fortachón, caótico pero de buen corazón. Su recreación de época y cartografía urbana es obsesiva y exhaustiva. Según los expertos en historia sueca, su descripción de calles, edificios, mercados y castillos es bastante fiel. Hay crimen, sadismo, pulsiones oscurísimas, romance, pero no fantasía. Natt Och Dagg significa noche y día y según leo, este colega desciende de un ancestral linaje de la nobleza sueca que se remonta hasta la época vikinga. La vida está llena de libros que fungen como pastilla para dormir, pero hay unos cuantos que son el equivalente a tres cafés más negros que mi alma con un shot de whisky. 

Friday, June 06, 2025

Todos los caminos conducen a...

 


Llegué con un terrible retraso de 20 años a esta serie y solo me queda preguntarme: ¿pero qué carajos estuve haciendo yo todo este tiempo? ¿Cómo pude estarme perdiendo de algo tan bueno? Roma es simplemente chingona. Superó mis expectativas.  Un drama profundamente shakeaspeareano. Lo mejor, sin duda, es la construcción de los personajes. La historia romana siempre me ha apasionado y en especial el periodo ahí relatado, el ascenso y caída de Julio César y la transición entre la República y el Imperio. Mi puerta de entrada a la historia romana fue Astérix y Obélix. Ya después me puse a leer novelas históricas y clásicos de la época. Desde el testimonial Comentarios de la Guerra de las Galias y la Guerra Civil escrito por el propio Cayo Julio César, hasta las biografías de césares de Suetonio y por supuesto la tragedia de Shakespeare. Lo último que he leído son las Vidas paralelas de Plutarco. Por supuesto en Roma hay no pocas licencias ficcionales, pero al final es una serie dramática, no un documental historiográfico.

Los personajes más abiertamente ficticios son el centurión Lucio Voreno y el legionario Tito Pullo que por cierto sí son mencionados brevemente por Julio César en sus Comentarios de la Guerra de las Galias.  No sé si Marco Antonio y Atia de los Julios, hayan sido tan grotescamente frívolos y despiadados como los pintan. También me parece muy poco favorecedora la caracterización de Cicerón como lambiscón y oportunista. Interesante la caracterización infantiloide de Cleopatra, un personaje tan manoseado por Hollywood. Lo mejor, sin duda, Julio César, el primer gran político populista de la historia y particularmente bien caracterizado me parece Bruto, quizá el más shakespereano de los personajes, inmerso en sus dudas, su culpa y su tormento interior. Eso sí, me extrañó un poco que no se recrearan las clásicas frases que desde Suetonio a Shakespeare se han inmortalizado:  “La suerte está echada”, Ya llegan los Idus de Marzo,  ¿También tú… Bruto?”

Roma es la primera serie en mucho tiempo que me mantiene despierto e involucrado. Lástima que solo sean dos temporadas.  La verdad es muy difícil que un drama audiovisual logre entretenerme. Si a la mitad del primer capítulo no estoy enganchado simplemente la dejo. Llego a la conclusión de que las mejores series que he visto en mi vida arrancaron en la primera década de los 2000. Si tuviera que hacer un top de las mejores series que he visto, anotaría Vikings, Sons of Anarchy y Breaking Bad. Para mí son las tres mejores. Pelearía el pódium Peaky Blinders. Roma se anotaría dentro de ese grupo, pese a lo corta que es. De las series que he visto en los últimos años, creo que me quedaría con American Primeval (pura esencia de Meridiano de Sangre de Cormac McCarthy) y Your Honor. Hay algunas muy celebradas que a mí nomás no me han prendido, como Last of us.

Ojalá hubiera más series como Roma. Podría decirles que ciertas situaciones y ciertos personajes me parecen terriblemente actuales, pero esa es ooootra historia.

Llegué con un terrible retraso de 20 años a esta serie y solo me queda preguntarme: ¿pero qué carajos estuve haciendo yo todo este tiempo? ¿Cómo pude estarme perdiendo de algo tan bueno? Roma es simplemente chingona. Superó mis expectativas. Un drama profundamente shakeaspeareano. Lo mejor, sin duda, es la construcción de los personajes. La historia romana siempre me ha apasionado y en especial el periodo ahí relatado, el ascenso y caída de Julio César y la transición entre la República y el Imperio. Mi puerta de entrada a la historia romana fue Astérix y Obélix. Ya después me puse a leer novelas históricas y clásicos de la época. Desde el testimonial Comentarios de la Guerra de las Galias y la Guerra Civil escrito por el propio Cayo Julio César, hasta las biografías de los césares de Suetonio y por supuesto la tragedia de Shakespeare. Lo último que he leído son las Vidas paralelas de Plutarco. Por supuesto en Roma hay no pocas licencias ficcionales, pero al final es una serie dramática, no un documental historiográfico.

Los personajes más abiertamente ficticios son el centurión Lucio Voreno y el legionario Tito Pullo que por cierto sí son mencionados brevemente por Julio César en sus Comentarios de la Guerra de las Galias. Personajazos. No sé si Marco Antonio y Atia de los Julios hayan sido tan grotescamente frívolos y despiadados como los pintan. También me parece muy poco favorecedora la caracterización de Cicerón como lambiscón y oportunista. Interesante la caracterización infantiloide de Cleopatra, un personaje tan manoseado por Hollywood. Lo mejor, sin duda, Julio César, el primer gran político populista de la historia y particularmente bien caracterizado me parece Bruto, quizá el más shakespereano de los personajes, inmerso en sus dudas, su culpa y su tormento interior. Extraordinaria la forma en que se muestra la maduración de Octavio. Eso sí, me extrañó un poco que no se recrearan las clásicas frases que desde Suetonio a Shakespeare se han inmortalizado: “La suerte está echada”, Ya llegan los Idus de Marzo, ¿También tú… Bruto?”

Roma es la primera serie en mucho tiempo que me mantiene despierto e involucrado. Lástima que solo sean dos temporadas. La verdad es muy difícil que un drama audiovisual logre entretenerme. Si a la mitad del primer capítulo no estoy enganchado simplemente la dejo. Llego a la conclusión de que las mejores series que he visto en mi vida arrancaron en la primera década de los 2000. Si tuviera que hacer un top de las mejores series que he visto, anotaría Vikings, Sons of Anarchy y Breaking Bad. Para mí son las tres mejores. Pelearía el pódium Peaky Blinders. Roma se anotaría dentro de ese grupo, pese a lo corta que es. De las series que he visto en los últimos años, creo que me quedaría con American Primeval (pura esencia de Meridiano de Sangre de Cormac McCarthy) y Your Honor. Hay algunas muy celebradas que a mí nomás no me han prendido, como Last of us.

Ojalá hubiera más series como Roma. Podría decirles que ciertas situaciones y ciertos personajes me parecen terriblemente actuales, pero esa es ooootra historia.

 

Thursday, June 05, 2025

Una silueta pessoal en blanco y negro


 

El vochito quedaba suspendido de trompa segundo y medio antes de caer al vacío con sus tripulantes. Había soberano chingazo y sangre pero no fatalidad. Al final me quedé sin raite. Después apareció UDO, con su  camiseta de conscripto y su silueta de mastodonte. UDO, a quien yo intentaba dibujar en un cuaderno escolar como una bola deforme con ojos vacíos, una circunferencia malograda en donde el pelo ralo irrumpía en puntas. El botín del final de la noche fue un deshojado poemario de Pessoa pepenado en alguna librería ordinaria como Cristal o Libro Club. La única certidumbre es que no era El Día. Una silueta pessoal en blanco y negro en la portada, un título que he olvidado (podría ser, peor no era, El Libro del Desasosiego). En algún momento creía ver un 1975 como año de edición (demasiado reciente para ser vendido como reliquia) y luego un 1873 encriptado, pero en aquel año ni Pessoa ni sus heterónimos habían llegado al mundo. En alguna biblioteca descubría  el resto de los ejemplares de la colección, alguna enciclopedia de grandes de la poesía en donde irrumpían Machado y la españolada en pastas rojas. La noche se inmolaba en el altar de sacrificios del primer destello de nublada luz. Nunca las siete de la mañana  de noviembre vuelven a ser tan oscuras como en estos amaneceres.

Cara volteada, mordiendo la arena del fondo marino. Zicatela y sus vestigios, la repentina conciencia de la Muerte y lo irrevocable de sus designios. Si elijo girar el rostro hacia abajo habré sacado mi carta fatal. La conciencia del final sin mañana ni vuelta de hoja. Aquel dejá vu del inminente ahogo me hizo recordar el fusilamiento con bolas de plastilina o la caída de algún andamio. When Death calls. Por ahora no queda mucho más. Las redes duermeveleras amanecen vacías y ni desperdicios quedan del blanco limbo de cinco horas con su respectiva meada impostergable y la invernal luz de la seis de la mañana que arriba tan pronto

Wednesday, June 04, 2025

Échate este Trompo a la uña

 

 

 


Por la naturaleza de mi oficio, las ferias del libro han formado parte de mi vida. Por razones laborales me ha tocado ir a recorrer vendimias librescas en muchísimas ciudades de México y unas cuantas de otros países. Me ha tocado perderme y agobiarme en ferias monstruosas como la de Guadalajara y Buenos Aires o pasar apacibles tardes frente a tres o cuatro puestecitos de libros viejos en Coatepec o Antigua. He visitado ferias montadas en modernos centros de convenciones o bajo la sombra de los árboles y el quiosco de la plaza del pueblo. La primera feria a la que acudí en mi vida fue a la de mi natal Monterrey y era el año de 1992. Se celebraba y se ha celebrado siempre en Cintermex, la fría y tradicional sede de los grandes eventos regios. La primera vez que acudí a la Feria del Libro de Tijuana fue en mayo de 1999 y se celebraba en el patio central de Palacio Municipal.  Había apenas unos cuantos puestos montados y recuerdo que las estrellas del cartel eran el futuro canciller Jorge Castañeda con La Herencia y el gran Élmer Mendoza con Un asesino solitario (el primer libro que compré en Tijuana).  En lo personal prefiero  las ferias de plaza pública o parque, aquellas que de una forma u otra están integradas a la anatomía de la ciudad y son parte de su pulso. Claro, que una feria se celebre en un parque o plaza no significa que sea chica. Ahí está la descomunal Feria del Libro de Madrid en el Parque El Retiro que me parece fascinante o la Feria del Zócalo en la Ciudad de México. La Feria de Buenos Aires se celebra en un predio llamado La Rural, antiguos establos de vacas a las orillas de Palermo. Es una feria tan grande como la de Guadalajara, pero me parece que tiene más espacio vital y permite respirar. La de Bogotá se celebra en Corferias y sus pabellones suelen ser creativos. La de Guadalajara me produce sentimientos encontrados pues me fascina y  me repele a un mismo tiempo. Todo en ella es desbordante y aunque me alucina e hipnotiza la oferta editorial, siempre acabo por asfixiarme, saturarme e irremediablemente regreso enfermo. Me gusta la de Mochis en la apacible Plazuela 27 de septiembre y la de Xalapa en la Universidad Veracruzana, mientras que la de Palacio de Minería me parece poco práctica y nada acogedora, aunque sus salones imponen.  Me gustó la de Guatemala, también en centro de convenciones, aunque su oferta editorial es limitada. En Satillo y en Chihuahua me tocó ver la mudanza de plazas públicas a centros de convenciones y en ambos casos me parece que ganaron espacio pero perdieron público. Recuerdo que la feria en Quito, Ecuador se celebraba en un lugar muy alejado del centro al que no era sencillo llegar. En Tijuana he visto no pocas mudanzas. De Palacio Municipal a la Avenida Revolución (mi sede favorita),  luego a Plaza Río para retornar al Cecut en donde estuvo desde 2013 hasta 2024. El Cecut podría parecer su sede natural, pero este viernes la gran fiesta tijuanense de los libros se aleja por primera vez desde 1980 de lo que se considera el corazón de Tijuana para irse unos cuantos kilómetros al este, más allá del umbral psicológico que representa la 5 y 10. La feria se instala en el Museo del Trompo lo que no deja de ser una apuesta arriesgada, una moneda al aire. Tengo muchas más dudas que certezas.  Si atiendo a mis circunstancias personales, la realidad es que saliendo de mi casa un viernes por la tarde llegaría más rápido al Riviera de Ensenada que al Museo del Trompo, pues las vías “rápidas” son algo peor que un vía crucis y los infernales congestionamientos viales nos obligarán a ir a vuelta de rueda. Tampoco es que sobren las alternativas de transporte público. Sin embargo, quiero creer que para miles de familias tijuanenses el Trompo será una sede más cómoda y accesible. Hay que darle el beneficio de la duda. Si la Feria del Libro de Tijuana consigue atraer nuevos públicos y si unas cuantas familias visitan el evento por primera vez y lo descubren, entonces habrá valido la pena la mudanza. Mi pronóstico no es optimista pero quisiera equivocarme. Al final de cuentas, creo que  vale la pena correr el riesgo.

Tuesday, June 03, 2025

mutarán en prematura tiniebla y los derrumbes, ensayos y redes duermeveleras retornan por un día ...


 

Junio y sus cielos nublados, su mar plomizo y la hierba, ahora seca, que no acierta a moverse metafóricamente.  En el 30 aniversario de Left Hand Path me sentí en un templo satanista old school con una suerte de Baronesa Blavatsky y yo en plan de “si este ha sido siempre mi camino cainita de la mano izquierda..." aunque en lugar de un Baphomet había tatuajes o bordados del Atlante. En la pizzería evoqué enciclopedias de animales: bueyes almizcleros de la tundra, carreteras empapadas coronadas por rayos, intensidades que no retornarán. La tundra: un reno en ruta por un suelo poblado de líquenes y charcos helados. El mar de los búfalos le llamaba yo. Mar helado y oscuro de los búfalos. 

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Puentes peatonales sobre la vía rápida infestados de canallada infame y burdísima leperada. Puentes sobre el Río Tijuana, gentuza yaciente en los recovecos. El más reciente pez de la red duermevelera escapó en el último minuto y volvió al surrealista océano que todo lo devora. 

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Delirios de Noche de San Juan. Noche entera en el trolley (¿o era el Amtrack?) Una supervisora me sorprendió en calidad de polizonte y en nada me abonó mostrarle boletos viejos en mi percudida cartera. De poco sirvió dejar caer una horda de mugrero y papelitos al suelo. Viajaba sin un boleto y ahora debía ser multado. El problema es que el lugar a donde debía acudir a pagar la multa estaba hasta casa de la rechingada y no quedaba claro cómo regresaríamos de ahí. Era una suerte de burocracia castigadora, joderte y hacértela difícil para que no volviera  a ocurrírseme la idea de viajar de gorra. En la estación, rumbo a la frontera sur, me habría separado de alguien pero no logro recordar de quién. Después la gran pantalla de una computadora Mac y esa suerte de frontera siempre oculta, la onírica garita donde te exigen pasaporte para entrar y salir de mi red duermevelera. 

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Intercontinentalidad bajo palabra ¿Así que China era eso? Planear viajes transoceánicos colgado de un confortable precipicio, sujeto de una raíz o una rama (similar al barranco de lodo que escalé anoche cuando descendía en reporteril correría por la colonia Juárez y me preguntaba de qué profunda manga me sacaría mis cuatro notas del día, pero eso fue ayer y no mañana). Lo de hace unos minutos, ya quedamos, fue China, la China post Covid a donde por iniciativa mía arrastré a un politiquete cualquiera. No recuerdo quién era mi compañero en el bufet del hotel donde nos serviríamos el arroz con mil madres y el chop suey de una mesa circular y solo entonces reparaba en la ausencia de cubrebocas y en que ahí, justamente ahí comenzó la catástrofe e imaginé alimentos infectos mientras veía una escuálida pierna con polio, pero mis temores se diluían cuando encontraba al viejo del servicio exterior, algún don becado eterno, alto canoso y muy amable que me abrazaba efusivamente feliz de verme por China y yo pensaba entonces en las grandes becas diplomáticas y en la vida en los consulados sin reparar en qué momento acabé recorriendo unos patios fiscales en Barcelona con sugerida vista al Mediterráneo, una suerte de aduana portuaria y como un flashazo irrumpió la conciencia de que en esa tierra catalana habita mi hermano y que lo deseable sería ir a verlo y a lo mejor permanecer ahí, quedarme un rato a disfrutar esa intercontinental liberación y darle duro a la hilacha mientras los retardados amaneceres de noviembre nos recuerdan que la próxima semana mutarán en tiniebla prematura y los derrumbes, ensayos y redes duermeveleras retornan por un día al páramo digital después de arrastrar su catástrofe de caligrafía por libretas bogotanas y cartográficos cuadernos. 




Sunday, June 01, 2025

Un magnicidio no consumado también es muy rentable políticamente

 

 


Otra vez esa angustiante certidumbre, esa culerísima sensación de que todo absolutamente se irá sin escalas a la chingada en este mal día. Vuelve la sensación de febrícula y esa traidora taquicardia hasta ahora desconocida. Has estado en muchas situaciones comprometedoras con mil y una dificultades, pero lo de esta tarde huele a trampa vil.

El calvo del radio rojo es demasiado estereotípico para fungir como señuelo. Los infiltrados del Reverendo suelen ser más discretos, pero hoy el tipejo hasta se permitió sonreírte. Fue una sonrisa discreta, es cierto, pero en ella no viste complicidad sino burla. Ese pinche pelón se está cagando de la risa de ti.

Pasaste por el detector de metales como si nada, con tu Beretta clavada en la bolsa interior y el cacheo, ejecutado por el pelón, fue un mal chiste. Cualquiera se habría dado cuenta que es fingido. ¿Cuánta gente exactamente está coludida para dejarte entrar?

Por si fuera poco, una vez adentro te topaste con la tipa del Honda calentón a la que ayudaste en la garita. Jamás te imaginaste que esa doña pudiera colarse en primera fila a un evento presidencial. Lo catastrófico es que la tipa es reportera y viene decidida a entrevistarte. ¿Será también esta pendeja una infiltrada del Reverendo? ¿Qué pinche rol juega en la representación?  Su cercanía te saca de balance.

Admítelo: estas bien pinche nervioso. La canija reportera es un hueso duro de roer y no se da por enterada cuando la mandas al carajo de mala manera. Estos nervios no son normales. De pronto pareces tenerlo clarísimo: el Reverendo te puso ahí no para consumar un magnicidio, sino un intento fallido. Estás aquí para fallar. Un magnicidio no consumado también es muy rentable políticamente y a Trump le vendría de mil maravillas. Ahora solo resta averiguar si el montaje diseñado por el Reverendo contempla que seas capturado vivo o si el calvo del radio rojo te volará la cabeza cuando apenas intentes extraer el arma.

Thursday, May 29, 2025

La aleatoriedad se viste a menudo con su traje de infierno

 


Demasiados crímenes se han consumado por casualidades fatales, por estar, como tantísimas veces ocurre, en el lugar y momento equivocado. La aleatoriedad se viste a menudo con su traje de infierno. Dos minutos de más o de menos en tu ruta habitual, un pequeño olvido que te hace regresar a casa y retrasarte, tomar una calle por error, confundir una dirección, perder un avión, consumar una acción absurda. Como en la película Corre Lola, el día a día está atiborrado de casualidades y muchas de ellas tuercen o deciden el destino de una vida. Esos caprichos suelen inspirarme a pintar de negro. 

Aunque  a la hora de las creencias me declaro  partidario de la aleatoriedad pura, confieso que a veces cuesta horrores no creer en el destino, en una irrenunciable fatalidad de tragedia griega marcando cada uno de nuestros pasos. La escena más simple,  tierna e inocente de nuestra vida adquiere una tonalidad macabra cuando sobre ella se posa la sombra del infortunio. Hagas lo que hagas no podrás escapar a tu destino. Como en las escenas de Danzas de la Muerte popularizadas en el Medioevo tardío, la sombra fatal te acompaña cuando das rienda suelta al hedonismo. Esa fatalidad también me inspira a la hora de escribir.  
  1.  El crimen siempre está ahí, a la vuelta de la esquina. Algunas veces se manifiesta con desparpajo, pero lo común es que fluya como un río subterráneo, un abismal hoyo negro yaciente bajo una delgadísima capa de hielo siempre a punto de romperse. Muchas veces en tu vida has pasado afuera de una casa de seguridad donde un secuestrado aguarda la mutilación o la muerte o te cruzas en la calle con el hombre que será ejecutado esta noche o acaso con su ejecutor. 
En una ciudad como la nuestra, donde el crimen ha sembrado de anécdotas cada punto de la cartografía urbana, todos los días cruzas el puente peatonal del que hace un año colgaba un hombre o giras en la esquina donde hace poco ejecutaron a alguien e identificas en el pavimento la tonalidad de los manchones de sangre. Nuestras calles son museos del horror pobladas por fantasmas, surcadas por ríos de aguas negras donde flotan cadáveres, periféricos baldíos donde se pudren osamentas. Alguna vez dormiste en la habitación de hotel de un suicida y posaste tus suelas sobre una fosa clandestina. Los fantasmas están en todas partes y a veces les da por hablarte al oído.  
En cualquier caso, no existe vacuna o conjuro que nos inmunice contra nuestros demonios interiores. Ante determinada alineación de quiebres, derrumbes y circunstancias tú mismo puedas ser el abominable criminal a quien tanto temes. Hay miles de potenciales monstruos que no tuvieron un escenario propicio para brotar. Otros se quedaron en el daño que pudieron causar con una navaja porque nadie puso en sus manos un AK-47. En cualquier caso esas bestias yacen en todas partes.  Tú o yo podemos perfectamente  ser una de ellas. 
En la mente humana, como en el Universo, hay agujeros negros cuya existencia es inexplicable y cuya profundidad no alcanzamos a dimensionar. Aunque un psiquiatra pueda decir lo contrario, la mente no obedece a designios de ciencia exacta y a veces atraviesa una suerte Triángulo de las Bermudas en donde naufraga y se pierde para siempre. Me seduce la idea del quiebre repentino, del apagón inesperado, del desdoblar sin advertencia de nuestros demonios; tan tercos y omnipresentes, tan fieles compañeros.