Eterno Retorno

Wednesday, February 01, 2023

Hay ciudades que envejecen

 


Toda ciudad es  suma de voluntades, de historias de vida, de proyectos personales y colectivos. Una ciudad es también una suma de emociones y de sentimientos. Porque una ciudad proyecta un estado de ánimo, una manera de vivir la vida. ¿Cuál es el estado de ánimo de Tijuana?

Una ciudad también tiene una edad mental y cultural que no siempre corresponde con sus años reales. ¿Cuál es la edad de Tijuana? Cierto, nuestra discutible fecha fundacional se remonta al 11 de julio de 1889, pero en la Tijuana de 1921 que fotografió Kingo Nonaka había apenas mil habitantes. Para 1930  había más de 12 mil, un verdadero hito en la historia demográfica del país. Hoy, en 2023, tenemos la conservadora cifra oficial de 1 millón 922 mil 523 habitantes según Inegi, aunque tú y yo sabemos que somos muchísimos más y que la población flotante es descomunal.  Este día sin duda están llegando varias decenas de personas a vivir a la ciudad y ayer llegaron otras tantas y mañana llegarán más. Hoy decenas de personas compraron un carro usado y se lanzaron a circular por las calles del que es ya oficialmente el municipio más poblado del país y una de las cinco ciudades con más tráfico de México.

Todo hierve, todo estalla, todo se desborda en Ciudad Oxímoron. No es una urbe paralizada o deprimida. Es una urbe en ebullición, en el ojo de un tornado, azotada por fuerzas que no parece poder controlar, donde todo es excesivo, donde todo hace erupción. Su crecimiento es mucho más acelerado que la capacidad de los urbanistas para anticiparse y planear. Sí, existe un Instituto Municipal de Planeación, pero parece caminar muchos pasos atrás mientras la ciudad corre a velocidad de tren bala. No hay ayuntamiento que pueda anticiparse. Ayer sin duda muchas familias vieron caer sus techos de cartón y lámina tras la lluvia, pero hoy otras familias de recién llegados levantarán un tenderete en el borde de una ladera suicida.

Mientras escribo esto, hay varios migrantes que están contemplando por primera vez esta ciudad. Algunos están entrando en camión por un nevado Tecate, otros miran la ciudad industrial de Otay desde la ventanilla del avión y otros son arrojados desde la garita a la helada noche tras ser deportados.

Hay ciudades que envejecen y se deprimen, urbes que lentamente van caducando. Hay ciudades que pierden su esencia y vocación o simplemente acaban desfasadas y obsoletas frente al  espíritu de la época. Las grandes urbes del cinturón industrial de Estados Unidos, convertidas en cementerios de carcasas industriales o los no pocos municipios del centro de México transformados en pueblos fantasma por virtud de la carestía, la  migración forzada y la criminalidad. Pienso en  crepusculares  ciudades del centro y este europeo en donde solo habitan unos cuantos ancianos rumiando su extinción  entre las ruinas de la utopía comunista.

Tijuana, cambio, es como una joven acelerada, caótica e hiperactiva, con las hormonas en ebullición, pisando el acelerador sin cinturón de seguridad  por una carretera carente de señalamientos. La ciudad no está deprimida ni paralizada, pero su efervescencia se transforma en una tormenta de tormentos.

Camino por las calles y miro a las alturas: grúas desafiando la gravedad, flotantes andamios por donde desfilan albañiles recién llegados que construyen las habitaciones desde donde los niños que aún no nacen mirarán una ciudad que se devora a sí misma y arrasa con cualquier vestigio de su pasado.

Es como si las calles me susurraran al oído mil historias. De no ser por Tijuana acaso no habría escrito nunca o habría escrito algo harto distinto en donde no me reconocería. Dice Milan Kundera que la vida está en otra parte y Tijuana, por si no te has dado cuenta, siempre es otra parte.