Deus in absentia
Al Ghoul le
gusta lo de la identidad oculta tras las máscaras, la tergiversación de lo sagrado
en blasfemia, la poética de unas letras que no entiende pero traduce.
El mundo está en llamas
Y tú estás aquí para quedarte y
arder conmigo
Un funeral en la hoguera
Y estamos aquí para deleitarnos por
siempre.
Con los
audífonos puestos y el volumen al máximo, Ghoul alucina con Deus in Absentia pero su viaje a ese
infierno cachondo suele ser interrumpido con monótona precisión cada que el
gerente le toca la espalda después de tres llamadas infructuosas y hasta una
convocatoria en altavoz para dejar por
sentado que el subordinado de informática
no atiende ni responde cuando más se le necesita. La amenaza de despido va
sumando puntaje cada día con cada nueva desatención.
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Vamos a prohibir el uso de
audífonos en la oficina, espeta su superior al tiempo que le dedica una mirada
reprobatoria y le señala el reloj dándole a entender lo intolerable de su retraso.
Desde hace más de una hora se requiere su
presencia en el área de Ventas donde
“crasheó” el sistema. Al parecer es otro virus. Siempre los putos virus. El
ritual se repite pero a Ghoul le cuesta tirar cable a tierra.
Al final la
solución es simple: apagar y prender la computadora, resetear el módem, sugerir
al personal de Ventas abstenerse de
explorar páginas no seguras (en lugar de echarles en cara, con todas sus letras
un “ya dejen de estársela chaqueteando con páginas cachondas que solo
contaminan el sistema”). Pan de cada día. Retorno a su cubículo, instantes de
silencio e inactividad y antes de media hora de vuelta a los audífonos
cuidándose de no ser visto por el gerente
y a esperar que el reloj checador marque las redentoras seis de la tarde
para salir corriendo, rezando para que al jefe no se le ocurra convocar a una
junta extraordinaria.