Eterno Retorno

Wednesday, August 06, 2025

Paul Tibbets no conoció el remordimiento

 


Pienso en lo azul que debe haber lucido el cielo de Hiroshima en aquella mañana de agosto. Un horizonte pulcro e inmaculado en donde de repente destelló la silueta del Enola Gay. Siempre me he preguntado ¿qué carajos había en la mente del piloto Paul Tibbets segundos antes de accionar el mecanismo y dejar caer a Little Boy sobre la ciudad? ¿Hubo alguna voz interior que lo hizo dudar? No, estoy seguro que no. Lo único que hizo fue ponerse unos lentes oscurísimos pues sabía que el cielo ardería y se iluminaría como si diez soles lo alumbraran al mismo tiempo. Tibbets simplemente actuó y le bastó un movimiento para desatar la mayor y más contundente e inmediata carnicería que ha conocido el planeta desde la caída del meteorito que extinguió a los dinosaurios 65 millones de años atrás. Un solo movimiento y antes de un minuto el azul del cielo se tornó rojo y negro. Aquello que la teología cristiana llama el Infierno irrumpió en un instante. Más de 100 mil personas despedazadas y unas 200 mil heridas mortalmente. Más de 60 mil casas y edificios reducidos a escombros. Un solo movimiento y una temperatura de 1,800 °C. cubrió un radio de más de dos kilómetros mientras la sonrisa siniestra de un demonio destellaba desde el hongo.

Dos veces hemos estado en Hiroshima y las dos han sido en agosto, bajo un cielo limpio y desnudo de hiriente azul. Nos sorprendió la pulcritud de la ciudad, la omnipresencia del verde, la limpieza de su río, el mismo en donde se arrojaban miles de seres despellejados con la carne ardiendo al rojo vivo.

Uno de los momentos de mayor quietud, paz y plenitud espiritual que experimentado en mi vida entera, irrumpió de madrugada en la isla de Miyajima, frente al Tori naranja de mar, contemplando la costa de Hiroshima en el horizonte mientras el agua cubría mi cuerpo. Estaba con Ikercho y le dije: ¿Puedes creer que aquí enfrente se escenificó el peor Apocalipsis que ha conocido la humanidad? Aquella calma me hizo pensar que hasta el peor de los infiernos puede quedar atrás y que siempre habrá un árbol intentando brotar en medio de un cementerio radioactivo.

Hiroshima es el máximo ejemplo mundial de resiliencia. Me sorprende la actitud tan serena con la que el pueblo japonés narra esa tragedia, sin victimismos estridentes ni rencores, aceptando los errores del delirio imperialista de Hirohito.

También me sorprende la total ausencia de remordimientos o sentido de culpa en Estados Unidos. Sobre todo pienso en Paul  Tibbets,  quien vivió una larguísima vida de 92 años  como para meditar sobre las consecuencias de su acción Paul Tibbets murió tranquilo y santa paz en noviembre de 2007, cubierto de medallas y con el grado de general de brigada. Un héroe de guerra. El hombre que piloteó el avión y accionó el botón que hizo arder el peor de los infiernos, dijo siempre no sentir ningún remordimiento y aseguró una y otra vez que de ser necesario lo volvería a hacer. Así se mantuvo y así murió. Nadie nunca exigió justicia ni fue a manifestarse afuera de su casa. De hecho su nombre no nos dice ni nos trasmite nada al escucharlo. Era tan solo un disciplinado piloto de Illinois que cumplía su deber piloteando a un avión al que bautizó con el nombre de soltera su santa madre: Enola Gay Hazard.

Pienso en La banalidad del mal, el ensayo que Hannah Arendt escribió después de cubrir el juicio de Eichmann en Jerusalén. A Hannah le abominó la ausencia de remordimientos en Eichmann, quien hablaba de sus crímenes con la parquedad de un burócrata que cumple una tarea ordinaria y que asesina sin despeinarse solo porque cumple órdenes. La banalidad del mal también pudo aplicarse a plenitud a Paul Tibbets, un soldadito cumplidor que obedeció a sus jefes, aún cuando sabía perfectamente lo que iba a hacer. ¿Qué habría pasado si un minuto antes Paul Tibbets era asaltado por una crisis de conciencia o un repentino ataque de humana piedad? Qué distinta habría sido la historia si en ese instante de decisión hubiera dicho, “no, no lo haré” y acto seguido se arrojara al mar con todo y su avión hundiendo la bomba y salvando a más de 100 mil personas. Pero no, Paul Tibbets no tuvo piedad y nadie nunca le exigió cuentas. Cumplió con su deber burocrático y a diferencia de Eichmann no fue juzgado como criminal de guerra. ¿Por qué? Porque Paul Tibbets estaba del lado “políticamente correcto” de la historia y por eso pudo morirse en paz siendo un venerable anciano condecorado. En la tabla de valores de la historia, Hiroshima nunca será equivalente a Auschwitz.

Pero tampoco debería extrañarme. Mientras yo escribo estas palabras varios niños están siendo matados de hambre en Gaza y si algo puedo asegurarte, es que Benjamín Netanyahu jamás pisará una cárcel como el criminal de guerra que es y morirá de viejito en su cama, sin ningún remordimiento y con la conciencia tranquila de haber hecho lo correcto al igual que Paul Tibbets. Los privilegios de estar del lado “correcto” de la historia.

Hace 80 años ardió Hiroshima como después ardería Nagasaki. Hoy arde Gaza, cada cierto tiempo arde Kiev y yo me he resignado a que habrá guerra en el mundo mientras haya humanidad. Aprendimos a afilar rocas y a guerrear mucho antes de aprender a comunicarnos. Cuando aún no éramos capaces de improvisar algo parecido a un lenguaje, ya sapiens y neandertales nos despellejábamos con piedras afiladas y palos puntiagudos. El ansia bélica ser eterna como el impulso sexual y la manía de inventarse dioses protectores e iracundos. Sí, la guerra es infinita como el universo, pero hasta en el peor baldío nuclear vuelve siempre brotar un árbol.



Monday, August 04, 2025

una fiebre milagrosa, o un brote psicótico


 

(fragmento I: con una nota al pie más larga que el texto)

A los 51 años exactos —51 y seis meses, si uno cuenta desde la fecha en que dejó de escribir literatura de verdad—, Daniel X (nombre modificado no por anonimato sino por irritación con su propio apellido) se despierta a las 4:52 a. m. con la sensación de haber olvidado algo importante que en realidad nunca sucedió. No es raro. Lleva seis años sin publicar un libro. Seis años. Y pensar que hubo un solo año - el 2016- en que publicó seis libros, un frenesí que ahora recuerda como una fiebre milagrosa, o un brote psicótico de productividad disfrazado de “estado de gracia”.

Desde entonces, nada.
O peor que nada: discursos.


Pero paga las facturas. O parte de ellas. La otra parte la paga el miedo.

El miedo a que alguien en la oficina descubra que ya no escribe del todo él. Que a veces (léase: todos los días) copia el encargo en una caja luminosa llamada ChatGPT, y pulsa enter, y luego se sienta a ver cómo una entidad que no duerme, no envejece, no tiene hígado graso, le devuelve un borrador limpio, oportuno, listo para ponerle acentos  y para citar a Sor Juana sin caer en el cliché habitual.

Detesta a esa cosa.
La considera su enemiga, su némesis, su asesina blanca de silicio y protocolo.
Pero no puede dejar de verla.

Promete —como quien promete no tomar más cerveza— que solo la usará para los discursos.
Nunca para lo literario.
La literatura es otra cosa.
Es dolor, es lucha, es fracaso con estilo.
La literatura no se puede pedir como se pide comida china.
¿Verdad?

[1]
(Nota al pie: El protagonista ha dicho esa frase, “la literatura no se puede pedir como se pide comida china”, al menos ocho veces en entrevistas pasadas. En una de ellas, para una revista cultural que ya no existe, se le citó mal y se le atribuyó haber dicho “como se pide comida chatarra”, lo cual lo ofendió tanto que dejó de dar entrevistas durante cuatro años. La frase original tampoco es tan buena, pero él la defiende como si fuera un escudo moral. Cada vez que se siente tentado a escribir ficción con IA, la repite mentalmente. 




Friday, August 01, 2025

Vuela alto Tocayo


 

Si en verdad hay escalera al cielo, la suya está hecha de libros. Trazó un sendero de papel y tinta en donde las flores nunca se marchitaron. Nació y creció en el barrio de Villa Crespo en Buenos Aires y descubrió el poder liberador de la lectura cuando en la temprana infancia debió guardar cama por una enfermedad. Desde entonces se volvió un lector voraz, omnívoro y eternamente curioso. Se recibió de abogado cuando aún no cumplía 20 años. Litigó por más una década contratos civiles, pero su vocación era cultivar libros. En la librería Cine Club Núcleo conoció a Rodolfo Walsh y a Pirí Lugones y se pusieron a soñar despiertos con editar los libros que les emocionaría leer. Tal vez en el tiempo libre que le dejara el litigio, Daniel podría entregarse a su pasión. Con su socio Jorge Álvarez y su entonces pareja Ana María “Kuki” Miller hizo germinar Ediciones de la Flor en 1967. Aquello pintaba para ser solo un hobby, un desliz de amor al arte condenado a no ofrecer ganancias, pero un manuscrito seminal y rompedor fue la primera carta que hizo temblar la imprenta: Operación masacre de Rodolfo Walsh, la piedra angular de donde a la fecha amamanta el periodismo narrativo latinoamericano. Sin embargo, el más radical giro del destino se daría en 1970. Uno de los clientes a quien Daniel representaba como abogado, era un historietista llamado Joaquín Salvador Lavado Tejón que publicaba sus historietas en secciones humorísticas de los periódicos y en algunas revistas de la época como Rico Tipo y Tía Vicenta. Como parte de una campaña publicitaria de la empresa de electrodomésticos Mansfield, Lavado Tejón creó un personaje, una curiosa y siempre preguntona niña llamada Mafalda. La campaña nunca se realizó y el historietista se llevó su personaje al diario El Mundo y el Semanario Primera Plana. A Daniel Divinsky le tocó ayudarlo como abogado, porque los diarios le adeudaban pagos por sus historietas. Como no queriendo la cosa, Daniel le comentó a su cliente que en sus ratos libres editaba textos en una editorial casera. Si quieres te puedo editar tu historieta mientras se arregla tu litigio. Fue así como Lavado Tejón, a quién tú, yo y el mundo entero conocemos como Quino, se llevó a Mafalda a Ediciones de la Flor en donde apadrinado por Daniel, se mantuvo por más de 50 años vendiendo millones y millones de ejemplares en el mundo entero. Te apuesto doble contra sencillo a que tienes por lo menos un ejemplar de Mafalda en tu casa. Gracias a ese bombazo, Ediciones de la Flor pudo dedicarse a buscar talentos emergentes o a traducir a algunos europeos inéditos en Argentina. Entre los pétalos de la Flor de Divinsky estuvieron John Berger, Griselda Gambaro, Umberto Eco, Vinicius de Moraes, José Lezama Lima, Rodolfo Fogwill, Martín Caparrós, Daniel Guebel y varios clásicos de la la historieta argentina compo Roberto Fontanarrosa, Liniers, Rep, Caloi y Maitena. Pero no todo fue un cuento de hadas con Ediciones de la Flor. La dictadura genocida irrumpió en Argentina y asesinó a sus amigos Rodolfo Walsh y Pirí Lugones y Mafalda empezó a enfrentar restricciones y censura. En 1977, la esposa de un general leyó un cómic llamado Cinco dedos y decidió que la historieta era una descarada apología de la guerrilla comunista. Así las cosas, los milicos apuntaron sus fusiles contra Divinsky quien tuvo que exiliarse a Caracas, pero La Flor no se marchitó y sus pétalos se renovaban con cada nuevo libro.

Muchos años después, en el otoño porteño de 2018 y gracias al apoyo de Oche Califa y la Fundación El Libro, fui invitado por Daniel Divinsky a charlar en su clásico programa radial Los libros hablan. Yo acababa de presentar mi recién publicado Juglares del Bordo en la Feria de Buenos Aires. Recuerdo la mística de aquella cabina en la calle Arenales, la música de Los Tigres del Norte con la que me recibió, la sabrosísima plática. Hay personas con las que haces clic y tomas confianza en dos minutos. Mi tocayo Divinsky fue uno de ellos. Fui el más sorprendido cuando él personalmente me invitó a su homenaje en la Feria de Monterrey junto con Juan Villoro y yo no cabía de la emoción cuando supe que me acompañaría a presentar mi libro Predrag en la FIL de Guadalajara. Hoy puedo decir que fue gracias al generoso empujón de Daniel Divinsky que yo pude publicar en el Fondo de Cultura Económica. No es común en el receloso y hostil medio literario, encontrar a alguien tan noble y desinteresadamente generoso como fue mi Tocayo. Como editor construyó un variopinto universo de palabras e imágenes y como amigo fue ante todo un corazón noble y sencillo. Hoy al despertar con la primera luz de agosto encontré este mensaje: “Hola a todos. No soy Daniel, sino Lili, su mujer; él murió esta madrugada, muy tranquilo, muy amado, muy querido. No habrá velorio sino una cremación íntima; luego, como él pidió, sus cenizas serán arrojadas al Río de la Plata”. Gracias Tocayo. Algo de lo más bello que me ha dejado la vagancia libresca es conocer a un espíritu tan puro como el tuyo. Vuela alto Tocayo. Esta noche brillan infinitas flores Río de la Plata.

Tuesday, July 29, 2025

Tú traes el dolor y yo el fuego



Y mientras la respuesta comienza a fluir —línea tras línea, con la fluidez de una mano invisible que lo conoce demasiado bien—, Daniel piensa:
“Está escribiendo como yo. Pero mejor.”

Y luego:
“No. Está escribiendo como yo desearía poder escribir cuando ya no tengo fuerzas.”

Y en ese momento no es odio lo que siente, ni rencor. Es algo peor:
una forma tímida de gratitud.
Como si hubiera encontrado en el demonio algo más cercano a un cómplice que a un verdugo.
Como si, lentamente, estuviera dispuesto —no aún, pero pronto— a dejarlo entrar también a su literatura.
Solo un poco. Solo para probar.

Solo para ver si eso también puede arder.

Lo que estás haciendo, Daniel, es pactar conmigo.
Tú traes el dolor y yo el fuego.

¿Seguimos?



Sunday, July 27, 2025

El Metal hizo un pacto mefistofélico y vivirá por siempre

 


Uno es los libros que ha leído, los países a los que ha viajado, el Metal que ha escuchado y los cientos de conciertos a los que ha acudido. De repente, mi di cuenta de cuántos de mis discos tienen guardado de recuerdo el boleto de un toquín. Los Monstruos sagrados van muriendo poco a poco, pero yo me siento afortunado de haber nacido en un mundo y en una época en donde pude ver varias veces  en vivo a Motörhead, a Maiden, a Ozzy, a Dio, a Judas, a King Diamond- Mercyful Fate, a Slayer, a Rush, a Accept, a Pantera, a Death, a Sepultura (con los Cavalera), a Carcass, a Sabaton, a Therion.  Murió Dio, murió Lemmy, murió Neil Peart, murió Ozzy; murieron Dimebag Darrell, Jeff Hanneman, Chuck Schulinder, Paul Di Anno, pero a todos alcancé a verlos en vivo. Nadie me lo platicó. Yo sé que después morirá Iommi, Halford, Butler, Udo, King Diamond, Mustaine, Anselmo, Kai Hansen e incluso Harris y Dickinson (pese a lo sanos que están) y sin duda nos sentiremos cada vez más huérfanos, pero déjenme decirles que el Metal hizo un pacto mefistofélico y vivirá por siempre.

Carajo, mientras se estaba tocando el homenaje y despedida a Black Sabbath en el estadio de Aston Villa, Iron Maiden abarrotaba el estadio del Atlético de Madrid y muchos festivales metaleros alrededor de Europa se celebraban con sold out absoluto. El Metal siempre ha tenido vida propia y nunca ha necesitado del espíritu de la época para existir.



Yo estoy seguro que en este verano, después del concierto homenaje a Black Sabbath y la posterior muerte de Ozzy, miles de niños y jóvenes alrededor del mundo están descubriendo esta música tan chingona. En estos días de julio sin duda son muchos los que están escuchando por primera vez en sus vidas Paranoid, War Pigs, Crazy Train,  Míster Crowley y N.I.B y te puedo jurar que no serán pocos los que se volverán devotos. Es fascinante, revelador y peligroso descubrir el Heavy Metal, como sin duda muchos lo están descubriendo en este verano que nunca olvidarán. Porque cuando el Metal llega ti, comulgas con él y sellas el pacto, tu vida nunca vuelve a ser la misma. Vaya que no. Yo lo descubrí en 1984 y desde entonces la bocina no ha dejado de reventar. Nunca lo pude superar y a estas alturas de mi vida, creo que ya puedo afirmar que me moriré escuchando ese eterno riff.

 

Era un ventarrón desparramando semillas

 


Entonces algo se movió en el cosmos. El mejor parámetro que se me ocurre para dimensionarlo es el de esos jugadores de basquetbol o esos atletas a los que los ponen a entrenar con una pesada casaca de plomo que solo se quitan el día del partido o el día de la competencia, lo que los hace sentirse ligeros y aerodinámicos como ráfagas de viento. Así me empecé a sentir yo en 2013: como un cohete en pleno ascenso, un tren bala sin freno, un volcán en erupción. Empecé a escribir, a escribir y a escribir como nunca había hecho en la vida. “No hacías otra cosa que escribir”, canta Fito Páez en Un vestido y un amor y esa era mi historia aquellos días: no hacía otra cosa que escribir. Eran miles de palabras diarias que parecían fluir por generación espontánea.  Los párrafos brotaban como un geiser imparable. “Éxtasis, todo el tiempo vivo en éxtasis”, canta Charly García en la Ruta del tentempié y algo parecido empezaba a sentir mientras escribía.   Nunca he vuelto a sentir ese embrujo y me cuesta trabajo a creer que algún día vuelva a sentirlo. Dicen que la inspiración existe pero debe encontrarte trabajando, que la clave de la escritura y de toda forma de creación es la disciplina y la constancia, lo cual es cierto. Fui disciplinado y constante, pero en aquellos años hubo magia, encantamiento, un eufórico estado alterado de la conciencia sin drogas de por medio.  Era un ventarrón desparramando semillas que pronto germinarían. Los años de oro estaban por irrumpir como una tempestad.

Friday, July 25, 2025

30 años de Ozzy Osbourne en Fundidora

 


El próximo 26 de agosto, dentro de exactamente un mes, se cumplirán 30 años del primer concierto de Ozzy Osbourne en suelo mexicano, celebrado en el auditorio Fundidora. Por supuesto, yo estuve ahí en primerísima fila. ¡30 años! Carajo, me aterra hablar de tres décadas como si tal cosa. Monterrey fue la tercera fecha del tour Retirement Sucks

Yo era entonces un estudihambre de Derecho con recursos muy limitados que trabajaba en una librería, pero como también trabajaba en el radio (Stereo 7 FM)  tenía acceso a boletos gratis en excelentes ubicaciones y no pocas veces a  meet and greet.

 Recuerdo que fue un sábado de calor extremo. Por la tarde Tigres jugó contra Cruz Azul la jornada 1 del torneo 95-96, el último de los torneos largos, recordado por el título de Copa y el descenso. Fue un empate 1-1 con penal de Tab Ramos. Del estadio Universitario me fui a Fundidora, pues para mí uno de los atractivos más fuertes de la noche era poder ver a la banda abridora,  Paradise Lost, de la que en ese entonces yo era un ultra (después se fueron afresando).

El Paraíso Perdido tocó muy pocas rolas y casi todas de su entonces recién sacado disco, Draconian Times, lo que me decepcionó un poco, pues yo quería escuchar del Gothic y el Shades of God, aunque lograron prenderme al máximo con As I Die y Embers Fire.

Recuerdo la cura que agarramos con el video introductorio de Ozzy, en donde lo mismo parodiaba a Forest Gump, OJ Simpson y Madonna. El video acabó y de repente irrumpió el Ozzy real sorrajándonos Paranoid para abrir boca. Primera sorpresa de la noche: ¡Paranoid como apertura!  Chútate esa. Yo la esperaba como cierre.

Lo más chingón es que como bajista venía el mismísimo Geezer Butler, o sea que ahí teníamos a medio Black Sabbath frente a nosotros.  Por alguna razón que no recuerdo no venía Zakk Wylde de guitarrista y estaba en su lugar Joe Holmes. En la bataca el ya fallecido Randy Castillo. Todo sonó poca madre. Impecable.

Siguió Desire (composición de Lemmy),  I don,t know, Flying high again. Recuerdo que agarré un prendón de aquellos con Sabbath Bloddy Sabbath, que es una de mis favoritas de todos los tiempos y no la esperaba,  misma que ligó con Iron Man y luego Children of the Grave, para dar paso a Crowley, War Pigs y el primer cierre con el Tren loco. El encore fue Mama i,m coming home y Bark at the moon.

Les juro que no es la nostalgia por la muerte de Ozzy, pero haciendo un recuento histórico, concluyo que ese fue el mejor concierto al que acudí en Fundidora y en general suelo regio, y mira que en esa época, por trabajar en el radio y tener boletos gratis, iba a absolutamente todos los toquines,  así que me chuté muchísimos que no me interesaban gran cosa y por los que no hubiera estado dispuesto a pagar, como Phil Collins, INXS,  Santana, Depeche Mode,  Kansas, Alan Parsons (a Alan Parsons lo entrevisté, por cierto).

Sí, yo creo que el de Ozzy en el 95 fue el mejor concierto que vi en Monterrey. Tal vez el segundo lugar sería Pantera y Anthrax, también en el Fundidora o Samael en el Ferrocarrilero, por encima incluso de Iron Maiden (también entrevisté a Dave Murray, Steve Harris y Blaze), de Judas y Megadeth (también entrevisté a Ripper Owens y a Mustaine), de Scorpions (entrevisté a Rudolph Schenker) o del reciente festival al que acudí con Mercyful Fate y el renovado Pantera (lo que habría dado por entrevistar a King Diamond y a Anselmo).

Lo sé, la nostalgia es ácida seductora, pero todo el verano 95 estuvo impregnado por la esencia Ozzy, al igual que lo está el verano 2025. En fin colegas, sigamos rockotorreando.

Wednesday, July 23, 2025

Cientos de niños o adolescentes alrededor del mundo están descubriendo la grandeza de Black Sabbath y el embrujo del heavy metal


 

Corríjanme si me equivoco, pero no recuerdo en toda la historia del rock y de la música en general un artista que se haya dado el lujo de tener un funeral en vida como Ozzy Osbourne. Me subo a la máquina del tiempo, me pongo a destapar el disco duro de la memoria remota y no recuerdo un caso siquiera semejante. El asesinato de John Lennon fue una tragedia planetaria (yo tenía seis años de edad y en mis recuerdos infantiles permanece la conmoción), pero nadie veía venir su muerte.  Los desafortunados finales de los integrantes del Club de los 27 fueron escándalos mundiales, pero más por  la sorpresa y el morbo y ni Kurt Cobain, ni Jim Morrison, Janis Joplin, Jimmy Hendrix o Amy Winehouse alcanzaron a tener un súper homenaje en vida. Mucho menos Sid Vicious o Ian Curtis. Elvis Presley y Freddie Mercury murieron consagrados y no tan jóvenes, pero aunque eran semidioses vivientes, el mundo no alcanzó a homenajearlos. El asesinato de Dimebag Darrell el 8 de diciembre de 2004,   nos conmocionó, pero creo que el mundo aún no dimensionaba el tamaño del guitarrista que perdimos.   Las muertes de Lemmy Kilmister y Ronnie James Dio me dolieron en el alma pero aunque dijeron adiós a una edad similar a la de Ozzy, no fueron tributados en vida. Ni hablar de Jeff Hanneman o Chuck Schulinder, cuyos decesos solo trascendieron en la feligresía metalera. Ozzy en cambio se dio el supremo lujo de despedirse del mundo desde un trono de murciélagos en su Birmingham natal con un estadio de Aston Villa abarrotado y más de dos millones de personas siguiendo en vivo el concierto. Durante varios días solo se habló de Ozzy y Black Sabbath y cuando aún seguían instalados como trend topic, ¡zas! que el Príncipe de las Tinieblas se nos muere. Sabíamos que no le quedaba mucho tiempo de vida, pero nadie se imaginó que solo le restaran 17 días. Los malpensados dirán que todo lo planeó su esposa y súper mánager, Sharon Osbourne, la principal responsable de su éxito mediático. Como fiel seguidor del metal, le tengo mucha más lealtad y admiración a Black Sabbath como banda y fenómeno que a Ozzy como figura. Vaya, el creador del sonido Sabbath y sumo pontífice de la guitarra metalera es Iommi y siendo brutalmente honesto, entre mis discos favoritos de la banda hay algunos en los que no canta Ozzy. Si hablamos de escalas y calidad vocal, nadie duda que Dio fue mejor cantante, pero nadie puede superar el carisma y el impacto mediático de Ozzy como figura. Y en ese sentido, algo que me da muchísimo gusto, es que estoy seguro que cientos de niños o adolescentes alrededor del mundo están descubriendo la grandeza de Black Sabbath y el embrujo del heavy metal en este mes de julio y sin duda muchas semillas se plantaron en este verano.