Qué gran misterio sigue siendo Dante
A lomo de mula, con los pergaminos de la Comedia en las alforjas, Dante Alighieri recorre la convulsa Toscana del naciente Siglo XIV.
El poeta, eternamente exiliado, prófugo peregrino por más de dos décadas, salió en 1301 de su Florencia natal para no volver. Vivió el resto de su vida como un desterrado hasta su muerte en 1325.
Pudo morir en los caminos asaltado por bandoleros o contagiado por alguna enfermedad y acaso su poema habría quedado abandonado en alguna posada, pero los siglos transcurrieron y a 700 años de su muerte seguimos leyendo y reinterpretando los crípticos mensajes de su Comedia.
Qué gran misterio sigue siendo Dante. Demasiado se ha escrito y sin embargo son muchas aún las sombras que cubren la historia de su vida.
Podemos leer la Comedia en clave teológica, pero también hay una buena dosis de filosofía aristotélica en sus versos, sin olvidar que puede ser leída igualmente como una punzante navaja de grilla política medieval.
A Dante le tocó nacer en una Florencia enfrentada a cuchillo desenvainado entre güelfos y gibelinos, donde la omnipotencia del papado medía fuerzas con el Sacro Imperio Romano Germánico y jugaba a las vencidas con ambiciosos monarcas regionales y señores feudales sedientos de poder.
Hay quien piensa que su musa, Beatriz, es un personaje más etéreo que real, una idealizada divinidad y no una mujer de carne y hueso, pero la realidad es que Beatriz Portinari existió. Fue hija de un rico comerciante, Folco di Portinari, fue casada con el banquero Simone di Bardi y murió por complicaciones de parto a los 23 años en 1390. Dante, tal como relata en su Vida nueva, la conoció a los nueve años de edad y habló por primera vez con ella a los 18 (la dantesca obsesión con los múltiplos del tres). Un amor que nunca fue carnal, pero cuya idealización le bastó para convertir a la dama de sus pensamientos en su guía por el Paraíso. En el Infierno y el Purgatorio, Dante es guiado por el poeta Virgilio, pero dado que el bardo romano nació antes de la era cristiana, no le es dado alcanzar el cielo.
Todo esto lo he leído en el ensayo Dante y su obra, publicado por el poeta, traductor y filólogo español Ángel Crespo en editorial Acantilado.
Llegué a Crespo como traductor de El libro del desasosiego de Fernando Pessoa y de El oficio de vivir de Cesare Pavese, pero esta es la primera vez que lo leo como ensayista.
He escuchado que inmersos en lo más crudo de la pandemia que desoló a su país en 2020, miles de italianos se unían virtualmente por las noches para una lectura colectiva de la Divina Comedia de Dante. De una u otra forma, los tercetos escritos hace más de siete siglos dan sentido a una época que el poeta florentino jamás imaginó.
La Comedia de Dante se divide en tres partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Cada uno de estos tres libros se divide en 33 cantos. Los tres territorios del más allá se dividen en nueve tramos, es decir tres al cuadrado. La métrica es fiel a estrofas de tres versos, los tercetos. Divina Trinidad.