Caja sin cajera
En cualquier caso el hecho me pareció significativo y
decidí registrar la fecha. Lo hago porque estoy seguro que dentro de cinco años
el pago automático será la regla y no la excepción y cada vez serán más atípicas
las cajas en donde una mano humana reciba tu dinero. Quizá donde es más notorio
el contraste fronterizo es en las gasolineras. Aquí en México eres despachado
por una persona (cada vez más mujeres, por cierto) que además limpia el
parabrisas de tu carro, te pregunta por los niveles de agua y aceite y te
ofrece algún aromatizante. En Estados Unidos, en cambio, hace muchos años que
no uso efectivo ni interactúo con persona alguna en una gasolinera donde
absolutamente todo es self service. En Baja California y muy especialmente en
Rosarito se siguen viendo enormes contrastes, pues mientras algunos negocios
evolucionan hacia la robotización, no son pocos los establecimientos que siguen
sin aceptar pago con tarjeta y me refiero a restaurantes muy tradicionales como
La Cazuela del Mole o Birriería el Cuñado. Vaya, hasta hace muy poco, en el oneroso Valle de Guadalupe seguía
habiendo negocios que solo aceptaban pago en efectivo.
El asunto me hace pensar en el futuro de la economía y la
fuerza laboral. Es obvio que la tendencia apunta hacia la automatización, a la
máquina sustituyendo a la persona. Finalmente se cumple la profecía de aquel
ensayo noventero llamado El Horror Económico escrito por Viviane Forrester. En
él, la ensayista francesa plantea la evolución histórica de los cimientos de la pirámide económica. En
la antigüedad había esclavos, en la Edad Media había siervos, la Revolución
Industrial creó al proletariado obrero pero ahora avanzamos fatalmente hacia la
casta de los prescindibles, los innecesarios, los sin vela en el entierro.
Millones de seres humanos no pueden ni podrán encontrar un lugar en la cadena
productiva capitalista. El trabajo se vuelve una ficción porque la mano de obra
es cada vez más innecesaria.
Yo sé que el sueño húmedo del SAT y de los bancos es un
país en donde desaparezca el dinero en efectivo y todas las operaciones sean
digitales, pero eso en México sería la hecatombe absoluta. Más de la mitad de
los mexicanos siguen viviendo de la morralla. Por más intentos desesperados que
emprende Hacienda, nuestra economía es esencialmente informal a todos los
niveles. Todos tenemos una vecina que vende pasteles o pone uñas o un conocido
que arregla carros, hace chambitas
diversas, tiene un puesto en el sobre ruedas o el que de plano se junta con la malandrada y
se hace dealer. Ello por no hablar de la descomunal cofradía de la morralla: el
anciano que empaca el mandado en la bolsa que ahora tú debes llevar y a menudo olvidas;
el viene-viene infaltable en todo estacionamiento a lo largo y ancho de todo el
país; el malabarista de crucero, el
cantante de camión. Este país vive y seguirá viviendo de morralla mientras la economía formal es
cada vez más complicada y precaria y no veo ningún gobierno de izquierda o de
derecha que pueda crear un engranaje económico alternativo.
Y claro, ni hablar de la nueva desigualdad que viene, la
desigualdad biológica, cuando una cofradía de millonarios émulos de Elon Musk
alteren sus cuerpos y sus cerebros con nanochips e inteligencia artificial y el
mundo se divida en una casta privilegiada de cyborgs semidioses y un descomunal
proletariado de mortales prescindibles y asilvestrados como profetiza Yuval
Noah Harari, pero esa, amigos, es ooootra
historia.
En fin, todas esas ideas hacen ebullición en mi mente mientras deslizo mi tarjeta en la
caja automática del Calimax.