Perdido y encontrado mi cuaderno de Busan
Dejé olvidado mi cuaderno en un tren al llegar a Tokio Station. Me di cuenta de su falta cuando ya estábamos instalados en el hotel. Francamente lo di por perdido y hasta lo consideré un símbolo, una suerte de ofrenda o sacrificio, pero la verdad no me resignaba a perderlo. Desde 1984 a la fecha he llevado un diario escrito a mano y este es el vigente. Lo pepené en la torre de Busan en Corea y empecé a escribirlo el pasado 18 de agosto. Le faltan solo cinco o seis hojas para llenarse y de hecho acabo de comprar ya a su sucesor en Takayama. Últimamente en mis diarios narro más sueños que hechos reales. Son cuadernos oníricos, una red duermevelera que escribo apenas al despertar, cuando el recuerdo de lo soñado aún sobrevive. Nada de lo que ahí escribo tiene la intención de ser publicado. Es pura escritura hedonista que se agota en sí misma. No edito ni corrijo. Como brotó quedó. Hoy a mediodía volvimos a Tokio Station a preguntar por el cuaderno. Es una estación macrocefálica, una de las más grandes sino es que la mayor del mundo. Qué significa una pobre libretita arrumbada entre cientos de trenes bala. Tan fácil como arrojarla a la basura y olvidarse de ella, pero en Japón cuidan hasta el último detalle. Una linda señora llamada Nakayama Kotone nos ofreció su ayuda. Llenamos unas formas reportando la desaparición, recorrimos la estación entera y finalmente ahí estaba mi cuaderno con su catastrófica caligrafía, debidamente inventariado como objeto perdido aguardando a ser rescatado.