Nunca he comprado un libro en línea. No digo de esta agua no beberé, pero al menos hasta la primavera del 2020 todavía sigo sin realizar mi primera pepena digital. Yo sé que cuesta mucho trabajo creerme, tomando en cuenta que el libro es el objeto material que más veces he consumido a lo largo de la existencia, pero así son mis hábitos de pepenador. Desde mi mediana infancia hasta la fecha habré comprado por lo bajo unos 6 mil libros (sin contar varios cientos o miles que me han regalado) pero hasta el día de hoy todavía no adquiero el primero a través de una pantalla. Jeff Bezos y Amazon no han recibido nunca un solo centavo salido de mi cartera (que vendan libros de mi autoría en línea es otra historia). Tampoco he comprado nunca un e-book y los que me han regalado no los leo. No es una manda, una bandera o una declaración de principios, sino simple y llanamente cuestión de costumbres y de los hábitos tan arraigados de mi vicio. Al menos en mi caso, la pepena libresca es un ritual, una suerte de cacería no exenta de cábalas y señuelos. Más que comprar el libro en sí, me gusta buscarlo o (mejor aún) hacer que él me encuentre a mí. Ello explica que casi siempre que voy a una librería (o a una feria o a un remate) salgo de ahí con libros que originalmente no estaban en mis planes de compra y que me encontré (o me encontraron) por pura vil aleatoriedad. Lo que verdaderamente disfruto y atesoro es la exploración de librerías y acaso eso es lo que más se extraña en esta cuarentena. Poderte perder una hora o dos dentro de los estantes y libreros. Eso es insustituible. Claro, podría ahora mismo teclear los números de la tarjeta y adquirir unas cuantas novedades editoriales que me cierran el ojito, pero me privaría del placer de la pepena. Lecturas, por cierto, no me faltan. Aunque casi tres cuartas partes de mi biblioteca yacen confinadas en una fría bodega, aquí en casa hay todavía más de 2 mil libros, muchos de ellos sin leer. Claro, el asunto no deja de ser paradójico. La venta en línea es lo que le está salvando la vida muchas pequeñas librerías y sumarme a la lista de compradores digitales sería una forma de contribuir a su salvación. Tal vez lo haga solo por eso. Comprar en línea para contribuir a que no llegue ese futuro (o casi presente) que tanto me aterra: el de un mundo sin librerías en donde refugiarte.
Wednesday, May 27, 2020
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