La cancelación de la Feria del Libro de Tijuana era predecible y creo que a nadie toma por sorpresa pero no por ello es menos dolorosa. No me preocupa ya lo que suceda este año, porque el 2020 ya se fue completito al carajo. Mi temor es que esta cancelación sea el principio del fin de la feria y ya no pueda celebrarse tampoco en 2021. Sé, porque lo he visto de cerca, que más de una vez ha estado amenazada su continuidad y que ha requerido mucha voluntad y aferre para sacarla adelante. Con todos los detalles que puedas criticarle, nuestra Feria del Libro es el principal evento cultural de la ciudad, el más longevo y el que ha tenido una mayor continuidad. Pocos saben que la Feria del Libro de Tijuana es incluso más antigua que la de Guadalajara o la de Monterrey. Nació en 1980 a iniciativa de Alfonso López Camacho, presidente de la Unión de Libreros y como salmón contracorriente se ha mantenido, pese a recortes, grillas y cambios de sede. Habrá quien cuestione que no crezca y critique su estructura, pues es una feria de libreros y no de editoriales, pero al final del camino es y ha sido nuestra fiesta, la que nos reúne a los lectores tijuanenses. Es, obvia decir, la feria a la que más veces he acudido en mi vida y en la que he comprado, presentado y vendido más libros. Como lector llevaba 21 años ininterrumpidos acudiendo. Tengo un gran tren de anécdotas y buenos recuerdos. Acudí por primera vez en mayo de 1999, cuando aún se celebraba en Palacio Municipal y yo era un recién llegado a la ciudad. El primer libro que compré, lo recuerdo muy bien, fue Un asesino solitario de Élmer Mendoza. Participé por primera vez con un micrófono en la edición de 2006, cuando se celebraba en la Revo. En aquella ocasión fui presentador de Mario Bellatin (Lecciones para una liebre muerta) y tuve una mesa redonda sobre rock con mis colegas de la Ciruela Eléctrica. Desde 2011 a la fecha siempre que acudo presento libros (míos y de un montón de colegas) y en los últimos años solía tener actividades todos los días. Grandes recuerdos tengo de la 2012 (la última celebrada en Plaza Río) cuando presentamos La Liturgia del Tigre Blanco y agotamos las existencias del libro esa misma tarde (fue el libro más vendido de toda la feria). Inolvidable la de 2014 (la segunda de la nueva etapa en el Cecut) cuando presenté Cartografías Absurdas de Daxdalia con Eduardo Antonio Parra y fue el homenaje a Federico Campbell y Rafa Saavedra. Inolvidable 2018, cuando me tocó abrir la primera jornada con Días de whisky malo y dar el cerrojazo a la feria con Juglares del Bordo. Temo lo que pueda suceder en 2021: año electoral, poco presupuesto, otras prioridades, bla,bla. Muchas cosas ha matado esta maldita pandemia, pero ojalá no mate a nuestra fiesta.
Thursday, May 28, 2020
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