Eterno Retorno

Monday, January 23, 2023

Monsergas mineras

 


 

La vida diaria suele regalarte pequeñas grandes molestias, cadillitos cotidianos y repetitivas monsergas a las que nos hemos ido acostumbrando. Sin duda, la  más molesta de todas ellas son las llamadas telefónicas de vendedores y promotores de toda clase de porquerías y e innecesaria basura bancaria.  De pronto irrumpe en la pantalla del celular un número desconocido con  una lada foránea,  por regla general en el momento más inoportuno posible. Como hace un tiempo que ya no mando nada a concursos literarios, ya ni siquiera me queda la ilusión de que la llamada sea para decirme que me gané un premio. A menudo simplemente lo dejo sonar o lo apago, pero a veces, muy de vez en cuando,  me da por contestar  y entonces irrumpe una voz mecánica leyendo torpemente mi nombre dentro de una descomunal lista. “Muuuy buenoooos días, con el señor Guillermo Daniel….”  Ya que me llaman por mi primer nombre puedo dar por hecho que no es una llamada personalizada de alguien que me conozca o tenga algo importante que tratar conmigo. A la lectura de mi nombre sigue el ofrecimiento de la porquería en cuestión,  generalmente una tarjeta de crédito, un seguro, un paquete funerario, alguna promoción de Volaris. A veces esta gente encuentra en mí algún yacimiento de humor negro y me permito socarronear con ellos. Cuando son de funerarias suelo decirles que la oferta es infructuosa, pues yo ya estoy muerto y soy un zombi o un espectro que  no requirió nunca un ataúd. Otras veces, con genuina curiosidad  les pregunto si alguna vez en la vida sus cagantes e inoportunas  llamadas han registrado un solo caso de éxito. Y es que nada me parece más ajeno y contrario al espíritu de la época actual que una llamada telefónica que será necesariamente inoportuna e interrumpirá  una labor o un quehacer más importante. A ver, si voy manejando, me estoy bañando, estoy trabajando o desayunando ¿qué tan probable es que deje de hacer lo que estoy haciendo para contratar una tarjeta de crédito que nunca solicité? ¿A quién carajos se le ocurre, en estos inseguros tiempos, que me voy a poner a proporcionar  datos por teléfono a un desconocido para contratar un paquete funerario? ¿No sería tiempo de que se declarara ilegal esa invasión de la privacidad?

Yo les pregunto colegas ¿ustedes alguna vez han comprado  algo que les ofrezcan en una llamada telefónica? A mí me parece la peor estrategia de venta posible,  condenada a priori al fracaso, con 0% de posibilidades de éxito.  Es más factible que me vendas algo en un crucero urbano o tocando el timbre  de puerta en puerta. Vaya, creo que hasta un testigo de Jehová tiene más posibilidades de éxito. Entonces mi pregunta es ¿quién carajos paga esos call center ¿Cómo se sostienen esos pobres vendedores condenados a escuchar mil negativas al día? ¿Ganan por comisión o tienen un sueldo base? ¿A quién le resulta rentable esa estrategia fallida? La llamada telefónica repentina es contraria al espíritu de la época. Hay cosas que detesto de la vida moderna, pero algo que en verdad agradezco  es la existencia del WhatsApp. Creo que en el manual de urbanidad y buenas maneras del Siglo XXI, se debe establecer como una regla de oro que toda llamada telefónica debe venir precedida de un mensaje en donde se te pregunta “¿te puedo llamar?”.  Para mí, las  llamadas repentinas sin previo aviso deben limitarse a urgencias del trabajo que necesitan resolución inmediata o bien a mi núcleo familiar. Los promotores de tarjetas de crédito o de funerarias (que para el caso son servicios idénticos) no se han enterado que tienen mayores posibilidades de éxito arando en el mar o a haciendo monos de nieve en Mexicali.