Un clavado en el Manzanares
Un clavado en el Manzanares
que no es tal, sino un río alternativo y puerco que atraviesa la periferia madrileña…larga
es la jornada duermevelera; densa, cinematográfica y metetextual. Narro mi sueño
dentro del mismo sueño e improviso su narrativa. Soy yo saliendo algún barrio
bravo tijuanero donde hay un improbable mercado subterráneo de donde emerjo a
la calle y de pronto todo irrumpía como en un cuadro de realismo mágico: la luz
del mediodía, los perros, las frutas mi caminar por una calle tijuanense con la
certidumbre en torno a la inminencia de mi asesinato, una suerte de Santiago
Nasar bajacaliforniano preguntándome por mi bipolaridad en mi forma de amar a
esta ciudad. La ciudad que amas puede enseñarte sus fauces y morderte en
cualquier momento. Mi ciudad de cuento se torna violenta. Caminaba al borde de
un desfiladero y de pronto no era yo, sino la alcaldesa quien estaba en peligro
de muerte.
Villy fue personaje
principal del segundo tiempo duermevelero. Se confesaba históricamente
enamorado de una chica de Santa Engracia tan parecida a él, que resultaba ser
él mismo, una suerte de desdoblamiento de amor Narciso. Después era yo, viendo una
jornada completa de las divisiones inferiores de Inglaterra, estrenando
plantillas para tachones especializados en canchas mojadas ríoplatenses.